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La liberación de la mujer a debate

  • Estudiantes de la UPO analizan la evolución de la mujer a través de cinco generaciones.

¿Ha progresado en su liberación la mujer? Cuánto, cómo lo ha hecho y respecto a quién. Un grupo de alumnos del grado Ciencias Políticas y de la Administración de la Universidad Pablo de Olavide han respondido a estas cuestiones en un trabajo conjunto de la asignatura Políticas de Género que imparte el profesor Rafael Rodríguez Prieto.

Durante dos meses, una treintena de estudiantes han analizado el libre ingreso de las mujeres en el sistema educativo y la incorporación de éstas al mercado laboral como garantía de libertad e independencia económica y psicológica utilizando como ejemplos sus propias familias. También han profundizado en otras variables, como la religión, la participación política y la familia -como agente de transmisión de valores y costumbres- con el fin de comprobar si estas variables son interdependientes del tiempo y, por tanto, cambian a través de las generaciones dentro de una misma familia.

El resultado de este estudio es un informe coordinado por nueve alumnos de la UPO que plasma la evolución de nueve familias concretas bajo el título Evolución genealógica de la incorporación de la mujer andaluza en los ámbitos educativos y laboral. "El trabajo es poco ambicioso pero por una cuestión de recursos y de tiempo", explica Alejandra Cosgaya, una de las alumnas que participan en el proyecto. "Al fin y al cabo no deja de ser una investigación de unas prácticas dentro de una asignatura y no le hemos podido dedicar más tiempo, pero mi intención es seguir profundizando en este tema. Es un trabajo abierto".

Entre las conclusiones del estudio, sus autores destacan la "importante" brecha educativa entre el hombre y la mujer analizada en las nueve familias analizadas, compuestas cada una por entre cuatro o cinco generaciones. Según este informe, el hombre accede a una educación o a profesiones formativas desde la segunda generación, y, en algunos casos, incluso desde la primera, mientras que las mujeres aprenden labores del hogar hasta prácticamente la tercera generación, coincidiendo con el cambio político hacia la democracia y la implantación de la educación obligatoria pública hasta los 16 años.

"Las mujeres vivimos continuamente sometidas a presiones. Tenemos que demostrar siempre que somos las mejores madres y las mejores esposas", señala Alejandra Cosgaya. "En el trabajo tenemos que demostrar muchísimo más que un hombre que merecemos un puesto y que, además, si nos quedamos embarazadas, esto no nos va a afectar en nuestro trabajo".

Cosgaya apunta hacia los medios de comunicación como uno de los principales agentes que continúan ejerciendo una presión sobre la imagen de la mujer. "Aún se siguen emitiendo muchos mensajes sexistas, especialmente en la publicidad, que oprimen al sexo femenino. Básicamente nos dicen que si somos más guapas conseguiremos más cosas en la vida".

Su compañera Carmen Fernández de Peñaranda, por su parte, destaca la diferencia existente entre el ámbito público y el privado: "A lo largo de la historia, la mujer siempre ha estado limitada al ámbito privado y no podía participar en el ámbito público. A partir de este informe, me ha llamado la atención que, en el ámbito público, las mujeres hemos alcanzado prácticamente la igualdad de derechos, pero en el ámbito privado sigue habiendo unas carencias, una estructura que no nos permite avanzar en la igualdad. No hemos soltado los lastres que arrastramos".

"Éste es uno de los grandes fallos", completa su compañero Luis Enrique Macarro. "Seguimos hablando de reparto de tareas del hogar, por lo que seguimos asumiendo que las tareas son propias de la mujer y al hombre hay que hacerle el reparto para que colabore. No nos damos cuenta de que no se trata de colaborar".

El profesor de la Olavide, y tutor del trabajo, Rafael Rodríguez destaca el "cruce intergeneracional de información" que se ha producido en su aula a partir de este estudio. "Tendemos a pensar que los derechos los tenemos porque sí y que nadie nos los va a quitar, pero con estas conversaciones, hay gente que ha descubierto cosas de su familia, y empiezan a valorar hasta qué punto los derechos se consiguen después de mucho esfuerzo, trabajo y sacrificio", anota el profesor. Su alumna Alejandra Cosgaya añade: "Este trabajo ha sido una oportunidad para hablar con nuestras abuelas, conocer sus experiencias y unirnos más a ellas".

Los autores de este trabajo se muestran interesados en continuar profundizando en la evolución de la mujer en la sociedad en la actualidad. "Nosotros hemos estudiado el pasado, la evolución de la mujer. Ahora lo propio sería analizar qué está pasando en la actualidad", comenta Cosgaya. "No debemos ser pesimistas", añade su compañera Carmen Fernández de Peñaranda. "Hemos analizado cinco generaciones y el cambio que se ha producido en los últimos 30 años ha sido brutal. Tenemos que ser conscientes de lo positivo, pero no seamos conformistas. Hay que seguir y preguntarse también hacia dónde vamos".

En este sentido, tanto el profesor como su alumna Alejandra Cosgaya se muestran más pesimistas: "Recientemente leí que  una empresa norteamericana ofrecía a sus empleadas financiar la congelación de sus óvulos para que no tuvieran que parar o ralentizar su carrera profesional. ¿Hacía ahí es dónde vamos, ese es nuestro futuro?", apostilla la joven. Según su profesor, las mujeres sufren "un doble castigo" en la sociedad actual, primero por "verse obligadas a retrasar su maternidad" y, por otro lado, "el coste que le supone acudir a las clínicas de fertilidad cuando deciden que quieren ser madres y no pueden". Para los autores de este trabajo la clave está en "la sociedad que queremos construir".

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