Calle Rioja

Francisco Correal

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Nebrija y La Roldana, en las Colecciones Reales

Recorrido. Suena ‘Waterloo’ como última canción del musical ‘Mamma Mia’, que remite al ‘Napoleón’ de Ridley Scott o al mitin de Sánchez en Ifema, al que acudieron afines desde Sevilla

El autobús que cubre la línea Sol-Sevilla en Madrid.

El autobús que cubre la línea Sol-Sevilla en Madrid. / M. G.

Colecciones Reales en el Palacio Real, cocido madrileño en el restaurante La Bola, en el barrio de las Letras, y Mamma Mia en el Rialto. Era el tríptico de nuestro primer día de estancia en Madrid. El musical es una apoteosis de energía. El fin de fiesta es la canción Waterloo, ganadora de Eurovisión. Una palabra que te podía llevar a ver la película Napoleón, de Ridley Scott, o al mitin de Pedro Sánchez en Ifema, recién llegado de su visita a Israel y a la Franja de Gaza. En Ifema también se cantó con subtítulos Waterloo por los conversos de la amnistía. Como era domingo, día de precepto, de Sevilla salió un autobús de correligionarios y algunos militantes cogieron un tren Iryo a las siete de la mañana en la estación de Santa Justa hasta Atocha-Almudena Grandes. En el viaje de vuelta, Juan Carlos Cabrera iba informando del descalabro sevillista. ¿Cuándo caerá Diego Alonso, en Nervión hoy con el PSV o en Astorga en Copa del Rey?

Hay una línea de la EMT (Empresa Municipal de Transportes de Madrid) que cubre la línea Sol-Sevilla, que parece una síntesis de los versos que llevaba en su raída chaqueta Antonio Machado camino de Colliure. La muestra de las Colecciones Reales está llena de referencias a Sevilla. Antes de entrar, en una de las casetas de información nos atiende una sevillana de la calle Feria. Son tres plantas: la A de los Austrias, la B de los Borbones y la C del Cubo, una delicatessen con carruajes antiguos y el epílogo de dos coches, el Mercedes que Hitler le regaló a Franco y el vehículo en el que viajaba el caudillo para inaugurar pantanos. Hitler le regaló a Mussolini las obras completas de Nietzsche y a Franco un coche.

Es como un juego de nombres y de siglos. Un viaje desde Isabel la Católica hasta Isabel II. Con cifras redondas: 1500, año en el que nace en Gante Carlos V, el rey que con 18 años avala el proyecto de Magallanes para buscar las especias, génesis de la primera vuelta al mundo; 1700, año en el que con Felipe V empieza la dinastía de los Borbones. Sevilla une ambas dinastías. Del mismo Real Alcázar donde Carlos V celebró su enlace nupcial con su prima Isabel de Portugal saldrá dos siglos después, con 15 años, el futuro Carlos III, primogénito de Isabel Farnesio, segunda esposa de Felipe V, para ejercer como duque soberano de Parma y Piacenza (topónimo origen de la calle Placentines) y posteriormente rey de Nápoles mucho antes de que lo fuera Maradona.

Sevilla está presente en las Colecciones Reales con la Gramática de Nebrija, que aparece el mismo año 1492 de la rendición de Granada, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos (tema central de la exposición temporal del Museo del Prado El espejo perdido); también en la impresionante escultura El Arcángel San Miguel venciendo al demonio, obra de Luisa Ignacia Roldán Villavicencio, La Roldana, objeto de una biografía novelada, Cara de ángel, de Manuel Jesús Roldán. Este profesor sevillano figura en la biblioteca del Prado con su obra Esto no estaba en mi libro de Historia del Arte.

Entre cuadros y tapices, con espacios monográficos para cada reinado, están los ocho volúmenes del Reglamento de Navegación en que se contienen las reglas, declaraciones y avisos del arte de navegar, obra de Pedro de Medina impreso en Sevilla por Juan Canalla en 1552. Reyes y reinas que trajeron a España el Renacimiento, las Academias o el ferrocarril, que contaron con Velázquez, Tiziano y Goya. Hablando de pintores, la exposición concluye con una titulada Alegoría de la Paz, el homenaje pictórico de Guillermo Pérez Villalta en los 25 años de la Constitución Española. Un guía explica el motín de Esquilache. Aníbal y sus elefantes se rinden en un tapiz espectacular a Escipión y sus caballos.

