Toros

Uceda y Flores, la cara y la cruz de una tarde amable en Madrid

  • El madrileño le debe al público la única oreja del festejo El mexicano sufre una cornada grave con dos trayectorias

Es posible que la gente, cansada de tanta monotonía a lo largo de las veinticuatro tardes seguidas de San Isidro, busque en este otro ciclo la diversión a toda costa, sin entrar a valorar de forma rigurosa y detallada lo que acontece en el ruedo.

Ya pasó el año pasado, cuando hubo excesiva condescendencia con algunos trofeos paseados, e incluso una Puerta Grande algo generosa también. Y en esta línea parece seguir esta temporada.

Por este motivo, la "orejita" que paseó Uceda Leal de un gran sobrero de Sánchez-Dalp no fue, ni por asomo, justo premio a una faena intermitente, en la que la emoción la puso el toro, que no cesó de embestir hasta "comerse", al madrileño.

Lo único que puede anotarse como positivo de esta actuación de Uceda es el airoso saludo a la verónica, un par de naturales aislados de exquisito trazo, varios detallitos de cierta elegancia en el epílogo, y una gran estocada. Si con esto es suficiente para cortar una oreja en Madrid que venga Dios y lo vea.

El resto de la faena apenas tuvo poso, con un toreo espaciado y "al hilo", un punto deslavazado y sin entrar en profundidades, aprovechando la codicia del animal para acompañar los muletazos, que salieron rapiditos y algunos hasta tropezados.

Pero, lo que son las cosas, la gente aplaudiendo cosas que, hace menos de una semana, hubieran sido motivo de protestas crispación. Cuando entró la estocada a la primera la plaza como loca. Ni el "siete" censuró nada. Ver para creer. Una oreja, de esas de las que con el tiempo nadie se acuerda.

El resto de faenas de Uceda, que tuvo que hacerse cargo de tres astados tras el percance de flores , tuvieron escasa trascendencia. Con el noble y desrazado segundo llevó a cabo una faena anodina y sin poso, donde toro y torero estuvieron en un permanente punto de desencuentro. Y con el rajado sexto apenas pudo pasar de la probaturas.

A Curro Díaz le tocó bailar con la más fea, el lote más deslucido en conjunto. Si acaso su primero, noblote pero apagándose como una vela, le dejó esbozar algo de su personal y aromático toreo, mas todo fue un espejismo. El quinto fue toro áspero y sin clase con el que hizo un esfuerzo baldío, que no le llevó a nada.

El peor parado fue el confirmante mexicano Flores, que resultó herido de gravedad precisamente en el toro de la confirmación, el más toreable de los titulares, con buen fondo pero mermado por su poca raza, con el que Flores estuvo voluntarioso sin más.

No acabó el espada azteca de entenderse con él en el toreo fundamental, aunque en el parón final si logró trascender a unos tendidos que se estremecieron con las fea voltereta que sufrió el torero a la mitad del trasteo, y que acabaron enmudeciendo al ver como Flores volvía a salir trompicado en la suerte suprema.

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