Vivir en Sevilla

El descanso de los notables

Bajo la esbelta cúpula del Panteón de París están enterrados pensadores de la talla de Voltaire y Rousseau. Su homónimo romano, el Panteón de Agripa, no fue concebido como edificio funerario, pero es la última morada de Víctor Manuel II, primer rey de Italia. Estas dos imponentes construcciones tienen un hermano pequeño en Sevilla, el Panteón de los Sevillanos Ilustres.

Pese a su concurrida situación -en la calle Laraña, bajo la iglesia de la Anunciación- no es un lugar incluido en las rutas turísticas. En la actualidad, la Universidad de Sevilla es la encargada de gestionar la que fuera cripta de la Casa Profesa que la Compañía de Jesús tenía en lo que hoy es la Facultad de Bellas Artes. Tiempo después de que la Hispalense se hiciera con esta propiedad, en 1767, sus moradores pasaron de ser sacerdotes a personajes célebres -de nacimiento o de adopción-, que habían destacado en su trayectoria.

La encargada de explicar la evolución histórica de este espacio es Laura Caña, una de las dos estudiantes de Turismo que han conseguido una beca que las convierte en las guías de los espacios visitables de la Universidad de Sevilla: "Para acceder tienes que pasar un examen de conocimientos sobre los lugares que vas a enseñar y tener un buen expediente académico".

Los viernes a las 12:00, los grupos son recibidos en el antiguo claustro -lo único que queda del edificio de los jesuitas- para después dirigirse a las escaleras por las que se desciende a la cripta, dejando a un lado la portada que conectaba este subterráneo con la iglesia de la Anunciación. El mármol -blanco y rosado- y el granito destacan dentro de la cripta, que tiene planta de cruz latina y está iluminada con una luz tenue, en sintonía con la función que tiene.

Después de explicar el origen del lugar y su conversión en cementerio de ilustres, Caña pide al grupo -en este caso escolares de un instituto de Palomares del Río- que se mantengan en silencio: "Es un lugar de descanso". El origen y condición de los que allí reposan es muy variado. Los enterramientos más antiguos son los primeros que los visitantes se encuentran en el brazo derecho del crucero. Aquí yace, entre otros, Benito Arias Montano, capellán de Felipe II y gestor de la biblioteca del monasterio del Escorial. En la pared del mismo espacio se encuentran las tumbas de la familia Ponce de León, trasladadas desde el convento de San Agustín después de su desamortización.

Una vez que la guía ha explicado la zona más próxima a la entrada, el público se dirige a la nave principal, donde se encuentra la mayoría de las tumbas, casi todas del siglo XIX. Aquí se encuentra el morador estrella del Panteón de los Sevillanos Ilustres: Gustavo Adolfo Bécquer. El monumento, que cumple un siglo en este 2014, está presidido por un ángel que sostiene un escudo y el libro de las Rimas. El visitante, además de en la escultura neogótica, se fija en los papeles enrollados que hay dentro de su peana. No son otra cosa que dedicatorias y poemas de amor inspirados por el poeta sevillano, que comparte tumba con su hermano Valeriano.

Además de los románticos, los amantes del misterio también son un público objetivo para estas visitas. "Tengo amigas en Bellas Artes que han visto como se abren y cierran solas las puertas de las taquillas del sótano", apunta Laura Caña ante las preguntas de su público. La joven advierte que, en el caso de que se vaya la luz, será la primera en irse; y culpa de estos fenómenos al fantasma de Cecilia Böhl de Faber. Con el sobrenombre de Fernán Caballero, esta escritora suiza afincada en Sevilla, descansa tras una de las lápidas del fondo y, según la guía, es la culpable de las leyendas que se cuentan sobre este lugar. Un aliciente más para que esta desconocida cripta de célebres sea visitada por la población local, que, de esta manera, puede homenajear a los que destacaron en su patria chica.

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