Toros

Imposible hacer el toreo con una novillada como la de Las Ventas

  • Destaca Álvaro Sanlúcar con el capote ante su primero Juan Leal cobra la estocada de la tarde en su segundo

Una novillada descastada e imposible para hacer el toreo de la ganadería de El Serrano marcó un festejo aburrido y de muy poco contenido artístico.

No hubo tela que cortar por culpa del descastadísimo encierro de El Serrano que echó por tierra todas las posibilidades de triunfo de tres jóvenes espadas de entre los que destacó Alvaro Sanlúcar por el estilo reposado y sereno que dejó entrever en su debut en Las Ventas.

Los novilleros, que en mayor o menor medida solventaron la papeleta como pudieron, ya que los principales culpables fueron los seis utreros.

Juan Leal tuvo en primer lugar un novillo que, a pesar de lo revoltoso que fue en el capote, no aportó prácticamente nada en el último tercio. El francés, que lo recibió con una larga de rodillas, trató de cuidarle en los primeros compases con la muleta; pero el astado, muy soso, parado y sin terminar de pasar, no quiso pelea, por lo que la faena no tuvo trascendencia a pesar del empeño baldío en la distancia corta.

No pudo remontar su tarde Leal con el cuarto, novillo también descastado que acabó quebrantándose en los primeros compases del trasteo, disipando todas las posibilidades del galo que no pudo pasar de discreto. Lo único destacado, la gran estocada.

Sorprendió Sanlúcar en el recibo a su primero por lo bien que manejó el capote, echando los vuelos por delante y abrochando los lances muy atrás, con mucha expresión, si bien es cierto que no todos salieron limpios. Todo hay que decirlo.

Compone muy bien la figura Sanlúcar, con cierto gusto en la interpretación, dando distancia, citando con la muleta adelantada y tratando de conducir con largura las embestidas de un novillo noblote pero un punto protestón por el derecho.

Al natural si logró Sanlúcar pasajes interesantes, con muletazos de uno en uno despaciosos y con "pellizco", lo mejor de una faena que, sin embargo, no acabó de "romper" lo suficiente.

El sobrero de Aurelio Hernando que hizo quinto fue un manso sin disimulo, muy abanto y distraído, recorriendo todos los terrenos sin hacer caso a capotes, y saliendo rebotado de caballo a caballo donde no se empleó. En la muleta tampoco se prestó, brutote y cabeceando constantemente. Sanlúcar hizo el esfuerzo para lograr momentos entonados pero aislados sobre la zurda, pero esta vez el conjunto fue más deslavazado por los enganchones y un par de desarmes.

Campos se mostró animoso y variado en el capote a su primero, al que toreó con limpieza aunque poco ajuste en el prólogo de una faena de muleta voluntariosa pero de poco relieve por la falta de casta y clase de su oponente, muy descompuesto, soltando mucho la cara y quedándose corto. Puso empeño en un epílogo en las cercanías al hilo de las tablas con el animal ya desfondado, pero ni así. Con el sosísimo y frenado sexto, faena tan afanosa como insulsa en la que hubo cositas sueltas. Esta vez si le funcionó la espada y por ello recibió una cariñosa ovación de despedida.

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