Feria de san isidro | vigésima tercera en la plaza de las ventas

Castella, épico, por la Puerta Grande

  • El francés corta dos orejas al quinto toro tras una espeluznante cogida

  • Ponce, con vergüenza torera, y Colombo, que confirmaba y evidenció su bisoñez, de vacío

La mayoría de miradas, con un lleno de No hay billetes, estaban puestas en el veterano maestro Enrique Ponce, en una tarde en la que confirmaba alternativa el joven venezolano Jesús Enrique Colombo y entre ambos llegaba el francés Sebastián Castella, quien a la postre se convirtió en el triunfador, abriendo la Puerta Grande de Las Ventas por quinta vez en su carrera. Lo consiguió por la vía épica.

Castella realizó una faena muy emotiva por su máxima entrega y buen toreo ante un toro serio y con mucha clase que le cogió para matarle cuando lanceaba a la verónica. La paliza fue de órdago y en la refriega el toro le pudo inferir cornadas en la espalda, el cuello, la cabeza... El torero se levantó noqueado y, tras vendarle el pie izquierdo, volvió a la cara del toro cojeando para una faena marcada por la épica que comenzó de rodillas en las rayas. Con la derecha logró muletazos templados, un fallero de infarto o gallardos pases del desprecio. Lo más redondo, una serie en la que tras un cambio de mano continuó con la zurda. Faltó toreo con la izquierda, pues al toro ya apenas le quedaba cuerda y embestía sin recorrido. Se tiró a matar de verdad, como una vela y enterró la espada arriba en la suerte suprema, en la que también se libró por tablas de una cornada. Tras el impacto de la cogida y la respuesta del torero que se tiró a matar o morir, se desató la emoción. Fue premiado con dos orejas, con protestas de parte del público por aquello de que faltó peso en el toreo al natural.

Con su anterior toro, serio, exigente y que soltaba la cara, Castella realizó una faena con altibajos, salpicada de excesivos enganchones en la que falló con la espada para ser silenciado.

Enrique Ponce también dio la talla en vergüenza torera. Su primero fue devuelto por su descoordinación. En su lugar, saltó un sobrero de Valdefresno, bajo, que se frenaba de salida y con el que bregó muy bien Mariano de la Viña. Ponce se lució con el capote, especialmente en una soberbia media verónica en un quite. En la faena, que comenzó con unos bellos doblones, brillaron tres naturales antes de un desarme, con el toro ya a la defensiva. Mató de entera y recibió una fuerte ovación tras leve petición de oreja.

El cuarto, con buenas hechuras, peleó con bravura en el caballo -le zurraron muy fuerte la badana- y buscó por ambos pitones en la muleta en un trasteo con vergüenza torera de Ponce, que mató de pinchazo y bajonazo.

Jesús Enrique Colombo, que confirmó alternativa, con Ponce de padrino, fue silenciado en su lote. Evidenció su todavía bisoñez. Demostró facultades en el tercio de banderillas, desigual, ante su lote. En su primero pecó de mala colocación y finiquitó al astado de pinchazo y estocada.

Ante el sexto, complicado, que pedía dominio, apostó por abrir faena de rodillas y en la distancia larga, siendo desarmado en dos ocasiones. Hubo más desarmes en un trasteo en el que faltó mando. Rubricó su labor con un espadazo.

Cuando la noche caía sobre Madrid, Castella, tras pasar por la enfermería para ser infiltrado, atravesaba por quinta vez en su carrera la Puerta Grande de Las Ventas. De nuevo, otra salida a hombros que traerá polémica.

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