Visto y Oído

La otra...

Si a las hormonas andantes de Física o Química las disfrazamos de pipiolos del art déco nos sale La otra mirada, la nueva serie de La 1 a la que deseamos cuanto antes un enfoque alejado de esas pardas inquietudes juveniles. La ficción producida por Boomerang parecía arrancar hace una semana como una secuela de su éxito histórico, El tiempo entre costuras (entorno lisboeta y actores incluidos) para encaminarse de inmediato a una revisión entre Gran Hotel y El club de los poetas muertos. Dudamos que una profesora hace 90 años dispusiera un aula en forma de "u". Como sucedía enÁguila Roja, los pizpiretos profesores televisivos de otros tiempos parecen ser siempre antecesores de la Logse.

La ambición moderna de La otra mirada es centrarse sin complejos ni interferencias masculinas en cuatro historias de mujeres y un puñado de vivencias de muchachas que no terminan de convencer en una primera entrega: los que aguardaban un drama de época se quedan con las ganas de cierta enjundia y los jóvenes interesados por (necesarias en nuestra parrilla, que conste) historias de adolescentes se alejan de los cardados y esas gominas de antes de la guerra. Queda más libre la trama de misterio, la huida de la joven que huye de Lisboa y se dirige a la escuela sevillana donde ha de destapar un secreto crucial para su vida.

Macarena García es la directora de la escuela que de forma soterrada intenta despegarse de los métodos antiguos de su antecesora, su madre, en lo que parece el típico conflicto intergeneracional. Patricia López Arnaiz (La peste), la fugada y libre Teresa, muestra maneras. Pero los desplantes, muchas frases y algunas relaciones personales se antojan anacrónicos y extraviados al tiempo de su contexto. La otra mirada no se distingue a primera vista de Acacias, 38, si acaso llama la atención por la iluminación natural sevillana que regala unas escenas exteriores impagables. Es una serie con vocación de serial, con mucha palabra y previsibles personajes en cuadrícula. A ver si mejora...

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