Toros

Joselito Adame se consagra en Madrid, aunque pierde la gloria

  • Pierde la puerta grande por la espada malogrando una importante faena al sexto de la tarde

El mexicano Joselito Adame cortó una oreja en el festejo que inauguró ayer la Feria de Arte y Cultura de Las Ventas, y perdió la Puerta Grande por malograr con la espada una importante faena al toro que cerró plaza.

Pocas veces un mexicano conquista Madrid con la rotundidad con la que lo hizo ayer Joselito Adame, un torero que a punto estuvo de desbancar al maestro Eloy Cavazos como el último azteca en abrir la Puerta Grande de Las Ventas, hace ahora 41 años, hasta que la espada, a última hora, le privó de la gloria.

¡Maldita espada!, habría que clamar, pues Adame estuvo sensacional toda la tarde. Seguro y poderoso, nada monótono, buscando siempre las vueltas para lograr dos planteamientos distintos a cada una de sus faenas, que no era empresa fácil, pero también "cumbre" en lo artístico, con relajo, empaque y hasta pellizco en los remates. Toreo grande se mire por donde se mire.

Adame, que ya se hizo presente por chicuelinas en su turno de quites al segundo, supo ser paciente con el tercero, toro manso en los primeros tercios, al que costó un mundo "meter" en el caballo, y que esperó e "hizo hilo" en banderillas.

La papeleta no se antojaba fácil, pero ahí estaba el pequeño gran hombre hidrocálido, que desde el primer momento vio que la única manera para domeñar al astado era a base de darle sitio de inicio, y, posteriormente, llevarle siempre muy "tapado", sin quitarle el avío de la cara para poder ligarle los muletazos, guión que llevó a rajatabla.

Adame se mostró tan centrado como seguro, compendio que sólo da la madurez y el buen oficio, para pegarle varias tandas a derechas de muy buena composición, con la muleta planchada y adelantada para embarcar al burel, que sólo veía trapo hasta que le daba salida con el de pecho.

Al natural surgió una serie de especial aroma, a pesar de que el toro era menos claro por ahí, y a vueltas a la diestra, la faena empezó a ir a más, con un toreo compacto y sin concesiones. Un torerísimo epílogo por abajo puso fin a una obra que sólo tuvo el lunar de la mala colocación de la espada, mas no fue óbice para que le concedieran la oreja.

Y menos mal, porque al echar la vista al "palco" y ver al señor Martínez como mandamás del festejo más de uno se acordó de lo de Aguilar. Menos mal que esta vez se ahorró el espectáculo bochornoso de aquel día.

Con media Puerta Grande abierta se fue Adame a toriles a recibir de hinojos al que cerró plaza, toro con "carbón" aunque un punto rebrincado, al que, a base de colocación, temple y mucha seguridad, acabó domeñado por un torero poderoso y capaz, que logró tandas de muletazos largos y sentidos sobre ambas manos.

Miraba de reojo el hombre la puerta de la gloria, la tenía en su mano, todo dependía de él, pero, ya está dicho, la espada no quiso esta vez aliarse con él. Así, todo quedó en una vuelta al ruedo sin trofeo, pero México puede sentirse orgulloso del pedazo torero que tiene.

Ferrera y Marín fueron, esta vez, simples testigos mudos de la gran tarde de Adame, pues, a pesar de no corresponderles toros poco propicios, tampoco ellos estuvieron al nivel esperado, especialmente el catalán, al que se vio desdibujado y hasta desbordado por momentos, fruto, tal vez, de los pocos contratos de los que disfruta en las últimas temporadas.

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