Toros

Un extraordinario Escribano, de suave trazo y rúbrica perfecta

  • El sevillano, que sustituía a El Juli, corta dos orejas a un nobilísimo 'miura', premiado con la vuelta al ruedo Rafaelillo y Castaño también destacan en un emotivo espectáculo

Espectáculo muy emotivo. A 21 de abril de 2013, un escribano de la zona, concretamente de Gerena, sustituía a quien a día de hoy es el notario del reino en lo taurino, don Julián López El Juli, que yace herido tras ser corneado el pasado viernes. Este Escribano, de nombre Manuel, enloqueció a la Maestranza con el suave trazo de su muleta, especialmente al natural, inscribiendo una amplia variedad de suertes con el capote, pintando con acierto un gran tercio de banderillas y firmando todo ello con una rúbrica perfecta, una estocada en corto y por derecho, que la hubiera firmado el mismísimo Machaquito. Todo ello lo realizó con un toro de Miura marcado por su nobleza. El público ovacionó de principio a fin una actuación que marcará -si existe la justicia- una pléyade de oportunidades para el joven espada sevillano.

La corrida había estado marcada por muchas y variadas emociones. Pero el cárdeno Datilero acometió con la dulzura del más dulce dátil. Y Manuel Escribano, pese a las escasas oportunidades con que ha contado en la pasada temporada, demostró que ha cuajado en un gran torero. Con el valor de un guerrero y la naturalidad de un fino torero, se la jugó frente a toriles en una larga cambiada de rodillas, lanceó de pie, prendió tres pares de banderillas, muy ovacionados -tras el tercero, al quiebro y por los adentros junto a tablas, puso al público en pie-. En la muleta, tras una buena tanda con la diestra, un espectador se arrancó flamencamente y acabó diciendo en su cante "...tenemos torero de valor". Pero el guerrero, con los sones de un pasodoble de fondo, también fue pura naturalidad, con un toreo de finura y templado por ambos pitones, dibujando algunos naturales a cámara lenta para el recuerdo. Una serie con la izquierda, rematada con un soberbio pase de pecho, fue excelsa. Las palmas echaban humo. Cierre por trincherillas. Y luego, luego... una estocada en corto y por derecho en la que se tiró a morir. Delirio del público, dos orejas y vuelta al ruedo para ese dulce árbol de bravura, de nombre Datilero.

Escribano estuvo firme con el tercero, un ejemplar que embestía mejor por el pitón derecho y buscaba por el otro. También se la jugó en una larga cambiada de rodillas, muy expuesta. Anduvo fácil en banderillas y con la pañosa en labor que comenzó con dos escalofriantes pases por la espalda.

El murciano Rafaelillo contó con el peor lote. Con el peligroso y corniveleto toro que abrió plaza, estuvo valiente en una labor voluntariosa. Y se la jugó con el de peores intenciones, el cuarto bis, serio, sustituto de un toro devuelto tras partirse un cuerno, y que no aparentaba los ¡616 kilos! que pesaba. El pequeño Rafaelillo tiró de su gigante corazón en un trasteo a la antigua.

Javier Castaño, aunque dio una vuelta al ruedo tras despachar al cuarto, estuvo mejor ante su primer oponente, en el que tres pinchazos previos a una estocada le impidieron ganar un trofeo. Capoteo sobre las piernas hasta los medios. Y faena inteligente, técnica y de categoría de un torero en sazón, a un toro al que dio distancia y al que toreó bien por el pitón derecho -el bueno del astado- y aguantó el tipo por el izquierdo. Su cuadrilla, formada por Marcos Galán, que bregó el lote, David Adalid y Fernando Sánchez, en banderillas, así como sus picadores Tito Sandoval y Fernando Sánchez, deleitó a los aficionados.

El quinto, por su blandura, engañaba. Sus embestidas fueron bruscas. La labor, firme, en la que descolló una tanda diestra, estuvo salpicada de demasiados enganchones.

La tarde fue para un Escribano de suave trazo y rúbrica perfecta.

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