Toros

Curro Díaz y Aguilar, a hombros, y decepcionante reaparición de Caro Gil

  • El jiennense corta tres orejas y el madrileño consigue un apéndice del segundo y los máximos trofeos del quinto

GANADERÍA: Corrida de la ganadería Toros de El Torero, en conjunto buena en presentación y juego. Al cuarto le premiaron con la vuelta al ruedo en el arrastre. TOREROS: Curro Díaz, de azul y oro. Pinchazo y estocada (oreja). En el cuarto, estocada (oreja). Sergio Aguilar, de azul y oro. Estocada contraria y estocada (oreja). En el quinto, estocada (dos orejas y rabo). Antonio Caro Gil, que reaparecía, de grana y oro. Cinco pinchazos y un descabello (silencio tras aviso). En el sexto, dos pinchazos, estocada casi entera y tres descabellos (silencio tras aviso). Incidencias: Plaza de toros de Huércal-Overa. Domingo 21 de octubre de 2012. Un tercio de entrada. Destacó en la brega y banderillas José Manuel Montoliú. Curro Díaz y Sergio Aguilar fueron sacados a hombros.

Interesante festejo en la centenaria plaza de toros de Huércal-Overa con motivo de sus fiestas patronales, en el que triunfaron el diestro jiennense Curro Díaz y el espada madrileño Sergio Aguilar, quienes salieron e hombros tras cortar tres orejas y tres orejas y rabo, respectivamente, en un espectáculo en el que el jerezano Antonio Caro Gil, que reaparecía tras cuatro años retirado, se mostró inseguro ante su lote.

La corrida con el hierro Toros de El Torero, resultó buena en su conjunto tanto en presentación como en juego.

Curro Díaz se gustó en dos faenas breves y con sabor. Ante el cinqueño que abrió plaza, que resultó noble y repetidor, la mayor virtud estuvo en la ligazón.

Con el cuarto, Dorado, un castaño, al que se le premió con la vuelta al ruedo, volvió otra vez a calar en el respetable en un trasteo en el que hilvanó muy bien los pases. Brilló en una serie por cada pitón, con bellos muletazos. Y destacó fundamentalmente en pases de pecho hondos, que morían en la hombrera contraria.

Sergio Aguilar se mostró firme ante su lote. Con el segundo toro del encierro, un ejemplar que embestía con calidad, trasteo que cerró con manoletinas y en el que descolló por su quietud y firmeza.

Al noble quinto, al que dejó crudo en varas, lo lanceó previamente con verónicas de rodillas. En la faena, asentado, trazó buenos muletazos templados. Se tiró de verdad para una estocada contundente, que fue decisiva para que le concedieran los máximos trofeos.

Antonio Caro Gil, torero de buen corte, que reaparecía tras cuatro años sin vestirse el traje de luces, acusó el período fuera de los ruedos. Con el bravo tercero, repetidor, no logró asentar las zapatillas y para colmo estuvo desconfiado a la hora de matar. Con el sexto, un astado castaño, serio, tomó el olivo cuando lanceaba. Con la muleta y la espada, la historia prácticamente fue la misma.

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