El personaje desquiciado de 'Velvet'

Manuela Velasco: "A Cristina Otegui le decían de todo"

  • La actriz acaba de rodar en Cádiz 'Antes de la quema' y se incorpora a la segunda temporada de 'Velvet Colección', bajo demanda en Movistar +

Manuela Velasco como Cristina Otegui en 'Velvet Colección'

Manuela Velasco como Cristina Otegui en 'Velvet Colección' / Movistar

Se encuentra en Madrid recién llegada de Cádiz de donde viene sorprendida por el ambiente del rodaje de Antes de la quema, de Fernando Colomo. Manuela Velasco es una perfeccionista del escenario  y también de los resortes de la comedia, que considera mucho más difícil que el drama. Su personaje en Velvet, la vehemente Cristina Otegui, regresa con la segunda temporada en Movistar +, Velvet Colección y  que puede verse bajo demanda en la plataforma. 

–Cristina regresa a las galerías Velvet, a Barcelona. El resto de personajes se echa a temblar...      –Haga lo que haga Cristina siempre será la loca, la villana. Terminó desquiciada pero  fue víctima de los demás. La que vuelve a Velvet Colección es una mujer que ha sufrido mucho, que la han desterrado, repudiado.  Se ha recuperado, ahora es fuerte y regresa para  enfrentarse y a recuperar lo suyo que le birló  su hermano Enrique (Diego Martín).

–¿Vuelve como una mala más?                                                                                                               –Vuelve guerrera pero, hombre, que sea mala... En la primera etapa de Velvet no es justificable el  dolor que le hicieron todos. La Cristina Otegui que vuelve no es empática, ni tampoco simpática... no busca amigos. Sólo busca su dinero y el poder perdidos.

–Pese a que su personaje era engañado por Alberto (el personaje de Miguel Ángel Silvestre) a usted le decían de todo.                                                                                                                        –En la calle y en las redes. Era divertido ver cómo me trataban según lo que le sucedía a Cristina, pero había personas que se pasaban. La gente me  paraba y me criticaban que fastidiara el cuento de hadas. Nadie se acordaba de que Otegui era la esposa de Alberto. Me han dicho de todo, pero como además Velvet se ha visto en muchos otros países,  ha sido a nivel mundial. En la calle no se atreven a decirte de todo, lo peor fue con el anonimato en las redes sociales...

–¿Ha recibido insultos por confundir ficción con realidad?                                                                   –Unos insultos terribles...  Nunca había tenido ni facebook ni twitter, pero me entré en instagram. Los insultos me violentaban, después  entendí que esas reacciones eran producto de un buen trabajo.

–¿Usted tiene que algo que ver con el carácter de Cristina?                                                                –En la vida soy muy distinta. En una foto de mi cumpleaños recibí una catarata de comentarios que me deseaban lo peor. El punto de inflexión fue cuando colgué una página del guion con los diálogos de Cristina y Ana (Paula Echevarría), cuando la arrojaba por la escalera.  “Para los que confunden ficción con realidad”, dije. Y funcionó.

–¿Con un personaje tan temperamental es fácil caer en la exageración involuntaria?                      –Lo suyo es no caer en el exceso, pero tal como terminó Cristina era inevitable que se volviera desequilibrada. Era cuestión de probar cosas exageradas, pero en este personaje todo tenía un fundamento real de dolor. Son personajes que si continúan mucho en el tiempo sí pueden caer en la caricatura.

–¿Por eso  reduce la tensión?                                                                                                              –Cuando la maquinaria está en marcha, como sucede con Velvet Colección, los personajes cumplen una función. Cristina ahora es una instigadora contra su hermano. Mi personaje tiene menos matices. En esta nueva tanda me encontraba con Raúl de la Riva (el personaje de Asier Etxeandía), después de tantos años, tras repudiarme. Nos emocionó a todos pero en la maquinaria de la serie actual ese reencuentro no se podía extender. Son situaciones que se tienen que sacrificar con la reducción de tiempo .

–¿Estamos en otra historia?                                                                                                                  –Velvet Colección es otra historia. Y Cristina viene a animar el cotarro.

–Queda para la historia aquel encuentro con su tía en Velvet.                                                          –Para mí ha sido de lo más ilusionante que he vivido en mi profesión.   Nuestras tramas no se cruzaban pero pedimos que se tropezaran. Me conoce tan bien. Concha improvisó lo de “esa señorita me recuerda a una sobrina que yo tengo...”. 

El encuentro de Concha y Manuela Velasco en 'Velvet'

–¿Le preguntan a diario por su tía, tal vez la artista más admirada en España?                                –Mi tía tiene todos los honores. Forma  parte de la cultura popular. Ella me tenía que aguantar en el teatro, desde pequeñita, porque iba todos los días a verla, estaba pegada a sus faldas. Lo que más me gustaba era entre funciones salir a solas al escenario. He visto funciones más de 500 veces y cada día era distinto, que es lo que vivo cuando hago teatro.

–Aunque suene cursi, ¿es la magia de las tablas?                                                                                –Sí. Cada día es distinto.  Escuchas las voces, dicen el mismo texto, pero cada día ocurre algo diferente: porque cada día  no es el mismo público, ni los ánimos.  Encuentras un significado distinto en cada frase.  Y por supuesto, el vértigo del directo. En cine y televisión siempre puede haber una toma más.

–¿Teme a la comedia?                                                                                                                             –Es dificilísima. Eso sí que es  artesanía, la comedia funciona como una partitura musical.  Todo tiene que ir afinado,  a su rtimo. Un segundo después el gag no funciona. En Cádiz con la película de Fernando Colomo lo he vuelto a comprobar. Estás sobre una cuerda. Si caes en el momento oportuno, muy bien, si no, la broma queda patética. 

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