Quinta de abono

El poco juego de los toros logra arruinar la tarde en Los Califas

  • Enrique Ponce mostró su buen momento, aunque sus oponentes no le permitieran lucidez Morante de la Puebla salpicó su actuación de torería con detalles para el recuerdo Alejandro Talavante volvió a quedar inédito en el coso de Los Califas.

El miedo es una cualidad inherente a todo ser humano. El valor por tanto no es más que otra cualidad. Cualidad que no consiste en otra cosa que superar al miedo. El torero, por muy valeroso que parezca, siempre tiene miedo. Miedo al dolor físico, miedo a la muerte, miedo al público y miedo a si mismo. Por todo esto el torero tiene que superar al miedo en muchas vertientes. Por eso ese mismo miedo, le lleve a que su instinto de conservación sea puesto de manifiesto de forma notoria.

Uno de los miedos a superar por los que se visten de luces es al toro. Es un animal de comportamiento agreste, fiero, salvaje, bravo. Al menos eso es lo que se espera. Hoy, el torero, para superar esa aversión al toro, ha buscado un animal con un comportamiento excesivamente bonancible. El toro ha perdido muchos de sus atributos primigenios. Es excesivamente dulcificado, buscando atemperar uno de esos miedos tradicionales. Es por ello que el toreo de hoy carece de muchas emociones que otra en época eran básicas para la fiesta. El toro que saltó ayer al albero califal, era ese astado que el torero moderno impone para pasar menos miedo. Falto de casta, de pujanza, de fiereza, de codicia, falta de todo. La torería lo demanda tarde tras tarde, el miedo es menor, aunque si te coge te puede hacer el mismo daño que otro con todas sus virtudes e integridad. Es el toro de hoy, el que sale tarde tras tarde y el que hace que muchos festejos pasen sin pena ni gloria.

En la tarde de ayer tres toreros, con mas que probada capacidad, se estrellaron con una corrida de Zalduendo vacía y hueca. Una corrida apta solo para el rastro, porque para una lidia dinámica y viva, tuvo sólo carencias. Motivo este que hizo que en Los Califas la tarde fuese soporífera, salvándose sólo de cuando en cuando por algún fogonazo de arte, ese que venden, que no tiene miedo. Sólo eso y siendo muy generosos.

Volvió Ponce a Córdoba. El torero de Chiva es querido en esta plaza. Se topó con dos toros de similar condición. En su primero, con el que no tuvo lucimiento alguno con el capote, le cuajó un trasteo en su línea. Una faena en que la técnica fue su principal fundamento y pilar. El lucimiento fue nulo. El toro no tenía capacidad alguna para transmitir emociones. Todo quedo en la corrección y poco más. En su segundo, al que lanceó con plasticidad pero con poco ajuste, le hizo una faena larga. Sabido es que el valenciano tarda en desarrollar sus faenas de muleta. Son trasteos de menos a más, que alcanzan plenitud cuando su técnica se impone al toro. Todo se cumplía según el guión, pero cuando todo comenzaba a tomar cuerpo, un desarme hizo que tuviese que empezar de nuevo. Resumiendo, una faena correcta y que alcanzó con la diestra los pasajes más meritorios. Cortó una oreja tras una estocada.

Volvía Morante de la Puebla a Córdoba tras el acontecimiento del pasado año. Con un público muy a favor, el de La Puebla estuvo muy voluntarioso. Buena su disposición, queriendo siempre agradar con su personal sentido del arte de torear, y nunca mejor dicho. Morante tiene una personalidad única que hace que en cualquier momento salte la chispa. Un capotazo, un pase por bajo, un trincherazo, un ayudado o un simple pase por alto. Todo está aderezado por algo distinto. Morante no cuajó nada con la rotundidad del pasado año, algo difícil de repetir, pero hay que reconocer que a la más mínima ocasión puede surgir el toreo. Prácticamente inédito con el percal. Un delantal, alguna verónica y poco más. Con la muleta, lo ya expuesto. Cuando menos se espera aparece el duende. Mejor en su primero, en una faena que tuvo mucha, pero que mucha, pinturería y gracia. Lo mejor las dos tandas finales con la derecha. Templando y ligando los muletazos con ese sello único. Media estocada y oreja al esportón. En su segundo todo quedó en voluntad y detalles. El inicio de faena fue con tres pases por bajo que hacía presagiar algo grande, pero el criado en Zalduendo pronto evidenció todas las carencias del toro de hoy. La faena discurrió a base de fogonazos. Muletazos sueltos, sin continuidad y sin orden. Quizás si la espada hubiera viajado con corrección hubiera tenido premio, pero dos pinchazos que precedieron a una estocada hicieron que Morante de la Puebla únicamente recogiese una ovación desde el tercio.

Cerraba el cartel el extremeño Alejandro Talavante, que una vez más pasó por Los Califas con más pena que gloria. Talavante llega año tras año de puntillas por Córdoba, nunca ocurre nada pero siempre vuelve. Los éxitos en otras plazas nunca son ratificados en Los Califas. Una tarde más su actuación no fue la esperada. Se topó con dos toros de muy distinta condición, pero con el denominador común de la falta de entrega.

En su primero, al que lanceó con correctas formas, desistió rápidamente de intentar hacer faena. En los inicios el animal se quedó debajo de la muleta en un par de ocasiones, se defendió soltando la cara y Talavante se apresuró en acabar con aquello con premura. Fea estocada tendida que asomó y una estocada. El benévolo público cordobés se enfadó con el torero, aunque luego tras el arrastre del toro, silenciase su breve labor. Su segundo animal tuvo otra condición, aunque a la postre durara muy poco. Nada sucedió en los dos primeros tercios. Cuando la tarde ya daba sus últimas boqueadas, y sin que nadie lo esperase, Talavante se dirigió despaciosamente a los medios dispuesto a brindar la faena. Tres estatuarios en los medios, con mucha quietud, hacían presagiar que algo podía suceder. La fijeza del toro y el desarrollo de los primeros compases hicieron concebir alguna esperanza, pero luego todo se fue disipando por unas u otras cosas. Talavante es un torero anárquico. Su faenas carecen de armazón. Todo lo deja a la improvisación y eso al final se termina pagando. Sobre todo cuando se equivocan terrenos y distancias. El toro, en los inicios de faena, acudió franco en los cites en los medios; poco a poco el torero lo fue cerrando en los terrenos de dentro. El animal lo acusó y perdió toda la buena condición que apuntó en el prólogo del trasteo. No obstante, ya siempre en terrenos de dentro, Talavante entresacó alguna serie con algún muletazo interesante. Cerró con unas manoletinas ceñidas y mató de una estocada que estuvo precedida de dos pinchazos que hicieron perder toda la opción a premio.

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