calle rioja

Entre confesionario y diván de psiquiatra

Entre confesionario y diván de psiquiatra

Entre confesionario y diván de psiquiatra

El espejo de Stendhal podría estar perfectamente en uno de los dos sillones de la barbería de Melado. Por la calle Amor de Dios, con frecuencia de trenes de cercanías, pasan el 13 y el 14 de Tussam, que sumados dan 27. Esta peluquería también es de la generación del 27. Nació el mismo año que aquellos poetas veinteañeros se reunieron en Sevilla para homenajear a Góngora en el tercer centenario de su muerte. En 2024 entramos en el cuarto centenario de la visita a Sevilla de Felipe IV, en cuya comitiva figuraba Quevedo. El que está enterrado en Villanueva de los Infantes, pueblo manchego, no el cantante canario que según supimos por un concurso de televisión no tiene carné de conducir y todavía vive con sus padres.

Se cortan el pelo 
Del Pozo, campeón 
del Betis 77, y el 
dueño del bar Plata

La barbería de Melado es como el palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Siempre vienen personalidades a presentar sus credenciales. Ocupan el trono y reciben como estandartes los símbolos diplomáticos del peine y las tijeras. Y al final no falta el espejo, para cuadrar el símil con el autor de La Cartuja de Parma. Siempre hay periódicos del día y alguna revista de motos, una de las grandes aficiones de Antonio, el vástago del patriarca. En los recesos de barbería se han creado algunas de las sevillanas más populares del orbe (su autor, Manuel Melado, las tiene registradas en 42 países, incluido Yemen, donde llegó A bailar, a bailar), pero siempre se escucha música clásica. El barbero de Sevill’, la ópera de Rossini, imprime carácter.

Aguarda turno un héroe del 77. Rafael del Pozo nació el mismo año (1951) que Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte. Este futbolista vino al mundo en Jerez. Entró por Cobo, montañés de Cabezón de la Sal que sabe mucho de óperas, en la final de la primera Copa del Rey, la disputada el 25 de junio de 1977 en el estadio Vicente Calderón. Fue uno de los que batió a Iríbar en la interminable tanda de penalties. Uno de los dos jerezanos que la jugó junto a Antonio Benítez. La final que no pudo disputar otro Rafael (Gordillo) porque había jugado la competición con el filial. Diez días antes se habían celebrado las primeras elecciones de la democracia. La víspera del partido, el rey Juan Carlos I celebró su primera onomástica con Adolfo Suárez en la Presidencia del Gobierno, liberado de la quincalla política de Arias Navarro. Rafael del Pozo jugó después en el Palencia, un efímero crepúsculo para retirarse a los 29 años.

Melado vio esa final en el estadio. Viajaron a Madrid en el coche de su suegro sevillista. Otro viaje equinoccial, como el que el barbero hizo con toda la familia hasta Llandudno, la patria galesa de Lewis Carroll, para asistir a la boda de su hijo Antonio con Hellen, una cooperante hija de ese país que en la actualidad es profesora de Inglés en el colegio San Francisco de Paula. La cartera de clientes de Melado es muy distinguida: Antonio Rivero Taravillo, biógrafo de Cernuda; Pedro Tabernero, el editor de Leonard Cohen y del Buenos Aires de Borges; Rodrigo de Zayas, musicólogo e historiador, hermano del Gran Poder y defensor de la causa de los moriscos; lo eran el pintor Manuel Salinas hasta que se lo llevó la Parca del Covid, o Juan Eslava Galán cuando era vecino de la Alameda en una casa de la calle Leonor Dávalos, que contaba Rafael de Cózar que en tiempos fue tugurio que visitó Queipo de Llano.

Después del futbolista tiene cita uno de los dueños del bar Plata, un clásico de 1909. Por esas fechas estaban haciendo la comunión los poetas del 27. Alberti nunca dejó de usar el traje de marinerito en tierra. El bar Plata está en la esquina de Resolana con Don Fadrique. Hay fotos antiguas del establecimiento en el museo de la Macarena. Es un bar de extramuros, nombre oficioso que recibía por su situación el Hospital de las Cinco Llagas, actual sede del Parlamento Andaluz. El tercer cliente deja su nombre y se va a resolver algunas cuestiones. Se llama Moisés. La barbería es un confesionario, el diván de un psiquiatra, la silla de un director de cine que dirige el thriller de la calle Amor de Dios por el que no dejan de pasar las grandes estrellas de la película y la legión de figurantes. Muy temprano entran los escolares en el instituto San Isidoro, el más antiguo de Andalucía. De noche, salen los espectadores del cine Cervantes, recuperado para la causa después de unos años de barbecho, cierre agónico en el que sólo se veía en la fachada el cartel de la película Parásitos.

Igual que Melado, Pablo Ibáñez es otro rey Midas de la música. En 1980 creó discos Senador. Le había puesto Senator, un guiño a los tiempos en los que se enseñaba el Latín, pero una firma automovilística acababa de lanzar el Opel Senator y tuvo que cambiar una letra. El Senado está de moda esta semana con los primeros decretos del Gobierno de Pedro Sánchez. Pablo es un senador de la música desde la Cámara Alta de la experiencia. Su hijo, que se llama como él, está más al día de las novedades tecnológicas, es el alma digital de la firma, el diputado de la casa, la Cámara Baja, al pie de la calle, de lo que se oye en la red, de lo que más se escucha en Argentina o en Colombia. Pablo padre tiene otras dos hijas, una se dedica al mundo editorial, la otra es bióloga.

Discos Senador empezó en 1980 con Los de la O, grupo de sevillanas de Bollullos de la Mitación, y con José Manuel el Tamborilero, de ese mismo pueblo del Aljarafe, pero unido a la hermandad del Rocío de Coria. Tiene en su archivo un museo de incunables: un villancico de Gracia Montes y sendos proyectos con Manuel Pareja-Obregón y Paco Toronjo que no salieron por la muerte de estos dos gigantes de la copla y el cante, protagonistas de la película Sevillanas de Carlos Saura. Con el primero no sólo quedó pendiente el disco, “también una partida de rentoy”. Tiene la oficina en la calle Pescadores, el oficio del día del encuentro, que en la lectura del Evangelio narraba el encuentro de Jesús con los hombres del mar de Galilea, a los que invitaba a seguir echando las redes como “pescadores de hombres”. Que suena a sevillanas bíblicas de Toronjo, el hijo de Alosno, y al corte de pelo de Moisés en la barbería de Melado, no confundir con Sansón. Dalila imparte un taller de peluquería en el Centro Cívico Las Sirenas.

Pablo, el senador de la música, fue el Mondadori de Triana Pura, No me pises que llevo Chanclas, Medina Azahara, Ecos del Rocío, El Mani o Paco Candela. Los juglares de Tartesos.

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