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Confirmar que la vida es una caja de sorpresas fue el último debate filosófico de las mujeres con las que nado desde que me jubilé.

En los vestuarios se deslizan grandes parrafadas, nunca exentas de verdad. Parten de lo cotidiano: el accidente grave que puso en peligro la vida de una de ellas y la de su hija. De cómo todo quedó en un susto terrible, que nos dio pie para hablar de lo caprichosa que es la vida y de cómo nos voltea. Otra compañera acababa de perder a su hermana. Una de las personas que más quería. Las oigo con respeto.

Yo hubiera querido contarles que el día anterior me acababan de proponer una pequeña aventura literaria, que me llenaba de alegría por lo inesperada. Estaba feliz. Sin embargo, ellas, que siempre se alegran de lo bueno que nos pasa a cada una, estaban tan entristecidas que no me pareció adecuado comentarlo. Sería como no respetar su dolor. Alguien repite que la vida es una caja de sorpresas y que resulta imposible escapar de la adversidad.

Quién iba a decirme a mí que no tardaría en recibir una mala noticia. La enfermedad de alguien muy querido. Entonces hacemos lo que se debe de hacer en esos momentos: acudir. Repartimos los turnos para que cuando despierte, no esté solo.

Cara y cruz. ¿De verdad se deslizan así los acontecimientos? Apenas unas horas antes, a los amigos de siempre les había estado contando mi buena noticia… Se pusieron tan contentos que no quería estropearles el momento explicándoles la adversa.

Y llega la paradoja. Sentir a los pies de su cama esa sensación ridícula de tener que deslizar a un dolor entremezclado con miedo, para poder agradecer las felicitaciones. No cabe duda que es mucho más fácil contar alegrías.

Así pasé algunas horas. Sufriendo por desear su recuperación, y a la vez, respondiendo mensajes. Explicando, con más o menos detalles esa otra verdad, acerca del maravilloso fin de semana que acabábamos de pasar en Granada, acompañados de mis amigos literarios.

Está mejorando. Al final, siempre acabo dando gracias a la vida, a Dios, que me ha dado tanto.

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