Toros

Miranda sencillamente soberbio

  • El diestro triguereño se deja colgada de la espada una tarde de grandioso toreo Ginés Marín sale a hombros con dos orejas Tres notables toros de Millares salvan el balance ganadero de la tarde

FERIA de Valverde del camino Ganadería: siete toros de Manuel Ángel Millares, -uno como sobrero del devuelto quinto- de muy buena presencia y nobles. Faltos de fuerza y fuelle segundo, cuarto y quinto. Primero, tercero y sexto, aplaudidos en el arrastre, sobre todo ese gran toro que con mucha clase, sirvió para cerrar plaza. TOREROS: Posada de Maravilla: oreja; saludos tras leve petición. Ginés Marín: oreja; oreja. David de Miranda: oreja; saludos. INCIDENCIAS: destacaron entre las cuadrillas Daniel Oliver, Jesús Márquez, José Antonio Carretero, Manuel Izquierdo, Fernando Pereira y Pedro Muriel que se desmonteraron tras parear con brillantez en sus respectivos toros. Tarde de calor con tres cuartos de plaza cubiertos.

DESNUDÓ de trofeos esa espada mal usada la faena al sexto de la tarde. Tan desnuda que suena a injusticia por tanto toreo como tuvo dentro esa faena soberbia, maciza, inteligente y de un calado, con ese toreo al natural, que se antoja injusta esa tropelía que el acero cometió con un mal matador pero con un torerazo inmenso que ayer volvió a dar, frente a una corrida bien cuajada de Manuel Ángel Millares, una importante dimensión.

Desnuda, sí, de orejas y rabos que era el camino lógico que llevaba ese sexto acto de la tarde cuando la plaza más crujía en esos oles, que no eran de nadie, sino de todos. Tuvo calidad y el suficiente brío ese castaño que cerró plaza para irse tras los vuelos de la muleta buscando sin remisión esa continuación de un muletazo limpio, trazado con la máxima dulzura con la que un torero puede torear a un toro. Queriéndolo, amándolo en cada secuencia de una tarde, que irremediablemente había sido suya de principio a fin. Sí, de Miranda. Toda la tarde suya por arrogancia torera, por dos faenas llenas de un poderío apasionante, y de un temple que sirvió de argamasa para que el tercero de la tarde se fuese arriba. Todo un compendio de toreo al natural, caprichoso y embelesado el tendido en dejarse llevar por la profundidad y el calado que tuvo ese toreo con la izquierda. Cortada la oreja del primero, por otra faena intensa y mandona sin agobiar, la consecuencia era haberse ido irremediablemente a hombros. Pero se trancó la suerte, la distancia, la precipitación y todo se lo llevó esa espada que certeramente fue suprema para dejar la miel en los labios. Que el tiempo no será capaz de borrar mientras el recuerdo de ese inmenso torero que ayer fue Miranda en Valverde, perdure entre las luces de una tarde que se llevó a los puntos Ginés Marín, por una faena aseada y ciertamente discreta ante un toro que tuvo nobleza y clase, aunque le faltó motor para emocionar. Certero matador, ahí se apuntó un trofeo el extremeño, que después acrecentaría en su segundo turno tras una lidia ciertamente atropellada por parte de la presidencia que hizo certeras las protestas ante la condición de poca fuerza del toro, devolviendo antirreglamentariamente a ese quinto cuando estaba ya en la faena de muleta.

Omito pasaje cabestrero, y devolución al canto porque no quiero distraer ni una línea para enjaretar esa faena de Marín a un sobrero, con nobleza pero medido de raza, al que supo aprovechar hasta el límite, una muleta poderosa. Lo suficiente como para apuntalar con otra buena estocada la Puerta Grande.

Posada tuvo un buen toro en el que abrió plaza. Noble y repetidor, el de Millares se fue entre aplausos al desolladero, tras entregarle al torero la oportunidad de un pitón derecho extraordinario al que Posada aprovechó en series de buen toreo, haciendo las cosas con gusto y mucha torería hasta cuajar con la espada su única oreja en la tarde. Frente al cuarto, Posada de Maravilla estuvo muy por encima de las condiciones de un toro muy parado, al que le costó entregar con brío sus embestidas. Aquello se diluyó como un azucarillo y Posada salió a saludar al aire d e una tarde que recuerda todavía al que de verdad le ha echado la muleta abajo a ese bravo sexto para dibujar con un trazo suave y profundo, el toreo.

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