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VISITA NOCTURNA GUIADA

Luz de Mañara para la Caridad

  • Los candelabros iluminan un recorrido por las estancias del hospital y la historia de su impulsor.

"Un hospital para los pobres y una iglesia para los notables". De esta forma concibió Miguel de Mañara el Hospital de la Caridad desde que en 1663 fuera elegido hermano mayor. Cinco siglos después se continúa ejerciendo la labor social en este hospicio y, desde hoy jueves durante las noches del 6, 8, 14, 15, 16, 21, 22, 28 y 29 de agosto, así como los jueves 12 y 26 de septiembre, se podrá acceder al recinto para visitar las distintas estancias de la hermandad a la luz de las velas, tal y como lo hacían algunos de sus protagonistas como Valdés Leal, Pedro Roldán, Murillo o el propio Miguel de Mañara.

En pleno siglo XVII, Sevilla era una ciudad llena de contradicciones, pues el auge que se había vivido en el Renacimiento distaba mucho con la actual cantidad de maleantes, pícaros y pobres que poblaban las calles de la ciudad. Por este motivo, la Hermandad de la Caridad actuaba como asistente de enfermos abandonados y el enterramiento de ajusticiados y ahogados. Pero cuando Mañara ingresó en la hermandad en 1661 supuso una verdadera revolución de principios, pues quiso atender a los muertos, pero también a los vivos. De esta forma, en 1664 creó el hospicio que abría sus puertas desde la caída del sol hasta el amanecer y que, al año siguiente, estaría disponible durante todo el año. A lo largo de la visita, organizada por Engranajes Culturales, que arranca en la Sala de Cabildos, donde se tomaban las decisiones de la hermandad o se nombraban a los hermanos mayores, se accede a través de patios e intrincadas escaleras a las salas en las que se llevaban a cabo determinadas actividades de la vida de hermandad. Es el caso de la Sala de la Virgen, donde se acumulaban las camas de los enfermos que normalmente eran alrededor de 50, pero que, por necesidad, llegaron a ser 150. En esta estancia se encuentra una de las pocas esculturas de Valdés Leal, como es la Virgen del Rosario, que da nombre a la sala.

La luz de un candelabro guía el recorrido hacia la Puerta de los Hermanos, por la que se accede a la Iglesia de la Caridad, en la que, en un ambiente totalmente sobrecogedor por el silencio y la limitada iluminación, se pueden admirar las obras de Murillo, Valdés Leal o el retablo mayor de Pedro Roldán. Al presumible valor estético de las pinturas que flanquean el templo, se le suma un claro sentido catequético, impulsado por Mañara. Las piezas exponen los principios de la hermandad, como son el traslado de enfermos al hospital, a partir de la obra San Juan de Dios; la asistencia a los mismos, promovida por una confrontación entre lo bello y lo repugnante, en la obra Santa Isabel de Hungría; y el entierro de los difuntos, en el retablo Entierro de Cristo, como la labor más antigua de la hermandad. Situado sobre la puerta de entrada, el coro se encuentra presidido por la culminación del sentido aleccionador que mantienen todas las pinturas. En una simulación del juicio final, se advierte de la intrascendencia de los bienes terrenales y de la supremacía de las buenas obras. De esta forma, a su vez, Mañara pretendía atraer donaciones que contribuyeran a la labor social del hospital.

El Patio de las Flores y el azulejo de la calle del Ataúd revelan más secretos de la vida de este ilustre sevillano, que dan lugar a costumbres que todavía hoy perduran como la donación de rosas a la Hermandad de la Macarena o la Esperanza de Triana para su procesión en la madrugada del Viernes Santo, o un intento de asesinato contra el mismo protagonista.

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