La Crónica

Un equipo que ni siente ni padece (2-1)

  • El Sevilla sufre una nueva derrota, otra más, y refleja en el césped ante la Real la conformista imagen de sus estructuras deportivas. Los hombres de Míchel fueron otra vez desesperadamente inocentes.

El Sevilla volvió a sufrir una nueva derrota, otra más, en su visita a la Real Sociedad y el resultado no fue más que la consecuencia de un equipo que ni siente ni padece en estos momentos, que se resigna a su suerte y que cae desplomado al menor golpe que recibe por la sencilla razón de que muchos de sus integrantes se comportan como verdaderos niños dentro de un campo. Se exceptúa a la persona del racial presidente, que también tiene, lógicamente, su cuota de culpa de todo, como la ostentaba en los momentos de las vacas gordas, y el Sevilla tal vez sea en el campo la viva imagen de sus estructuras, del conformismo que se ha instalado en una parcela deportiva que vive aún, quizás eternamente, de esos éxitos del pasado sin haber sabido hallar la evolución adecuada del programa, sin la menor autocrítica.

Este Sevilla, el Sevilla de Anoeta, de San Mamés, de La Romareda, incluso de otros estadios en los que salió con un punto adicionado en su casillero clasificatorio, es un equipo indolente, incapaz de expresar en el rostro de sus integrantes el menor rictus de dolor con la salvedad de algunos que sí parecen sentir vergüenza por lo que le está sucediendo en este vertiginoso descenso a los infiernos. Allí se plantan once muchachos muy bien uniformados en sus equipaciones, cargaditos de buenas intenciones, y a partir de ese momento sólo es cuestión de aguardar hacia dónde va a virar el aire. Si sale con barba será San Antón, pero igualmente si es lo contrario, pues se tratará de la Purísima Concepción. Sin ningún problema.

El Sevilla, el Sevilla de Míchel por supuesto, trata de tocar desde atrás, quiere dominar los partidos, circula la pelota hasta que ésta llega hasta posiciones más avanzadas. Y a partir de ahí jamás, o casi nunca, tiene la mala leche que es necesaria en el fútbol para hacerle daño al adversario. Es verdad que lo más fácil en estos momentos es personalizar en Manu del Moral para colocarlo en la diana de las iras de quienes profesan la fe futbolística sevillista, pero el jiennense no era el único integrante del trío de mediapuntas que debían surtir a Negredo, o incluso, por qué no, ser ellos los protagonistas directos de los goles.

También estaban en esa zona Reyes y Jesús Navas, dos pesos pesados de la plantilla por mil razones, las económicas por supuesto entre ellas, y la realidad es que ambos tienen tantas buenas intenciones como malas decisiones a la hora de desarrollar el juego. Tal vez se puedan tapar en la acción del único gol, en la que los dos participaron directamente, pero con eso no basta, no se puede jugar un partido de fútbol como si nada hubiera en ello, como si fuera a llegar siempre otra ocasión.

El problema, en este sentido, es que al rival, en este caso la Real Sociedad, por cierto también con parecidos problemas de inmadurez futbolística, le basta con aguardar a que le llegue la oportunidad para asestar el golpe definitivo. Como, además, se da la circunstancia de que en las tareas defensivas el Sevilla es igualmente feble e inocente, pues más motivos para que siempre arribe el golpe que lo pueda mandar a la lona. Porque qué poquito necesitó la Real para anotar el primer gol a través Carlos Vela. Un par de paredes sin que nadie saliera a hostigar siquiera a los locales y el mexicano estaba solo con la colaboración especial de un Fernando Navarro que rompe el fuera de juego por un metro. O qué poco también requirió el segundo tanto. Pérdida de Rabello en la salida, desdoblamiento del lateral por la derecha y el ¡otro lateral! empuja un centro que nadie parece capaz de despejar a pesar de las numerosas piernas que había. Un verdadero desastre de sistema defensivo, sin duda.

Si el edificio falla arriba y tampoco es sólido abajo, pues todo lo que puede acontecer es que el Sevilla sufra una derrota detrás de otra. Eso sí, Kondogbia muestra buenas maneras a la hora de tocar el balón, los centrales no quieren pegar pelotazos arriba y hasta se la echan al portero una y otra vez cuando se sienten presionados, los mediapuntas se ofrecen para recibir... Todo es muy bonito, tal vez tan aparente como pueda serlo en la actualidad el hombre que se encarga de tomar, al menos él las asume, todas las decisiones deportivas importantes del club y la única realidad, evidente, es que la plantilla se devalúa en su potencial real en progresión geométrica.

Porque la única fuente para llegar hasta el gol es un Negredo cada vez más ahogado por los adversarios. Ni siquiera el regalo de Claudio Bravo en el arranque del segundo periodo, posterior a otro de Xabi Prieto al no sentenciar con todo a favor, sirvió para que el Sevilla se pudiera rebelar contra las circunstancias. Míchel decidió quitar a Reyes cuando éste jugaba probablemente, aunque no fuera muy de verdad tampoco, sus mejores minutos y la Real tuvo que hacer muy poco para volver a marcar y ganar. Después llegaría la expulsión de todos los días, igualmente por la inocencia de su protagonista, y un quiero y no puedo que se hace insoportable para todos los que sienten en sevillista. ¿Para todos? Igual no, pues desde el césped se transmite que ni se siente ni se padece.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios