20 años de 'Málaga Hoy' | Historias de la Redacción

De grietas, túneles y asustaviejas

La calle Mariscal de Málaga, en una imagen de 2008. La calle Mariscal de Málaga, en una imagen de 2008.

La calle Mariscal de Málaga, en una imagen de 2008. / Victoriano Moreno

Escrito por

Nacho Sánchez | Periodista de ‘El País’

LA primera vez que oí la voz de Fernando J. Pérez fue por teléfono. Llamaba para que me fuese “zumbando” a las obras del tren de alta velocidad en Valle de Abdalajís. No era mi jefe directo, pero su tono grave y su seriedad cántabra me hicieron subir al coche de mi madre en dos minutos. No recuerdo a qué fui ni qué conté. Solo que la foto que tomé de la boca de uno de los grandes túneles fue al día siguiente la portada del periódico. Era la segunda gran satisfacción que viví en los primeros meses de trabajo en Málaga Hoy. La primera había sido el día que me fichaban como corresponsal en Antequera, mi casa. La tercera fue cuando me trasladaron a la capital, donde comenzó un máster más que profesional, vital. Ahí me formé. Ahí crecí y recibí consejos que aún hoy son la base de mi trabajo diario. Y ahí aprendí, en una de las pocas certezas que tengo, con la mejor redacción periodística y gráfica que ha tenido esta ciudad.

La alta velocidad fue uno de los temas recurrentes durante mi etapa en Málaga hoy. De la lluvia de millones para hacerlo realidad a las grietas en los túneles de Abdalajís que tanto molestaron a la ministra Magdalena Álvarez. Hubo algún viaje con Zapatero, una excursión a Barcelona cruzando una España nevada y múltiples recuerdos de compañeros de trayecto a 300 kilómetros por hora. Recuerdo a Chus Heredia recitando cada detalle de una obra que conocía mejor que los ingenieros o la camaradería del fallecido Manuel Becerra. Todos destacaban la importancia de que la capital de la Costa del Sol por fin tuviese conexión directa con Madrid en alta velocidad. Pero nadie llegó a imaginar su impacto real. Hoy, Málaga no se ententedería sin ella.

Tampoco sin el agresivo sector inmobiliario que justo antes de la crisis de 2008 generaba noticias a diario a base de desalojos de vecinos con el viejo método del asustaviejas e impulsaba el cierre de negocios tradicionales como el restaurante La Media Luna y su exquisito cous cous que me descubrió Encarna Maldonado.

La Málaga de los años cercanos a 2004 parece otra ciudad, un espejismo de la actual que tengo la suerte de seguir radiografiando desde El País. Pero no es tan distante: Valle de Abdalajís sigue abasteciéndose de agua potable a base de camiones, los edificios que mejor ejemplificaron el acoso inmobiliario –los números 3 y 5 de calle Mariscal– permanecen tapiados y la expulsión de vecinos se ha extendido ahora a toda la ciudad a partir del turismo y el negocio de un bien escaso como la vivienda.

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