Madrid ya estrenó la iluminación navideña, lo que lanza a la gente a las calles. Colas interminables en la lotería de Doña Manolita, en los bocadillos de calamares al medio día o para los churros y porras a media tarde. Llenarían varios Ifemas. A mí me encanta el nacionalismo madrileño, qué quieren que les diga. Y las mocitas madrileñas (tan alegres y risueñas), ni les cuento. Sevilla en Madrid es una calle, una estación de Metro y la palabra que aparece en el titular de la entrevista que le hicieron a Jesús Quintero que aparece enmarcada en el restaurante La Bola: “Madrid desde Sevilla se ve grande”. Aparecía como presentador de Ratones Coloraos, con ese himno que le dedicaron Andy y Lucas. “Los coloraos son los impares, los rebeldes, los desobedientes, los auténticos, los soñadores”. Lo contrario de los rojos de ahora.

Lope y Cervantes, tan rivales en vida, son los reyes del mambo de Madrid, que reconoce su paso por la ciudad. Uno camina por sus calles y ve en las placas las casas donde nacieron José Bergamín (presente en la foto de la generación del 27 de Sevilla) o Juan Gris; donde tuvo su estudio Ceesepe, artista de la movida madrileña; el lugar donde un siglo antes se había batido Valle-Inclán para perder uno de sus brazos; la casa en la que ofreció un concierto particular Franz Liszt; o la vivienda de un librero francés, Monier, en la Carrera de San Jerónimo donde se alojó Alejandro Dumas, el autor de Los tres mosqueteros, cuando vino en 1846 para hacer la crónica de la boda de dos hermanas: Isabel II con Francisco de Asís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias y María Luisa Fernanda con Antonio de Orleans, duque de Montpensier, apellido del Versalles sevillano. Animación en el Retiro. Entre las muchas estatuas, incluida la del Ángel Caído, destaca la de Jacinto Benavente. En 1922 consiguió el Nobel de Literatura. El 5 de enero de 2024 se cumplirá un siglo de su encarnación del rey Gaspar en la Cabalgata de Reyes del Ateneo de Sevilla.

Desde la iglesia de los Jerónimos donde el 22 de noviembre de 1975 fue proclamado Juan Carlos I rey de España se ve la ampliación de un cuadro espectacular. Se titula Marina con buques de guerras y un castillo, obra de Andries van Eertvelt. Forma parte de la exposición Reversos del Museo del Prado. A partir de la contraportada de las Meninas, es un viaje a lo que los cuadros ocultan. Según consta en el dorso de ese cuadro de batallas náuticas, el Prado se lo donó al ministro de Marina de Franco en 1947. Se llamaba Francisco Regalado, apellido curioso para esta donación. Y un incendio en la casa del ministro donde se encontraba el lienzo estuvo a punto de destruirlo. Tras el siniestro, el cuadro con sus barcos y estandartes volvió al Museo del Prado y ahora convive en esta muestra con reversos de Goya, Picasso o Tapiès.

Los correligionarios volvieron a Sevilla después de una jornada agotadora. No les dio tiempo a hacer cola en Doña Manolita, pero compraron un décimo de lotería en la estación de Atocha, que vivía el sobresalto por el descarrilamiento de un tren de cercanías. El ferrocarril llegó en tiempos de Isabel II, la reina con la que acabó la Gloriosa y de cuya boda fue cronista el autor de Los tres Mosqueteros, que cruzó los Pirineos para hacer de Jaime Peñafiel. Vuelve a sonar Waterloo, ganadora de Eurovisión en 1974, el año que el Atleti perdió la final de la Copa de Europa con el Bayern Munich. No había Rey. El portero era Reina.

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