San Fernando

Barrios Violetas en San Fernando: Confianza para las mujeres víctimas de violencia machista

  • La mediadora del 'punto violeta' de la barriada Bazán expone su experiencia en esta iniciativa en la que su papel es el "acompañamiento" a la mujer víctima de género

  • "Dejan de ser", advierte sobre estas mujeres que después nunca llegan a ser las mismas

La mediadora del 'punto violeta' de la barriada Bazán de San Fernando.

La mediadora del 'punto violeta' de la barriada Bazán de San Fernando. / D.C.

Más de una veintena de mujeres se han convertido en agentes de los Barrios Violetas, mediadoras que por su cercanía pueden detectar casos de violencia de género y conseguir un acercamiento a veces complicado para las instituciones o los profesionales.

María José Heredia desempeña esta labor voluntaria desde principios de año en la barriada Bazán, donde vive. "Eres una vecinas, una persona con quien hablar", responde sobre las razones de alcanzar la confianza necesaria con las mujeres para conocer sus circunstancias. "No pueden ser. Dejan de ser. Les preguntas por aspiraciones y no tienen. Solo se centran en sus hijos, su marido y su casa, nada más. No pueden tenerlas como persona, porque tienen la autoestima muy baja", explica. Los puntos violetas son el primer paso para que se reencuentren, "para que se reconstruyan".

Acompañamiento

Las agentes de Barrios Violetas no realizan intervenciones. Su papel es de acompañamiento. "Ofrecemos luz a estas mujeres que no saben por dónde tirar, pero el camino lo deciden ellas", aclara. A veces son las familias las que piden ayuda. En otras ocasiones son ellas las que se acercan. "Aquí tengo la suerte que me coordino con los Servicios Sociales. Las cuatro profesionales de la Eracis [Estrategia Regional Andaluza para la Cohesión e Inclusión Social] son una maravilla y me coordino con ellas. Me preguntan cuándo puedo hablar con alguna mujer, me avisan de que tienen a alguien reticente y les dan el empujoncito para que den el paso", describe.

La misión de la mediadora es hablar con ellas, pero sobre todo dejarlas hablar. "Deben sentir confianza", insiste María José, porque precisamente con estos puntos violetas se busca la cercanía con la víctima. Un ejemplo es que también se haya incorporado a la iniciativa la Federación Local de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (FLAMPA), porque se dan casos de violencia machista en los colegios, en los institutos o en las familias y desde estas entidades de progenitores pueden detectarse.

"Aquí no las cuestionamos, no las forzamos, les damos paz, la tranquilidad que necesitan", plantea Heredia. "Lo principal es escucharlas, no juzgarlas, no culpabilizarlas. No se les hace preguntas: por qué ha aguantado, por qué no pidió ayuda, por qué no se marchó al principio", apunta la concejala de Mujer, Virginia Barrera. La Concejalía pretendía ir más allá de donde puede llegar la administración, que  sigue implicada, por ejemplo, a través de la Eracis en el caso de la barriada Bazán.

La agente de Barrios Violetas permite un mejor acercamiento muchas veces porque las mujeres son reacias a denunciar directamente porque sienten que se ponen en peligro, por miedo por sus hijos. "Es algo que el maltratador sabe", deja claro la responsable del área de Mujer. En ese contexto, la tranquilidad que ofrece el punto violeta es fundamental: "Cuando vienen la primera vez, ven que es algo diferente. Me dicen: Qué bien que no me dices que denuncie". "Todas tienen su momento", no se puede forzar.

Dependencia Emocional

Lograr ese primer encuentro con estas mujeres que son víctimas de malos tratos no resulta fácil, "cuesta quedar". "Están nerviosas, se tienen que ir, no puedes llamarlas por teléfono porque no sabes con quién van a estar. Muchas veces si les preguntas por su familia no tienen relación, aunque ves que les gustaría tenerla. Te das cuenta de que pasa algo", detalla Heredia.

El perfil de la mujer víctima de violencia de género es variado. Suelen ser féminas sin recursos propios, sin independencia económica, pero hay casos, advierte Heredia y lo corrobora Barrera, en que no se dan esas circunstancias: pueden tener estudios, trabajo, pueden haber crecido en una "familia moderna, en la que trabajaban padre y madre, en la que las responsabilidades del hogar se repartían". No siempre el factor cultural, haber vivido esa familia de padre trabajando y madre en casa, influye. Lo determinante, concluye, es la "dependencia emocional". "La pareja la manipula, sabe embaucarla, la lleva a su terreno. Te ofrece primero el mundo disney y luego te lleva al pasaje del terror", resume esta mediadora de Bazán.

Cada mujer, su momento

María José tiene libre disponibilidad fuera de su horario laboral para desarrollar esta actividad voluntaria, a la que llega a propuesta de José María Santos Bonet, presidente de la asociación de vecinos de Bazán. "Sabía que recientemente me saqué el título de Integración Social y me lo propusieron. Me sentí muy afortunada", comenta. De hecho, reconoce que ella también aprende de las mujeres a las que trata en esta iniciativa. "Un día una de las mujeres, que en pocos días había sufrido un cambio radical, vino, me dio la mano y me dijo que conocerme le había cambiado la vida", desvela sobre uno de los casos.

Su implicación es plena y de estos tres meses de andadura ha detectado varios casos de violencia de género. "Ahora trabajo con cinco mujeres. Detectadas hay más, pero hay que esperar que ellas decidan venir", expone. Su misión es preventiva por un lado, para cortar las situaciones de maltrato que puedan estar empezando, pero también acercarse a las mujeres que padecen esta violencia y, como incide, "han dejado de ser y no se encuentran, aunque se busquen la ansiedad no se lo permite". "De hecho, no encuentran a la misma persona, sino que se reconstruyen, con mucho esfuerzo y con el apoyo de otras personas. Y esa mujer que se reconstruye, empoderada, es una pedazo de mujer, va con mucha fuerza, tiene las cosas claras", destaca.

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