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Aires provenzales en las copas

  • Los rosados pálidos, que en España están de moda desde hace pocos años, emulan a los del sur de Francia

  • Se trata sin duda de un vino muy fresco, goloso y elegante

Ahora que empieza el buen tiempo, siéntese en su lugar favorito y disfrute de un vino fresco, goloso y elegante: un rosado de Provenza o de estilo provenzal. El vino francés nació en Provenza. Alrededor del año 125 a.C. los colonos focenses y griegos plantaron las primeras vides. La Edad Media fue una época floreciente, cuando los vinos de esta región se servían en las mesas de Papas, reyes y nobles.

La naturaleza y los hombres han dado forma en la Provenza a paisajes magníficos y tradiciones profundas, con viñedos rodeados de mágicos campos de lavanda y pueblos de un encanto arrollador. Aunque en el siglo XIX, con el ataque de la filoxera, muchos viñedos fueron abandonados, actualmente los vinos de la Provenza, herederos de esta tradición, se crían en esta tierra mediterránea con carácter fuerte y templado. Formidable tierra para descubrir por los aficionados a la buena vida, el viñedo provenzal está salpicado de magníficos y prestigiosos lugares.

El viñedo de la Provenza se extiende desde el sur de Aviñón hasta los Alpes Marítimos. Se caracteriza por una gran heterogeneidad en su situación tanto geológica como climática, si bien con un clima mediterráneo predominante; hay zonas más frías en las que la influencia del viento es determinante.

Encontramos las Appellations d'Origine Contrôlées (lo que correspondería a nuestras Denominaciones de Origen) Côtes de Provence, Côteaux d'Aix, Les Baux, Côteaux Varois, Bandol, Palette, Cassis, Côteaux de Pierrevert y Bellet.

Las más famosas y reconocidas internacionalmente son Bandol y Côtes de Provence.

Una insolación perfecta, una pluviosidad muy moderada, un terroir de excepción: eso explica que los vinos de Bandol sean famosos desde hace mil años.

Los vinos blancos, de cuerpo pajizo claro, no representan más de un 5% de la producción. No obstante, estos vinos son deliciosamente afrutados y florales. Los vinos rosados, de color muy pálido, no son nada sosos, ¡muy al contrario! Pero son los vinos tintos los que realmente le dan su fama y renombre. De color granate oscuro, contienen muchos taninos, siendo un poquito ásperos cuando son jóvenes, pero no desean otra cosa que envejecer para desarrollar un bouquet sutil de frutos rojos, un ligero sabor a pimienta, a vainilla y a regaliz.

La superficie del área de producción AOC Côtes de Provence implica que no hay un único vino de Côtes de Provence sino, varios vinos de Côtes de Provence.

Desde luego, la dominante climática es la misma en todas partes del terroir: exposición al sol y pluviosidad moderada, pero los matices tienen mucha importancia. En efecto, los terroirs de las inmediaciones del mar Mediterráneo están sometidos a inviernos benignos y a calores moderados durante los veranos cuando en los del interior del país hiela durante el invierno y sufren verdaderas canículas en julio y en agosto. Si se añade a estos elementos la diversidad de los vientos, la multitud de variedades de cepas y todos los factores humanos, se puede entender mejor que podamos estar encantados un día o decepcionados al siguiente por los vinos de Côtes de Provence.

De modo general, los vinos blancos, que representan menos de un 10% de la producción son muy suaves cuando provienen del litoral, y más agresivos cuando provienen de las colinas.

Los vinos tintos, menos conocidos y a veces desconocidos, merecen frecuentemente una mejor reputación que la que tienen cerca de los consumidores. Se muestran a veces ligeros, frescos, vivarachos. También pueden ser corpulentos, cálidos, con un gran bouquet y acompañar divinamente un plato en salsa al igual que lo harían los « grandes » de Borgoña, Burdeos o Côtes du Rhône.

Los rosados son muy variados, colorados, aromáticos y sabrosos pero cuando provienen de un buen viticultor, estos vinos seducen a lo largo de una comida, especialmente si el sol está presente. Más de un 60% de la producción provenzal está dedicada a los vinos rosados. En el sur de Francia es el aperitivo por excelencia si preferimos el vino a otra bebida en ese momento del día.

Este tipo de rosados está siendo elaborado desde hace varios años por unas cuantas bodegas españolas con gran éxito, aunque dicen, lo más difícil es hacer entender al consumidor que la palidez no significa baja intensidad ni aromática ni sápida. La revolución rosa que se ha extendido durante los últimos años por el viñedo global ha afianzado sus brotes en el vino español. El aficionado espabilado se habrá percatado de que, en añadas recientes, muchas bodegas de las diferentes regiones vinícolas de este país han transformado drásticamente las referencias de esta tipología en sus respectivos catálogos.

Así, de la noche a la mañana, los rosados vernáculos han ido mutando de color -ya no se llevan los tonos intensos, que remiten a la fresa o la frambuesa, sino los tenues matices asalmonados, en la línea del rosa pálido que los franceses han dado en llamar ojo de perdiz- al mismo tiempo que orientan su expresión organoléptica a la fruta más roja y más sutil, con preponderancia de sensaciones cítricas que se corresponden con una generosa acidez. Todo ello, en beneficio de la frescura y el trago fácil.

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