Toros

Padilla, trofeo al pundonor

Buena entrada con un alto porcentaje de partidarios de los diestros y público festivo que aplaudía con la misma intensidad un par de banderillas en la cara que a cabeza pasada; o bien, un muletazo a velocidad de rayo que un pase templado. Hasta tal punto sucedían cosas extrañas que a El Fandi en el tercero de la tarde, parte del público le solicitó la oreja y tras arrastrar al toro no hubo ni ovación. Es decir, para un sector de espectadores lo fundamental es decir que han estado en una corrida en la que se han dado muchas orejas. Tema para un tratado sociológico.

El espectáculo comenzó con un minuto de silencio por el banderillero sevillano Antonio Codeseda, fallecido a los 77 años. Tras su etapa novilleril en la década de los 50, Codeseda se pasó a las filas de plata en 1965 y actuó hasta finales de los años 90, a las órdenes de casi todos los grandes toreros de Sevilla, como Manolo González, Curro Romero, Espartaco o José Antonio Campuzano.

En cuanto a lo acontecido en el ruedo, Juan José Padilla, un torero con un mérito tremendo -antes jugándose el pellejo ante tremendas corridas toristas y ahora tras la pérdida del ojo izquierdo por aquel terrible percance en Zaragoza en 2011-, se alzó como triunfador, consiguiendo el único trofeo de la tarde del quinto toro, tras una labor voluntariosa y meritoria.

Ese quinto toro de Torrestrella, colorao, altote, largo, armado en cornidelantero, no fue gran cosa. Suelto de salida, mal picado, tuvo más cuerda que el resto. Padilla logró las mejores verónicas de la tarde, libró una cornada por reflejos en una colada escalofriante, cuando llevaba el toro al caballo. En banderillas, prendió tres pares con facilidad. Y con la muleta realizó una labor desigual, en la que lo más meritorio fue una tanda entonada al natural. Con la diestra, anteriormente, toreó muy ligero. Mató de estocada entera algo trasera y hubo petición mayoritaria de oreja, que el presidente concedió.

Con el segundo, que se rajó de inmediato, acometiendo con embestidas cortas, Padilla brindó a su picador Antonio Calvo, tras jugársela en una larga cambiada de rodillas frente a toriles. El jerezano estuvo muy hábil recogiendo al toro para llevarlo al caballo. Banderilleó de nuevo con facilidad, con un buen par de dentro afuera; aunque el personal se rompió las manos con el tercer par, al violín. En la faena, que comenzó con derechazos de rodillas junto a tablas de sol, consiguió un par de tandas con la derecha muy aplaudidas, aunque los muletazos fueron rápidos. Por el izquierdo resultaba imposible hilvanar los pases. Tras un pinchazo y una estocada dio una vuelta al ruedo.

El Fandi dejó patente su capacidad atlética en banderillas, donde cosechó varias ovaciones ante su lote; aunque otra cosa fue la colocación. Con el tercero -nuevo simulacro del tercio de varas- basó su trasteo con la diestra, consiguiendo al final la tanda más brillante, con un gran pase de pecho.

Con el sexto, reservón y siempre con la cara alta, realizó una labor porfiona, sin frutos, con brindis a Rivera Ordóñez. Desde las dos largas cambiadas en los tercios hasta una estocada resolutiva, pasando por el tercio de banderillas, El Fandi se entregó en todos los tercios, sin conseguir brillar.

Por su parte, Manuel Díaz El Cordobés, que abría la terna, en una actitud inhabitual en él, despachó al noble primero sin intentar faena y con el recortadito cuarto anduvo de nuevo desconfiado.

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