Toros

En las arenas almonteñas, el toreo

  • Una gran entrada de público, primer éxito de una tarde donde primaba la generosidad de todos los actuantes Víctor Puerto actuó en lugar de Daniel Luque, anunciado en Pamplona

Tarde de arenas almonteñas. Peregrinar rumboso de muchos compromisos con las causas anunciadas en esos carteles que habían pregonado toreros de campanillas. Tarde para paladear sensaciones que dejan un brindis cercano, un gesto, el crujir del percal de un capote puesto. Ocasión para dejarse notar las huellas de los caballos toreros de Andrés Romero, cada vez más cabal en ese rejoneo que suscita emoción y el premio justo de los trofeos a cambio de ese otro premio que persiguen enhiestas y atentas las orejas y llenas de vida las crines que marcan el quiebro y la pirueta de Guajiro frente al novillo, noble y con temple bueno, que llegó de Los Espartales con ese aire de torito bravo frente a ese rejoneo que sigue entusiasmando, no por paisanaje sino por calidad.

Arena mullida, andada desde la hidalguía de un recibo capotero con afán de plaza grande y que después se quebró en ese brindis cercano y oído del jerezano Padilla a la camarista de la Virgen almonteña. "Tu que andas tan cerca de Ella, dile que su protección me hace mucho bien".

Después de hinojos, otra vez sobre la tierra de una tarde generosa, donde encontrar al pundonor que no pudo matar ese torillo de Ana Romero. Padilla en estado puro templando la clase grande también del coloraote de Albarreal, al que antes habían cuajado con los rehiletes el propio Padilla y Escribano, invitado de honor en ese segundo tercio.

Tarde de infinitos matices y de Finitos toreros. Juan Serrano, a veces desde la propia indolencia, surgiéndole ese toreo generoso para el espectador. El despacioso, el que busca las claves del toreo al relance del temple más puro y dejándolo llegar desde el puro instinto de un torero que sabe hacer soñar cuando él sueña.

Potente, férreo y torero, Puerto con el cuarto de la tarde. Amortiguando con la muleta la voracidad de un viaje áspero y bravo del más feo de hechuras de la tarde. Poderoso el manchego que vino en lugar de Luque, ausente por presente en Pamplona.

Y cierre. Broche de un torero que ya manda en los tendidos, porque pone a más gente que nadie sobre ellos. Miranda y su aire de novillero cada vez más cuajado con el capote, cada vez más cierto en el poder de la muleta que lleva, desplaza y manda sobre la embestida, asumiendo el toreo desde ese valor que no renuncia a nada que haga falta para el triunfo a costa de un novillo que obedece la muleta con mando del de Trigueros.

Por las arenas almonteñas se marchan ya los toreros, faenas generosas al viento de las necesidades de la vida. Cada uno, camino del éxito más cierto: el de mañana. Ayer, ya la tarde se la llevó el tiempo y sólo mañana, en Pamplona, Padilla seguirá oyendo el grito, endeble pero apasionado, de ese niño que decía: "¡Vamos Padilla!".

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