Toros | Primera de abono de la Feria del Caballo

Ventura sigue al mando en Jerez

Diego Ventura y Andy Cartagena, camino de la puerta grande del coso de la calle Circo, arropados por jóvenes aficionados al arte ecuestre.

Diego Ventura y Andy Cartagena, camino de la puerta grande del coso de la calle Circo, arropados por jóvenes aficionados al arte ecuestre. / Manuel Aranda

Diego Ventura que volvía a la Feria de Jerez tras su triunfal encerrona del pasado año, se mantiene al mando de la tradicional corrida del arte ecuestre, que sigue huérfana de toreros locales. Sigue con el cetro sobresaliendo en la primera de feria, compartiendo puerta grande con un Andy Caragena que encandiló al público más con lo accesorio que con lo principal, mientras que Lea Vicens cortó una oreja de una noble corrida de Bohórquez, en la que le tocó en suerte el toro más deslucido del envío, un manso protestado por el público.

Diego Ventura cuajó al segundo de la tarde, primero de su lote y mejor toro de la tarde, con el que desplegó su amplio repertorio en una feliz actuación. El toro salió con pies y le bastaron tres recortes en breve terreno para parar al buen bohorqueño, noble, templado y con entrega, un toro que gustó mucho y fue ovacionado en el arrastre.

La lidia de costado fue de sensación colocándose al toro para clavar con precisión y saliendo de las suertes con la pirueta en la cara del toro. El murubeño lo único que hizo feo fue mugir al principio del tercio pero luego frente a “Lío” y sus quiebros los embroques fueron espectaculares. Cerró su brillante labor Ventura sin riendas con un par a dos manos en corto sin más trámite, las tres rosas y el adorno del teléfono. Encima hubo un fandango antes de la certera entrada a matar de la que rodó el toro.

Con su segundo y quinto, ya con el sol muy puesto, salieron los vencejos del último toro porque era su hora ya. En Jerez no puede haber tantos tiempos muertos en los festejos. Con esa pachorra en el desarrollo del espectáculo se echa la noche encima y la iluminación de esta plaza se remonta a los tiempos de Thomas Alva Edison. No se ve nada.

O empezamos antes o nos dejamos de tanta parsimonia, que el primer toro asomó casi veinticinco minutos después de la hora.

Esta vez los quiebros de Ventura fueron con “Nivaldo” con otro de los murubes de Fueterrey nobles y colaboradores de la tarde. Ventura, como a su primero, lo había parado con una sola farpa. Su último caballo se enganchó con el toro sin consecuencias y cerró con el adorno de las cortas en cuatro golpes, cuatro cosquis. Los dos pinchazos después del fandago de reglamento a cargo de otro filarmónico, no fueron obstáculo para la tercera oreja.

Siete orejas se cortaron a los toros de Bohórquez en la primera de abono

Le acompañó por el dintel Andy Cartagena un torero que tuvo un primero que salió a su aire para emplazarse acometiendo con poca convicción y sosería, con su segundo cortó las dos orejas. Podemos decir que el toro tuvo nobleza pero le faltó acometividad y, con sentido del espectáculo, Cartagena le echaba el caballo en lo alto adornándose y sabiendo sacar partido para que el público pidiera el trofeo.

Con su segundo fue más evidente su apuesta por lo accesorio, más que por lo principal. Si que es verdad que ese es el signo del rejoneo moderno: bailar el caballo con palmas del público a compás al son de “España Cañí”, eslabonar las piruetas a la salida del embroque, pedir palmas con las manos del jaco en el estribo y hacer la suerte del caballito, como si aquello fuera la motorada, con el caballo alzado de manos y dando gas. El público se lo pasó teta y voz del pueblo, voz del cielo, eso hay que respetarlo. Aunque esta vez el del pueblo le dedico a Cartagena un fandango con la letra de Ventura. Vaya corte.

Eso sí, entre una cosa y otra, si bien la faena arrancó de menos, fue a más, terminando clavando sin riendas a dos manos , las cortas, una rosa y el adorno del sobrero, La gente, como loca, pidió las dos orejas de ese cuarto, un toro ya talludito pero que tuvo nobleza y fue propicio.

El festejo, con no pocos tiempos muertos, se dilató hasta la caída de la noche

Lea Vicens fue la que pagó la factura de la luz en el sexto. Ya era muy de noche, no se veía nada, ni el toro tampoco que por eso un bovino es miope por naturaleza, con muy buena vista pero de cerca para pastar. Las penumbras no son buenas para la lidia. Salió manseando y el público, impaciente, protestó mucho pero poco a poco el toro se fue superando algo pero ya la gente miraba hacia la puerta, para colmo Lea falló en el tercio de muerte, quedando la cosa en palmas.

Muy bien estuvo en su primero, serena y con temple, muy medida y sobria. Otro rejoneador hubiera vendido aquello como si ganara el derby de Kentucky pero Lea fue modesta y eficaz con ese noble tercero al que lidió muy bien de costado encelándolo por toda la plaza con temple sobre “Bético”. Luego un auxiliador se dedicó a castigar al toro y lo dejó pidiendo la muerte. Oreja para Lea.

Volvemos el viernes.

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