TAL como se preveía, el congreso extraordinario del PSOE andaluz, celebrado este fin de semana, ha consagrado a José Antonio Griñán como líder único del socialismo en Andalucía, con lo que podrá regir, desde ahora, de hecho y de derecho, el aparato del partido y la gestión del gobierno. Además, ha tenido manos libres, o al menos ésa es la impresión que se ha dado, para modelar su Ejecutiva sin deudas históricas -que no son en este caso las de los solares- ni presiones territoriales. Ahí va.

Esto, como todo en la vida, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Como punto a favor está el que así se evitan discusiones estériles sobre el liderazgo y también las tensiones que de ello se derivan, que, como demuestra la experiencia, sólo acarrean una pérdida de tiempo, de dedicación y de esfuerzos que no se puede permitir una formación política que tiene encomendada la acción de gobierno, sobre todo en unos momentos de crisis como los que estamos viviendo.

Otra ventaja es que, con el precedente del congreso y la configuración de la nueva Ejecutiva, Griñán puede dar, sin complejos ni ataduras, el segundo paso, esperado por todos, que es la remodelación del Gobierno andaluz. Y ahí está el quid de la cuestión, porque eso es lo que de verdad nos importa a la mayoría de los andaluces, y no el reparto del poder interno en el partido, aunque una cosa condicione a la otra. Esa remodelación es urgente y necesaria, porque Andalucía necesita un Gobierno con una mayor dosis de coordinación y de impulso político, capaz de ofrecer fórmulas de gestión más eficaces y acordes con una situación preocupante -no podemos olvidar ni un minuto el millón de parados andaluces- como nunca habíamos vivido. El problema es de tal magnitud que no se resuelve aplicando criterios de gestión, que tal vez fueran válidos en otras circunstancias, pero que ahora resultan inoperantes. Eso lleva a la frustración y a la desconfianza.

El inconveniente que para Griñan tiene este nuevo escenario es que lo convierte en el máximo responsable -y en política eso significa el único- de lo que ocurre. Por ejemplo, tiene a la vuelta de un año unas elecciones municipales cuyos resultados, sobre todo en las capitales y grandes poblaciones, se presentan bastante inciertos para el PSOE. Esa será su primera prueba de fuego y, a la vista de lo que está ocurriendo en Sevilla, tendrá que afinar mucho más el criterio, porque sabido es que unas formas equivocadas estropean una decisión acertada.

Así que, de momento, a la espera de ese próximo paso, y hasta las elecciones de 2012, cuando, confieso, me gustaría ver a Javier Arenas de presidente de la Junta, insisto, mientras llega ese momento, apuesto por un buen Gobierno.

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