¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

¿Qué sentirán las cotorras?

Leer a Gray es como si tu mujer te dijese a la cara todas tus miserias, una por una, sin ahorrarte las más dolorosas

Cotorra y sapiens.

Cotorra y sapiens. / DS

JOHN Gray es un pensador que levanta filias y fobias, pero nadie le puede negar una terrorífica lucidez. El que fuese asesor de Margaret Thatcher es hoy el principal representante del antihumanismo, la cara oculta del animalismo. Pero no lo es desde el punto adánico e insoportablemente cursi de muchos de los representantes de esta corriente tan en boga, sino desde el pesimismo más desgarrador y desesperanzado. Gray no es un hippie, sino un reaccionario que desenmascara todas las utopías progresistas, sean estas capitalistas o socialistas. Hay que tener valor para leer a Gray, porque es como si tu mujer te dijese a la cara todas tus miserias, una por una, sin ahorrarte las más dolorosas. Para el profesor no hay duda de que el Sapiens es un mono vanidoso y destructor, una plaga cuya solución llegará tarde o temprano con su extinción o la reducción drástica de su población.

Tiene Gray algo de anticristo o de trompetero del Apocalipsis. Si le asiste o no razón lo veremos en unos cien o doscientos años. Pero, por lo pronto, consigue que miremos a los animales de otra manera, como lo hicieron San Francisco de Asís, Cervantes, Konrad Lorenz o Rodríguez de la Fuente. Ahí está su idea de que los animales, al igual que los hombres, pueden tener existencias felices o infelices. En los perros está muy claro: no es lo mismo ser el corgi faldero de la reina de Inglaterra que el galgo apaleado de un primate de la campiña. Pero, ¿y las cotorras del parque, por ejemplo? Parecen todas felices, pese a que son inmigrantes ilegales. Su gozo es violento y ordinario, como si fuesen las tricoteuses del reino de los pájaros. Su empoderamiento ha llegado a tal nivel que las he visto acojonar a un gato patibulario que rondaba uno de sus nidos jaraneros. Imagínense lo qué no harán con las palomas de la paz. ¿Pero son de verdad todas dichosas?, ¿están sometidas a los azares de la felicidad, esa quimera que ha arruinado la existencia del homo sapiens?, ¿habrá cotorras abochornadas que se aparten deprimidas de la comunidad como los toros bravos apalizados por sus compañeros?

Son temas importantes que deberíamos pensar con detenimiento, aunque solo sea para no darle más vueltas a la ley de amnistía, el asalto a las arcas del Estado por los más ricos, la voladura del Tribunal Constitucional, el rearme moral de los amigos de ETA, la rendición del país frente a un prófugo chuleta... ¿Qué sentirán las cotorras? ¿Qué los gusanos de seda? ¿Qué las víboras?

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