La tribuna

Del genocidio armenio a Gaza

Del genocidio armenio a Gaza
Del genocidio armenio a Gaza

Hace ahora 110 años, acontecía junto a Troya y los Dardanelos (el antiguo Helesponto de Leandro y Jerjes), la batalla de Galípoli (1915-1916). Aquella carnicería de desgaste enfrentó a turcos otomanos y a una fuerza combinada de británicos, australianos, neozelandeses y franceses. A inicios de agosto de 1915, bajo el silbido de los shrapnels, acontecía el tercer y último desembarco fallido de tropas británicas sobre el azul turquí de la bahía de Suvla.

Hace ahora diez años, quien esto escribe recorría aquel campo de batalla (crucial y a la vez olvidado en el devenir de la Gran Guerra) y visitaba, uno por uno, las decenas de cementerios y monolitos que la batalla dejó en aquel paraje amorfo y extraño. En ondas concéntricas, Galípoli es más que Galípoli. El fracaso aliado persiguió siempre al por entonces joven Winston Churchill. Y fue aquí, en las colinas de la disentería, donde se forjó la leyenda militar de Mustafa Kemal, Atatürk. De militar de rango menor, se convirtió en 1923 en el mentor de la nueva y moderna Turquía, despojada ya del lastre caduco de los sultanes otomanos.

La nueva nación turca nació bajo una molesta paradoja. Mientras se desarrollaba la heroica batalla de Galípoli (desde abril de 1915), de Estambul al corazón de Anatolia tenían lugar las caravanas de la muerte por parte de cientos de miles de armenios expulsados de sus lugares de origen. Gran parte de los infelices murieron en la travesía hacia los secarrales de Deir-ez-Zor, en Siria. Es lo que daría lugar al controvertido genocidio armenio (más de un millón de muertos), en razón de una supuesta directiva emitida en secreto por el gobierno otomano, en concreto por Talat Bajá, ministro del Interior, quien habría aprobado el gran crimen.

Turquía se opone aún hoy a que aquella matanza se considere un genocidio (sí reconoce el horror, pero como consecuencia nefasta de la precariedad en la logística de aquella empresa). Arguye que los telegramas hallados y atribuidos a Talat Bajá fueron falsificados por el armenio Aram Andonian (en 1920 hizo una copia de ellos en París). Recuerdo que, antes de viajar a Galípoli, en la embajada turca de Madrid me entregaron un completo dossier que intentaba probar la falsa acusación de genocidio (Alegaciones armenias y hechos históricos).

Por el contrario, autores como el turco-alemán Taner Akçam no han dudado en evidenciar la autenticidad histórica de aquellos telegramas, los cuales fueron encriptados por el propio Talat Bajá. En 1921, el dirigente otomano fue asesinado en Berlín por otro armenio, Soghomon Tehlirian. Este hecho sería el punto de partida para que un joven judío polaco, estudiante en Lviv, Rafael Lemkin, ahormara con los años el término jurídico de genocidio. Víctima por familia de la Shoah, Lemkin logró que la Convención para la Prevención y el Castigo de Genocidio fuese aprobada por la ONU el 9 de diciembre de 1948. De ayer a hoy, asomados a la atrocidad de Gaza, el término genocidio, que parte de la cuestión armenia, ha encontrado lagunas en su aplicación práctica y en su reconocimiento internacional sin fisuras. Antonio Cazorla exponía en El País (Los genocidios y sus paradojas) las claves por las que el término genocidio ha bailado interesadamente en foros internacionales en función de los intereses geoestratégicos de grandes potencias y de países con fantasmas por exorcizar.

El artículo segundo de la Convención concita la controversia al hablar de “intención” para “destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. La “intención” manifiesta es, grosso modo, la coraza en la que se escudan países como Turquía –y ahora Israel– para evitar que recaiga sobre sus estados la carga del oprobio. Recordaba Cazorla que la soberanía nacional no ha impedido que se cometan genocidios incluso en el ahora más silenciado (China y la cuestión de los uigures musulmanes). La comunidad internacional es la gran convención del fracaso. Y Gaza es la vergüenza a la espera de convertirse en un turístico resort.

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