Desde la realidad

Juan Antonio Vital Santos

Ante el cisma de las monjas clarisas de Belorado

Un personaje, que dice ser obispo y que funda una especie de grupo religioso para tratar de convencer a personas de buena voluntad a través de la manipulación psicológica y la mentira de que ellos son la verdadera Iglesia, es algo que se da con frecuencia en muchos lugares del mundo y la mayoría de las veces su existencia pasa totalmente desapercibida para la mayoría de la sociedad. Pero cuando de forma sorprendente una comunidad de monjas clarisas, hijas de San Francisco y Santa Clara, dan el paso de querer adherirse a estos grupos de corte sectario y renunciar a su orden en la que un día hicieron su profesión monástica y su pertenecía a la Iglesia Católica, no dejan de producir en los que observamos este acto un cierto asombro por el ridículo que están haciendo y, por otro lado, el dolor por las consecuencias tan graves de estos actos que tienen para cada una de las monjas.

Por eso, en primer lugar, tenemos que decir, que el manifiesto por el que las clarisas anunciaron el lunes 13 de mayo su salida de la Iglesia no tiene ningún tipo de fundamento teológico ni histórico. El manifiesto presenta unas series de puntos que de ninguna manera son rigurosos en su verdad y que solo muestra unas cuestiones de corte sectaria y elaboradas desde la mentira.

Por otro lado, la cuestión del inmueble, que es lo que más repercusión mediática está teniendo, es una cuestión que tiene poco recorrido. Como dice D. Miguel Campo, profesor en la Universidad Pontificia de Comillas y experto en bienes temporales de la Iglesia, si estas monjas «dejan la Iglesia Católica, que no sueñen con que se van a llevar ese patrimonio». Porque el monasterio «ha sido mantenido durante generaciones por donantes católicos y pertenece a la Iglesia» y si en el caso de que, la “Santa Sede disuelve canónicamente la comunidad, puede determinar el destino del patrimonio legalmente, con toda la fuerza del derecho civil, y de esta forma la autoridad eclesiástica judicialmente las podría obligar a abandonar el monasterio.” Pero lo mas dolorosos es ver como estas monjas, como ha advertido en su comunicado el Ministro General de los Franciscanos Fray Massimo Fusarelli, podrían “incurrir en la exclusión de la comunión con la Iglesia”. Y esto en términos canónicos significa en excomunión latae sententiae por el delito de cisma.

Esta actitud de la comunidad de clarisas es ante todo una herida infligida a la unidad de la Iglesia, siendo escándalo para muchos fieles, desconcierto y dolor para todas las Hermanas Clarisas de España y para la Orden Franciscana en general como también para las mismas familias de las religiosas. Nadie merece este sufrimiento, este ridículo que están protagonizando sin justificación alguna. Porque toda la Iglesia, especialmente en Burgos, Victoria y Bilbao con sus Obispos a la cabeza, desea que cada una de las hermanas de Belorado y Orduña puedan manifestar libremente su posición y puedan entender el gravísimo error que están cometiendo y que vuelvan al lugar del que nunca se tuvieron que marchar. Rezamos para que toda la comunidad de monjas siga el ejemplo de la única religiosa que salió el Monasterio ante los acontecimientos que se estaban gestando y que ha hablado ante los medios de comunicación. Nos referimos a Sor María Amparo, que delante del falso Obispo y de la comunidad de hermanas no tuvo ningún miedo en decir solamente la verdad: “Estamos bajo la jurisdicción de D. Mario. Él es el sucesor de los apóstoles para la Archidiócesis de Burgos. Yo por nada del mundo salgo de mi Madre la Iglesia y por nada del mundo dejo mi obediencia al sucesor de San Pedro, que en este momento es el papa Francisco”.

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