Si en Nocturama Bertrand Bonello convocaba a los zombi(e)s modernos de Romero entre los espacios del centro comercial contemporáneo convertido en fortín y refugio fantasmal para un puñado de adolescentes terroristas, Zombi child (estreno en Movistar+) viaja más lejos en la tradición literaria y cinematográfica de los muertos vivientes para emparentarse directamente con los relatos ancestrales de vudú y hechicería del Seabrook de La isla mágica, el Lugosi de White zombie o el Tourneur de Yo anduve con un zombi.
Su película se bifurca en dos caminos y dos tiempos: por un lado, el Haití de 1962, donde conocemos la historia (real) de Clairvius Narcisse, un joven sometido a un sortilegio que lo lleva primero a la tumba y luego a la resurrección zombi, la explotación y la esclavitud en una plantación de caña de azúcar y el vagabundeo por la selva después de escapar de sus captores; por otro, la Francia contemporánea materializada en un internado femenino de la Legión de Honor donde se enseñan Historia, Literatura y los grandes valores de la nación bajo una estricta disciplina, un espacio cerrado, como en otros filmes de Bonello, donde unas adolescentes con una pequeña sociedad literaria secreta aceptarán como invitada a una misteriosa joven de origen haitiano, a la sazón nieta de aquel zombi errante.
Se conectan así a través de este último personaje las dos líneas de un filme en el que el género zombi recupera cierta esencia primigenia, la de sus ritos y su verdadero poder dentro de su cultura originaria, confrontado a un presente que nos habla de los viejos residuos coloniales, también de la historia reciente del país caribeño y su devastador terremoto, y de cómo la cultura blanca y su complejo de superioridad siguen apropiándose banalizándolas de la fuerza y el misterio de aquellos pueblos que un día sometió con las armas y la explotación. Podría decirse así que Zombi child ajusta cuentas con la Historia desde el presente y con el magnetismo de los relatos de misterio sobrenatural, devolviendo a sus verdaderos protagonistas ese poder perdido y arrebatado por Occidente y sus formas de representación.
Como de costumbre en Bonello, la narración desdoblada se cuece a fuego lento entre tiempos, espacios y gestos: la noche americana oscurece el relato de vagabundeo del abuelo zombi hasta su definitivo regreso a la vida veinte años después; y la geometría de los lugares de la enseñanza y la disciplina, filmados entre travellings laterales, gestos coreográficos, canciones rap de letras explícitas y sonidos electrónicos que rememoran las viejas bandas sonoras del género.
De igual forma, el director de El pornógrafo, Casa de tolerancia y Saint Laurent se reserva para el tramo final ese crescendo de montaje casi operístico que anuda y alterna tiempos, espacios, personajes y rituales en un clímax catártico de transferencias, posesiones y reajustes simbólicos. Al fin y al cabo, la fascinante y peligrosa fortaleza del vudú no puede servir caprichosamente a fútiles deseos adolescentes de venganza por un simple desamor.
Todo Tarantino en Cinesur MK2 Nervión
Cineasta esencial de la posmodernidad, criado en la escuela del videoclub de barrio, hijo de la historia del cine amplia y transversalmente entendida, de los clásicos norteamericanos a la serie B, del cine de yakuzas al de artes marciales, Quentin Tarantino es hoy por hoy uno de los contados valores seguros de ese cine norteamericano que aún apela a un espectador adulto. Maestro del diálogo y la palabra como motor narrativo, sabio modulador de tiempos ralentizados y aceleraciones súbitas, astuto remezclador de referencias escondidas y hacedor de homenajes encubiertos, el último Tarantino demuestra también que el cine puede y debe ser siempre una herramienta para reescribir la Historia o hacer justicia poética con sus víctimas y damnificados.
Cuando se cumplen 28 años del estreno de su celebrado primer largo, Cinesur MK2 celebra en pantalla grande su trayectoria y sus brillantes nueve largometrajes con un ciclo que los incluye todos en versiones originales subtituladas y también en versiones dobladas, al gusto del espectador. La fiesta empieza hoy jueves 15 con Reservoir dogs y prosigue hasta diciembre con Pulp Fiction, Jackie Brown, los dos volúmenes de Kill Bill, Death Proof, Malditos bastardos, Django desencadenado, Los odiosos ocho y Érase una vez...en Hollywood.
El humor en los cines africanos en Cicus
El Festival de Cine Africano de Tarifa y Tánger (FCAT), que tan buenas relaciones mantiene con el Cicus desde hace varias ediciones, abre boca en Sevilla antes de su celebración en diciembre (4-13) con la programación de un pequeño ciclo cuya finalidad es, entre otras, desmitificar el carácter serio o duro normalmente asociado a la cinematografía del continente. Los lunes 19 y 26 de octubre y los del 16, 23 y 30 de noviembre, el ciclo ‘El humor en los cines africanos’ ofrece diez muestras de comedias africanas recientes repartidas en cinco sesiones dobles.
La primera de ellas, el día 19 a las 19 h. y mediante el procedimiento habitual de reserva previa, podrán verse el corto tunecino Visa (La dicté) (2004, Ibrahim Letaief), y el largo de animación franco-costamarfileño Aya de Yopougon (2013, Abouet y Oubrerie), cuyo nexo común pasa por hacer comedia a partir de los juegos de palabras.
El estreno de la semana: 'Vitalina Varela'
De verdadero acontecimiento debemos calificar el estreno en salas de la nueva película del portugués Pedro Costa, maestro de las sombras, redentor de los olvidados, si acaso el único cineasta que ha entendido que el futuro del cine pasa irremediablemente por convocar a fantasmas y muertos vivientes. Su Vitalina Varela deambula por un particular purgatorio de extrarradio donde las almas vagan en busca de consuelo y descanso para su duelo. Obra maestra absoluta.
Vitalina Varela, trailer.
