Aranjuez

Daniel Luque marca las diferencias con su solidez en una tarde triunfalista

  • Roca Rey también cortó tres orejas y Morante tan sólo consiguió un trofeo

Daniel Luque con la muleta en Aranjuez.

Daniel Luque con la muleta en Aranjuez. / Víctor Lerena (EFE)

Hasta siete orejas se repartió hoy la terna en la tradicional corrida de San Fernando de Aranjuez, celebrada con el máximo aforo permitido cubierto de un público triunfalista, pero en la que el sevillano Daniel Luque marcó las diferencias por la solidez y la auténtica maestría de su toreo. En una tarde de tanta expectación, con aficionados llegados desde muchos puntos de España y Francia, el gran lunar fue concretamente la pobre presentación de la corrida de Núñez del Cuvillo en la plaza donde esta ganadería gaditana debutó con cuatreños hace ya 34 años.

Le faltó seriedad, en todos los aspectos, al sexteto llegado desde El Grullo, así como fondo y raza suficiente para aguantar la lidia, aun sin que los picadores llegaran siquiera a aplicarse con un mínimo rigor. Pero, con todo, salieron dos toros de mucha clase, alegría y recorrido en sus arrancadas y que, por cosas del azar, cayeron en el lote del peruano Roca Rey, que llegaba como estrella del cartel y con el público a favor, por lo que acabó cortando las mismas tres orejas que paseó Daniel Luque, solo que con muy distinto peso específico. Y es que el diestro peruano ni calentó a ese público favorable ni sacó tampoco todo el partido posible que ofrecía el tercero, un astado cuya nobleza y calidad pedían más pulso y sutileza que él le aplicó con un toreo excesiva e innecesariamente exigente, en una faena poco fluida a pesar del claro recorrido de las embestidas del animal. Por eso le cortó solo una oreja.

Roca Rey durante una de las faenas en la plaza de toros de Aranjuez. Roca Rey durante una de las faenas en la plaza de toros de Aranjuez.

Roca Rey durante una de las faenas en la plaza de toros de Aranjuez. / Víctor Lerena (EFE)

También tuvo mucha calidad, y medidas fuerzas, el sexto, con el que esta vez Roca se lució especialmente con el capote, en un armonioso galleo por tapatías y en un vistoso quite por saltilleras y largas, así como en un aparatoso inicio de muleta con las dos rodillas en tierra. Pero fue precisamente con eso, con lo espectacular y el toreo efectista que también desplegó al final como únicamente pudo llegar Roca al tendido, ya que en las tandas de muletazos fundamentales, por el mismo motivo que antes, no hubo ni ligazón ni temple. Aun así, y tras dos descabellos, le premiaron con dos orejas.

Las otras tres de Luque llegaron por distinta vía, y tuvieron mayor justificación, en tanto que, pese a la poca duración y raza de sus dos toros, el sevillano acabó sacándoles partido con un sobrado oficio y, lo que es más importante, con una sólida determinación, que derivó en momentos de gran temple y ajuste. Así le pasó con el primero, que se aburrió y se rajó pronto, pero al que acosó y buscó hasta que se le fue a las tablas, para apurarlo tanto como al quinto, un astado de muy poco fondo con el que aún tuvo tiempo de torear con gran hondura a la verónica, tanto de salida como en el quite. Le faltó toro a Luque para redondear la tarde, pero las pocas y cortas embestidas que restaban de ese quinto se las pasó por la misma faja y muy despacio hasta que lo tumbó de un soberbio espadazo.

Morante de la Puebla dejó solo destellos de su arte con un primero que duró un suspiro y con un cuarto que aún aguantó menos, pero al que hizo un quite por chicuelinas muy "sevillano" y lo tumbó de un espadazo fulminante, después de sorprender a todos cogiendo las banderillas para clavar un torerísimo par al quiebro, en un detalle más de su genialidad.

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