Calle Rioja

Francisco Correal

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La coronación de las palabras vírgenes

Innovación. Juan y Medio presentó en la Feria del Libro el ‘Ficcionario’, un juego con las palabras por orden alfabético que José María Arenzana defiende como un antídoto para evitar la manipulación del lenguaje y el pensamiento

José María Arenzana y Juan y Medio.

José María Arenzana y Juan y Medio. / Antonio Pizarro

UNA jaima junto al hotel Inglaterra. Que no viene de jaimito pero viene a cuento porque a José María Arenzana (Huévar del Aljarafe, 1959), Pepe para sus amigos, una sordera le obligó a abandonar sus estudios de árabe. Pero ese aislamiento del mundo sonoro le llevó a las palabras, que son como los trajes de los sonidos. Y ese desvelo de años, “distraídamente, han sido cinco o seis años” le llevó a este libro, ‘Ficcionario’ (Última Línea) que le presentó en la Feria del Libro Juan y Medio, que llegó con dos palabras por bandera, pordiosero y misericordia.

En el Diccionario de la Lengua, Arenzana estaría entre arenque y arenzata, vocablo que nos remite a su sinónimo almudelio, con las cinco vocales, como Aurelio o Audelino, palabra que significa tasa o medida de comida y bebida. “Respeten el idioma, pero jueguen con él”. Arenzana juega en su Ficcionario desde Abrigado (“agradecimiento medio portugués que nos invade cuando el frío nos pilla a buen recaudo”) hasta Zenicero (“Plan de vacaciones que consiste en la práctica intensiva de meditación oriental y en dejar la cuenta corriente más quemada que la pipa de un indio”).

El público disfrutó de lo lindo con esta exhibición de sentido del humor y sentido común. “Yo no he venido a hablar de mi libro, tú sí”, le dice Arenzana a su presentador evocando a Umbral, que en su Diccionario de Literatura lo hubiera situado justo detrás del profesor Aranguren. El autor del Ficcionario prefiere otro filósofo, el Platón de los Diálogos de Crátilo y Hermógenes. Jugar con las palabras. “Quieren manipular el lenguaje para manipular el pensamiento”. Al alegato de Arenzana le pone una verbigracia Juan y Medio. “Es de justicia poética que Puigdemont y Ortúzar hablaran en castellano para entenderse”. El autor cita a Lázaro Carreter cuando hablaba de la creación expresiva: esas palabras como cuchichear o susurro que llevan puesto su significado. Palabras con la o envolvente, como orondo. “Explícame Salamanca”, replica Juan y Medio.

Suenan unos balonazos de niños que juegan a la pelota en la plaza y Arenzana recuerda la primera palabra de su hijo: Gol. La suya fue “hay gambas rubios boquerones”, repetición del pregón de un vendedor callejero. Juan y Medio aterrizó en la actualidad para parodiar la palabra de moda, la omitida y de pronto nombrada. “La primera fue amnistía, hasta que rompí y lo dije”.

Entre el público, el ex alcalde Alejandro Rojas-Marcos, eufórico por su participación en Valencia en el campeonato de un nuevo deporte, el Hyrox, un compendio de pruebas, casi un diccionario de alardes. También acudió Rafael Sánchez Saus, experto medievalista. En el Ficcionario de Arenzana hay un vocablo medieval muy moderno, Carlomango, “remoto antecesor de una manera de hacer política en Europa”. Juan y Medio le está muy agradecido a quien le regaló un María Moliner y apadrinó en la carpa convertida en jaima dos palabras de las que Arenzana llama “vírgenes”, contocinio, que rima con un famoso ministro y hace alusión a esa parte de la noche en la que no se escucha prácticamente nada; y petricor, que es el olor que queda en el ambiente después de la lluvia. Ojo con las ficciones verbales de los políticos, advierte Arenzana, “que llaman cambio climático a crujirnos a impuestos”. Dice que las vocales y las consonantes son femeninas, “no hay nada neutro”. “El jardín en el que te has metido…” (Juan y Medio).

Con su amigo Luis Rull, catedrático de Física Teórica fallecido demasiado pronto, Arenzana planeó alguna vez hacer un catálogo de esas palabras vírgenes de las que nadie se acuerda, una versión gramátical de Lucendo, ese futbolista con nombre de gerundio que jugó sólo un partido con el Barcelona. El autor del ‘Ficcionario’ cita el precedente de ‘La tesis de Nancy’, de Ramón J. Sender, excelso jugador de palabras en esa novela ambientada en Sevilla, o la lección de ‘1984’, la tremenda profecía escrita por George Orwell en el año capicúa de 1948.

Juan y Medio lee algunas palabras al azar. Le divierte mucho aniversaurio (“fecha de celebración de quienes llevan muchos años juntos en pareja”). El recambio climático. Hablan de etimología y de onomatopeyas, ese criadero de vocablos. “Porque junto a la existencia de Dios hay otro gran misterio, cómo surgió el primer idioma”. Arenzana viaja de la A a la Z. En la carpa hay hasta unos topónimos que evocan un tren machadiano: Baeza-La Rábida-Málaga-Sevilla. Juan y Medio acepta el reto de jugar con las palabras. “Un punto de vigilancia en la playa sería una margarita”. Y le extraña que panoli sea un insulto, una descalificación, conteniendo el pan y el aceite. En el Eroticoll, el diccionario erótico de Coll (lo tengo firmado por el rival de Felipe al billar el 7 de noviembre de 1991), Arenzana estaría entre Aquelarre y Ariete, que en este caso remite más a las Mil y una Noches que a las crónicas balompédicas. A Juan y Medio le gusta mucho la palabra zascandil, aunque hoy se use más su apócope: zasca. Es un gran jugador, como bien sabe su público televisivo. “A veces digo que me duele la garganta y voy a tener que ir al ornitorrinco”. No hay preposiciones deshonestas. Familiarizado con un público próximo a la senectud, que hicieron la mili, la Transición y algunos la posguerra, más de uno se presenta como “octogeranio”, lo que le parece una palabra tan bendita como pordiosero o misericordia.

Palabras delante de un espejo. Es el subtítulo de este ‘Ficcionario’. Como terminaron hablando de su libro, le convienen las palabras de Borges que Umbral pone al comienzo de su Diccionario de Literatura. “Alejandro de Macedonia ponía todas las noches bajo la almohada su puñal y la Iliada”. Un orondo en Salamanca. La presentación fue un juego, como el libro, como el lenguaje. Todos los juegos son muy serios. Éste también. “Que casi por decreto no nos podamos entender es cuando menos sangrante”, apunta Juan y Medio entre gritos y susurros con los ataques sectarios a la lengua común y mayoritaria. El libro tiene un epílogo de Machuca y el prólogo de un amigo culipardo que se ha cruzado con

Arenzana en diferentes etapas de la vida (El Correo, Diario 16, la Colina de Quintero, el programa de Carlos Herrera), que incluso jugaron juntos en los campos de San Benito, donde Arenzana, mucho antes de que su hijo gritara Gol, se marcó un gol en propia puerta en señal de protesta. En el Ficcionario aparece una definición gloriosa de Deporte: velocidad multiplicada por tiempo.

Al final del libro, Arenzana agradece a quienes le ayudaron a construir esta torre de Babel hecha papel, con diseño de Alonso Cerrato. Y una portada fresca de un diccionario que nació en verano y se publica en el otoño de los primeros 18 años de la princesa Leonor.

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