Ayer lunes

Aunque no haya ido al Rocío, de alguna manera lo siento y lo comparto, me inundan recuerdos y la felicidad de quienes crearán los suyos propios, como un día, en familia, creé los míos

La Virgen del Rocío durante su procesión por la aldea, este lunes.

La Virgen del Rocío durante su procesión por la aldea, este lunes. / Clara Carrasco

Mis hijos dicen que hoy es “marnes”, un híbrido de martes y lunes, debido a que tuvieron el primer lunes de la semana como festivo. Un segundo lunes, ellos lo entienden así pues la semana realmente empieza cuando se vuelve al colegio. Cosas de la providencia. Puede que alguno o alguna de ustedes, a estas horas, tenga unos botos sucios en la entrada o alguna bata rociera colgada en la puerta de un armario, esperando su turno de limpieza. Puede que haya estado al sol y en las arenas, pero alejado de la playa. Puede que haya pedido algunos días de asueto en el trabajo. Incluso quien ya hoy haya inaugurado un nuevo almanaque, ese que arranca una nueva cuenta atrás de Pentecostés a Pentecostés. Bendita locura, nunca mejor dicho, este remolino que entremezcla fervor y folclore: religión, fiesta, costumbrismo, familia, e idiosincrasia. Mis redes sociales se han inundado de imágenes de una aldea, de unas casas, de marismas, de baile y cante, de una iglesia y su altar. Quien la lleva la entiende.

Nada que objetar. La fe es algo tan personal que cada uno la esculpe a su imagen y semejanza. La celebración de un pueblo. Y en esta esquina del sur la mística se teoriza de otra manera, pues la vía purgativa ya está gastada en el día a día, la iluminativa se lleva a cabo en las terrazas bien al sol con algún refrigerio, y la unitiva parece que es por senderos de tierra, campo a través, en compañía y rumbo a una ermita. Romerías, qué nombre tan oloroso. Todo regado con cantes, bebida, comida y gentes. Casas abiertas en una urbe improvisada. Se renueva la vecindad, la otredad. La celebración del plural en uno. Gloria. Porque somos así, porque es muy nuestro.

Y aunque no haya ido al Rocío, de alguna manera lo siento y lo comparto, me inundan recuerdos y la felicidad de quienes crearán los suyos propios, como un día, en familia, creé los míos. Porque esta celebración es tan de los que se van como de los que se quedan. No existe Ulises sin Penélope. A kilómetros se encuentra la veneración que aquí enraíza. A kilómetros en el tiempo y en el espacio. Otro año más. La coreografía de un pueblo. El lunes ha llegado como final o como comienzo, y tendrá sentido. No sé con qué dosis de religiosidad, eso cada cual, pero dicen que cincuenta días después un grupo de hombres y mujeres dejaron de tener miedo y salieron a la calle con un mensaje sencillo. No parece mal ejemplo. A las 2:57 saltaron la reja, a las 14:19 volvió a su ermita.

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