Toros

Percance de Juan Miguel con ganado de deshecho en Las Ventas

novillada en las ventas Ganadería: Novillos de Gabriel Rojas, de muy desiguales arboladuras, hechuras y remates, aunque, en general, resultaron bastos y grandones; y de juego también variado. Destacó el tercero; noble y dócil, el primero; soso y desrazado, el segundo; orientado y peligroso, el cuarto; complicado, el quinto; y sin clase el sexto. TOREROS: Juan Miguel, dos pinchazos y estocada (silencio); y no pudo matar a su segundo novillo, que finiquitó Crespo de: seis pinchazos, estocada baja y siete descabellos (silencio tras dos avisos). Daniel Crespo, estocada ligeramente contraria (ovación tras aviso); y estocada tendida (ovación). Diego Carretero, pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio tras aviso); y pinchazo y estocada atravesada (ovación). INCIDENCIAS: En la enfermería fue atendido Juan Miguel de "luxación posterior de codo izquierdo y contusiones múltiples. Pronóstico reservado". Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del subalterno Francisco Membrilla "Pacorro", fallecido el pasado día 11 de junio a los 83 años. La plaza registró menos de un cuarto de entrada en tarde veraniega.

El novillero Diego Carretero, que hacía su debut en Madrid, hizo lo más interesante del festejo celebrado hoy en Las Ventas, una tarde condicionada por las tremendas desigualdades de la novillada de Gabriel Rojas y por el percance de Juan Miguel.

Una novillada impresentable. Eso por delante. Un zoológico vacuno en el que diez de los doce pitones que asomaron por los chiqueros apenas daban miedo, muy abrochaítos, demasiado cómodos para la exigencia ganadera de Madrid. Los cuatro restantes (los del quinto y sexto), en cambio, sí lucieron mayor seriedad.

Y también suspendieron en hechuras, muy bastos y destartalados; y eso que vinieron a sustituir al encierro inicialmente anunciado de Castillejo de Huebra, rechazado en el reconocimiento veterinario. Cómo serían aquellos.

Luego la tarde pasó del sopor de un primer tramo anodino a la congoja que provocaron los últimos novillos. La peor parte se la llevó Juan Miguel, que pagó la inocentada de la repetición llevándose dos volteretones de aúpa y cayendo lesionado.

El primero de Juan Miguel fue el más impresentable por delante del sexteto. Tampoco tuvo excesivas fuerzas, pero tuvo nobleza y docilidad en la muleta, virtudes que no aprovechó el madrileño, al que le faltó pulso y precisión en una faena de escaso contenido.

El cuarto, también gachito, en cambio, fue más basto, además de desarrollar peligro por su tendencia a meterse por los dos pitones. En una de esas coladas Juan Miguel acabó por los aires. Tremenda paliza se llevó, quedando totalmente desmadejado y volviendo a ser prendido otra vez en unos momentos de verdadera angustia.

Ya no le dejaron volver y marchó directo a la enfermería. Le correspondió a Crespo el papelón de dar muerte a semejante barrabás, que le hizo también tragar quina con la espada.

No tuvo nada de gracia el primero de Crespo, berreón, se movió casi por compromiso, sin emplearse, muy deslucido. El gaditano puso voluntad en una labor sin apenas eco, a pesar de un par de cositas con la zurda ya en el epílogo. Y lo mejor de todo es que, ni corto ni perezoso, salió a saludar una ovación sin apenas aplausos en los tendidos.

En el último le perdió a Crespo su propia falta de confianza para pasar nuevamente de puntillas, aunque le diera otra vez por saludar desde el tercio.

El novillo del debut en Madrid de Carretero fue el mejor del envío, encastadito y con movilidad, con el que el de Hellín anduvo animoso y con ganas, quizás las que le hicieron acelerarse al principio, sin acabar de templar y amontonándose por momentos, y más sosegado en el tramo final con el animal también más apagado.

Debido al percance del compañero Carretero tuvo que estoquear en quinto lugar el sexto novillo, el más serio de los seis y otro de los complicados de verdad. Un animal con la cara natural, probón y de lo más incierto, con el que el joven debutante anduvo de lo más decoroso para solventar la papeleta dignamente.

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