Toros

Ginés Marín consigue el único trofeo en el mano a mano con Antonio Ferrera

  • Se lidiaron toros de Zalduendo, Garcigrande y Victorino, de dispares hechuras y juego

Ginés Marín.

Ginés Marín. / oto / efe

Fue una corrida de no muchos momentos estelares, pero Ginés Marín cortó una oreja al único toro potable de la corrida y Antonio Ferrera estuvo soberbio ante ese Victorino complicadísimo. Con algo más de media entrada, se lidiaron toros de Zalduendo (1º y 6º), uno de Garcigrande (2º), uno de Domingo Hernández (5º) y dos de Victorino Martín (3º y4º). Feo y desclasado el primero; noble el segundo; muy encastado y difícil el tercero, un victorino de los antiguos; soso el cuarto, sin recorrido ni entrega; manejable el quinto; y sin humillar el sexto. Antonio Ferrera, silencio, ovación tras dos avisos y silencio. Ginés Marín, oreja, ovación tras aviso y silencio.

Un gran puyazo de José María González al toro Mojadillo, de Victorino Martín, una lidia a la antigua de Antonio Ferrera a ese astado, y ese mismo toro, tan encastado, tan fiero, de tanto sentido y tan complicado, llenaron la tarde oliventina de sentido. Toro nada aparatoso. Era un punto veleto, pero estrecho de sienes. Mas de mirada viva, muy viva. Nada se le escapaba y, como los toros antiguos del genial ganadero recientemente fallecido, los toros de hace 30 o 40 años, ya fue tobillero en el capote de Antonio Ferrera. Se acordaba de lo que dejaba atrás. Y en eso que se cambió el tercio. Salió a picarlo José María González, un varilarguero muy joven. Le echó el palo adelante y el puyazo cayó justo donde termina el morrillo, justo donde hay que picar los toros. Fue un puyazo enorme, aguantando la embestida del toro, que se empleó en el caballo. La lidia después de Ferrera fue modélica. El victorino tuvo un genio difícil de domeñar. Faena, la del extremeño, meritísima, y la lástima fue el malísimo uso que hizo de la espada.

En la corrida también hay que valorar y destacar la faena que Ginés Marín hizo al segundo de la tarde, un toro de Garcigrande de bonitas hechuras y noble embestida. El jerezano lo cuajó con el capote, y le hizo una faena cadenciosa, muy ligada, de torero artista, rematada con una estocada recibiendo. El resto de la tarde tuvo poco que relatar. Ferrera le hizo una larga faena al quinto, un toro noble y bondadoso de Domíngo Hernández, y Ginés Marín se topó con un victorino de sosería proverbial, que no humillaba ni se desplazaba. Y de los dos de Zalduendo podíamos decir que lo mejor es correr un tupido velo. Feo y basto el primero, que tuvo medias embestidas, y sin humillar y sin entrega el sexto. Con ellos poco pudieron hacer Ferrera y Marín.

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