Toros

Dos orejas en tarde triunfalista en el comienzo de la miniferia de Madrid

  • Pablo Mora y Francisco de Manuel cortan sendas orejas en una novillada de López Gibaja

Francisco de Manuel, en un remate.

Francisco de Manuel, en un remate. / p. l. v.

Dos orejas, una para Pablo Mora y otra para Francisco de Manuel, fue el balance del primer festejo de la Feria de la Comunidad de Madrid en Las Ventas, una tarde amable y triunfalista en el que ninguno de los trofeos cortados tuvo apenas peso. Con un tercio de entrada, se lidiaron novillos de Antonio López Gibaja, desiguales de presentación y juego. Amor Rodríguez, ovación y silencio tras dos avisos. Pablo Mora, oreja y palmas. Francisco de Manuel, oreja vuelta al ruedo tras petición con aviso.

Triste y triunfalista espectáculo, en el que se cortaron dos orejas que, en otros tiempos, hubieran sido como mucho sendas ovaciones con saludos, ni siquiera una vuelta al ruedo. Pero se cortaron gracias a un público en las antípodas del otrora aficionado venteño. La primera orejita la cortó el debutante Pablo Mora al segundo, un novillo manso y sin fuerzas, cuyo paso por el caballo fue mero trámite, y que, como no podía ser de otra forma, no sirvió para la muleta, demasiado agarrado al piso y a la defensiva. Y la faena del madrileño no pasó de los simples detalles, algunos muy buenos como dos o tres naturales de excelente trazo, y, sobre todo, un soberbio espadazo. Si llega a meterle la espada al noble y apagado cuarto seguro que le hubieran pedido otro trofeo por otra faena de fogonazos aislados. En su favor hay que decir que no tiene mal corte este novillero, habría que verle con oponentes más propicios.

El otro debutante, Francisco de Manuel, cortó la oreja del tercero por una labor voluntariosa, animosa, de las de estar en novillero, aunque en lo artístico poco o nada pudiera resolver. No hubo ni una serie compacta, todo demasiado tropezado y faltó más sosiego y sobraron prisas. Pero dio igual, incluso que la espada se le fuera una cuarta abajo. La gente ya había entrado en el bucle del todo vale, y así cayó el trofeo. El público volvió a ponerse como loco con él tanto en el tercio de banderillas como en un eléctrico inicio de hinojos. Pero en lo fundamental se le ve que le falta rodaje, aunque, eso sí, a voluntad y entrega no le gana nadie. Y, para rematar la tarde, casi corta otra oreja con una estocada de cualquier manera y dos descabellos.

El peor parado fue Amor Rodríguez. El torrejonero diseñó una labor tan correcta desde el punto de vista técnico como fría e insulsa al noble y desrazado primero; pero peor fue lo del cuarto, un animal bruto y sin clase con el que le entró la congoja a raíz de un susto mediada la faena, librándose después de milagro del tercer aviso.

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