Toros

Oreja de bronce para El Cid y de oro para Miguel Ángel Perera

  • Sebastián Castella perdió el trofeo por la espada y fue herido en los genitales

Nada que ver la oreja que paseó El Cid del primero con la que cortó Perera al último. Aquella con muy pocos pañuelos en la petición, mientras que en ésta sobraron y muchos en demanda del doble trofeo. Se equivocó el presidente puesto que en el agravio comparativo tampoco tuvo en cuenta que ya en el toro primero de Perera no quiso atender una petición de oreja similar a la que le había dado pie para concedérsela a El Cid.

Al margen de esa incompetencia presidencial, la corrida tuvo secuencias interesantes también sin final feliz. Por ejemplo, la emotiva faena del reaparecido Castella al tercero de la tarde, estropeada a última hora con la espada. Y el nuevo percance del propio Castella, herido en los genitales por el quinto.

Pero hay que ir por partes. Y lo primero es el final, lo más importante de la corrida y de lo que se lleva de feria, la faena de Perera al sexto. Tuvo la suerte el torero de encontrarse con el toro que más empujó y con más clase del envío. Y a la recíproca, también al fuenteymbro le vino de perlas la firmeza, la seguridad y el alto grado de pundonor por parte de Perera.

Reafirmados toro y torero, el animal acudió pronto a los cites, y humillado, mientras el hombre le esperaba inmóvil, enganchándole por delante para llevarle muy cosido, y despacito, recreándose en la interpretación. Planta muy torera la de Perera, toreando con ajuste y verdad, mientras crecían en número los pases de cada serie de lo que se conoce por lo fundamental. Esa sucesión de muletazos magníficamente engarzados, tan aparentemente fácil, tan solemne y majestuosa, nacía también en el temple, y a partir de ahí la ligazón y la hondura. Fue uno de esos encuentros de no va más que tanto está prodigando Perera en las grandes ferias este año.

Parece mentira que el palco no quisiera darse por enterado ninguneándole la salida a hombros. Quizás da igual, porque para una obra cumbre las orejas deberían ser simples despojos. Eso.

El Cid le pegó muchos pases, y no todos buenos, al primero, que tuvo movilidad pero no fue toro completo al defenderse mucho con la cara arriba. En el cuarto, de recorrido corto, también El Cid se quedó a medias en muchas cosas, fundamentalmente con la espada.

Y de Castella queda dicho que si mata a su primero le corta la oreja. El mérito fue dejar puesta la muleta entre pases, obligándole a repetir las embestidas. Fueron pases limpios y muy bonitos, con parón muy bien resuelto. Ya en el quinto, el toro que le sacó sus partes, Castella estuvo sólo lo que se podía: valiente, que no es poco.

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