Crisis del ladrillo

Las Alondras: la urbanización fantasma a la sombra del campo de golf de Otura

Una de las casas abandonadas en Las Alondras

Una de las casas abandonadas en Las Alondras / Jesús Jiménez / Photographerssports

Podría parecer Sarajevo, salvando las distancias. Pero los huecos en la pared que dejaron quienes se llevaron el enrejado de las casas parecen agujeros de proyectil. Los escombros en el suelo no ayudan a cambiar la percepción. Las pintadas tampoco. La ausencia de puertas en las casas y el eterno viento que chilla en las lomas entre Otura y Dílar son capaces de sugestionar a cualquiera. Es la urbanización Las Alondras. Debía haber construidos varios centenares de casas pero las cincuenta que hay languidecen abandonadas camino de los tres lustros. Una consecuencia más de la expansión sin control del municipio otureño al calor del campo de golf Santa Clara.

Dos años después de que el Ayuntamiento de la localidad anunciara el desbloqueo de la urbanización de la zona, sigue sin haber vecinos en Las Alondras. Y está lejos que los haya. Entonces, en 2022, el Consistorio otureño finalizó y recepcionó de manera legal las obras del desarrollo urbanístico de la zona con una inversión de 1,8 millones de euros. Se arreglaba así "uno de los mayores pufos urbanísticos y económicos que nos dejó el PP cuando gobernaba", dijo el actual alcalde, Nazario Montes. Contactado por esta redacción, el actual regidor dijo no saber nada tampoco de la urbanización de las casas.

También dijo el regidor de la localidad que Las Alondras pasaba a ser una urbanización "completamente legal, donde a partir de ahora podrán instalarse muchas familias para vivir en Otura". Sin embargo, dos años después, nadie vive allí. No puede. Directamente porque las casas están destrozadas y no hay ningún viso de que se vayan a iniciar en corto breve plazo de tiempo las obras para rehabilitarlas y construir las 250 parcelas restantes de las que consta la urbanización, situada en el punto más alto del casco urbano otureño.

En los chalets ya edificados, la maleza crece en los jardines. A las casas se puede entrar con toda libertad, que no tranquilidad. Hay cascotes de ladrillo, maderas, plásticos en los suelos. Una caída puede suceder en cualquier momento si no se tiene cuidado. Incluso de una planta a otra. Las rejas de los ventanales han sido robadas y no hay protección alguna. Las cancelas que dan a la calle han sido arrancadas y ahora estarán fundidas o cerrando alguna propiedad vaya usted a saber dónde. Las puertas interiores, en una de las casas, se pudre al sol. Por no quedar, ni el cobre de los cables de electricidad. Los cacos ni dejaron los del cajetín del timbre.

Dos pancartas cuelgan de casas a la entrada de la urbanización. Una en una valla caída en la que se lee la palabra "corrupto", en otra, también descolorida ya como la otra, se pide al Ayuntamiento de Otura una solución para Las Alondras. Pero tienen pinta de llevar muchos años ahí puestas. Demasiados. Ya el Consistorio construyó las calles pendientes, arregló el alumbrado público y el saneamiento y suministro de agua. También se arreglaron los pasos peatones y se construyó un muro de escollera para la sujeción de las vías públicas. Pero el resto corresponde a la iniciativa privada. Las constructoras no han entrado como unos metros más abajo, cerca del campo de golf. Si se reabriera, quizás el destino de Las Alondras cambie.

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