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Tan viejos o tan jóvenes como el mismo pop

Son tan viejos como el pop. O tan jóvenes como el pop. Porque al fin y al cabo el pop es atemporal y las canciones de Matilda también aspiran a serlo. Tienen tablas, oficio y, sobre todo, algunas canciones muy buenas. Y a todo lo anterior unen la tranquilidad que les da el saber que a estas alturas ya no tienen que demostrar nada a nadie. No compiten, no sienten la necesidad de estar a la vanguardia y entienden que son los que vienen detrás los que tienen que empujar. Podrán convertirse en su ejemplo, eso sí. La verdad es que no les vendría mal aprender de los puretones un par de trucos.

Matilda ofrecieron el sábado por la noche un más que digno concierto en el Planta Baja donde, durante prácticamente una hora, presentaron los temas de su recién publicado álbum, Salto mortal, y agregaron otros que se han quedado fuera, pero da la impresión de que sólo por no hacer un disco demasiado largo, no por falta de calidad. Entre el público, unas 150 personas, prevalencia de treintañeros y hasta cuarentones.

Aunque lo que escuchaban no era precisamente pop adulto, si se entiende éste como de fácil digestión y sin un gramo de picardía. La de Matilda es, por el contrario, una apuesta versátil y rica en especias, que a veces se decanta por los ritmos saltarines, con el alegre complemento de los teclados y hasta de la trompeta, y otras se sumerge en melodiosos medios tiempos donde las que mandan ya son las guitarras. Todo ello con comedimiento, sin estridencias. La música fluye con naturalidad, que es de lo que se trata. Detalle añadido: las canciones no suelen prolongarse más allá de los tres minutos. ¿Para qué haría falta, si en ese tiempo ya han dicho todo lo que tenían que decir?

El concierto perfecto está por inventar y el de Matilda, obviamente, no lo fue. Algunas canciones no terminan de funcionar y en un par de ellas parece habérseles ido un poco la mano con el almíbar. Pero son detalles que no oscurecen una actuación más que correcta, a ratos hasta brillante, de unos cuarentones con ganas de seguir dando guerra.

Abrieron la velada Yersoul, un cuarteto de Murcia que demostró buenas hechuras pero también bastante irregularidad. Unieron canciones que eran puro pop eferverscente -y que remitían a gente tan interesante como Orange Juice- con otras en las que se perdieron en desarrollos pseudo-progresivos que sólo se explican por su desmesurado cuelgue con los Radiohead. Y eso se lo deberían hacer mirar.

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