Toros

Iván Vicente se revaloriza con una firme y torera actuación

  • Vicente y Pinar, dos toreros a tener en cuenta Triunfo ganadero de Salvador Gavira que echó cuatro toros de buen juego

plaza de toros de madrid Ganadería: Cuatro toros de Gavira, de desiguales hechuras y remates, y de buen juego en distintos grados; y dos -cuarto y quinto- de Carriquiri, más aparentes pero faltos de casta y clase TOREROS: Iván Vicente buena estocada (oreja); y dos pinchazos y estocada (vuelta) Rubén Pinar desprendida y cuatro descabellos (vuelta tras aviso); y estocada (ovación) David Galván estocada ligeramente trasera (ovación tras dos avisos); y pinchazo, media atravesada y cuatro descabellos (silencio tras aviso) INCIDENCIAS: Algo más de un cuarto de entrada en tarde calurosa

Qué buena tarde de toros la de ayer en Madrid. De primeras, "chapeau" para Salvador, ganadero de Gavira, pues, aunque lidió sólo cuatro toros, menudos fueron. En el recuerdo, sin duda, su padre, don Antonio, artífice de una cuidada y laboriosa selección en los genes de sus toros.

De igual manera, fue también notable la actuación de Iván Vicente, que tuvo en sus manos la salida a hombros; no obstante, causó una gratísima impresión que le debe suponer una puerta abierta de par en par para entrar en el próximo San Isidro.

Como Rubén Pinar, que asimismo toreó con mucha suficiencia, temple y compromiso, aunque el fallo a espadas no le permitió finalmente pasear el trofeo. Dos toreros, por tanto, resucitados en el verano madrileño. A Vicente como a Pinar hay que tenerlos otra vez en cuenta a partir de hoy.

La primera faena de Vicente fue para paladares exquisitos. En el capote dejó lances aislados de buen porte; pero lo mejor llegó en la muleta, donde el quehacer del madrileño aunó buen gusto y temple, plasmando muletazos de exquisito trazo sobre ambas manos ante un toro noble y con calidad en las embestidas. Faltó quizás profundidad para mayor rotundidad. No importó. La obra de Vicente fue algo delicioso, de toreo elegante, bello y de mucho aroma. Gustó tanto que, tras la estocada, paseó una oreja de ley.

El cuarto, primer remiendo de Carriquiri, tuvo tanta fachada como poco empuje, moviéndose a su aire, sin humillar. Pero Vicente volvió a recetar muletazos de mucho sentimiento, tirando muy bien de su antagonista para llevarlo largo, limpio y templado.

Enorme capacidad del torero de Soto del Real, muy metido siempre en la faena, perfecto en la colocación, y con asiento y suficiencia. Qué pena los dos pinchazos previos a la estocada final, los que, a la postre, le cerraron una Puerta Grande que ya tenía entreabierta. Así y todo la vuelta al ruedo supo a trofeo.

El primero de Pinar fue un animal demasiado vareado para una plaza como Madrid, es decir, muy justo de presencia. Pero más allá de su apariencia, lo bueno fue que también respondió en el último tercio, aún con su punto de mansedumbre de querer irse suelto al final de cada pase.

Rubén Pinar estuvo muy centrado con él, toreando con reposo, mejor si cabe al natural, por donde firmó pasajes con desmayo, de mano baja. La figura relajada, todo con cadencia y muy reunido, como las grandes faenas. Lástima que al final se atascara con el uso del descabello, lo que le hizo perder un triunfo cantado. La vuelta al ruedo, no obstante, tuvo su peso en oro.

El quinto fue el garbanzo negro de la corrida. Toro desclasado y sin apenas recorrido por su manifiesta falta de casta. Pinar aquí no tuvo opción a nada.

Galván sorteó en primer lugar un toro que, pese a moverse, no tuvo la calidad de sus hermanos anteriores, y Galván dejó retazos de buen toreo, aunque la faena no llegara nunca a tomar altura por mucho que insistiera el gaditano, al que llegaron a tocar un aviso antes de montar la espada.

El sexto pecó de pocas fuerzas, además de partirse un pitón por la cepa, lo que terminaría limitando su juego en la muleta. Galván asumió su poca suerte con una tarea de tanto ahínco como escaso lucimiento.

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