Sevilla-Osasuna · la crónica

Puntos para los debates (2-1)

  • El Sevilla se impone a Osasuna en un partido nada brillante pero con superioridad absoluta del equipo de Emery. La expulsión de Damià facilita las cosas a un cuadro local muy ofensivo.

El Sevilla sumó tres nuevos puntos ante Osasuna y eso, en los tiempos que corren con tantos debates en torno a las alineaciones de Unai Emery, parece lo más trascendente. Fue una victoria, sin embargo, facilitada en gran medida por la expulsión de Damià, que debió ser de Arribas, pero el reglamento es tajante y establece que cuando se produce un derribo siendo el último hombre de la defensa conlleva una tarjeta roja para el infractor. A partir de ese momento, poco después de la media hora, ya estaba cantado que todo el botín se debía quedar en casa y eso fue lo que sucedió gracias a la aparición estelar, una vez más, de un Rakitic que fue capaz de buscarse un hueco entre tantos delanteros, propios por supuesto, como tenía en su camino.

Porque la irrupción del suizo es aún más sorprendente si se parte del análisis del planteamiento inicial de Unai Emery. El técnico vasco optó esta vez por colocar a dos delanteros arriba, Gameiro y Bacca, y encima acompañarlos con otras dos piezas de ataque tan claras como Jairo y Vitolo. Rakitic volvía a ejercer como teórico medio centro, aunque con el transcurrir de los minutos se vería que esa parcela pertenecía por completo a M'Bia, que también volvía al equipo tras su periodo de lesión. En definitiva, una alineación festejada por los aficionados en las redes sociales antes del encuentro como si equivaliera a un fútbol brillante, ofensivo y todos los adjetivos que le puedan poner los hinchas a su modelo de equipo ideal.

Sin embargo, cuando el balón comienza a rodar, por cierto en un césped mucho más lento a la hora de la circulación de la pelota, todas esas esperanzas de espectáculo se esfumarían en torno al minuto 20 aproximadamente. El planteamiento de Emery de partida sí había propiciado un juego alegre, vistoso, incluso ilusorio cuando Bacca o Gameiro corrían hacia atrás en pos de ayudar a los elementos más defensivos del equipo para tratar de recuperar una pelota. Hasta ahí, el planteamiento soñado por cualquier entrenador, es decir, todos tratan de atacar y también colaboran a la hora de defender. Porque tanto Pareja como Carriço intentaban que la pelota circulara con rapidez y los cuatro delanteros apoyaban en las tareas más ingratas para todos. 

Pero las cosas son como son y no como se plantean en una pizarra en las que todos los futbolistas van y vienen sin tener que correr para ello. Al minuto 20, más o menos que tampoco es cuestión de colocar una raya en el tiempo y decir desde este momento u otro, los planes de Emery se comenzaron a torcer cuando era perfectamente visible que su equipo comenzaba a partirse en dos. Por un lado, estaban los elementos de ataque, por el otro los encargados de salvaguardar a Beto. Y en medio de todos ellos un verdadero latifundio en el que comenzaba a amenazar con crear peligro Osasuna.

El Sevilla había tardado ese tiempo en partirse en dos mitades, aunque está claro que cuando los futbolistas tienen calidad puede suceder cualquier cosa. Como que Rakitic conecte con Gameiro y éste sea derribado por un defensa siendo el último hombre. Arribas lo hizo, debió irse a la calle él, pero fue su compañero Damià el expulsado por la falta inmediatamente anterior. Osasuna se había quedado con un futbolista menos apenas a la media hora y eso debía servir para facilitarle las cosas al Sevilla.

Los blancos fueron pacientes antes del intermedio, tampoco arriesgaron y dejaron que la situación siguiera igual al intermedio. Ahí llegarían las consignas de Emery, aunque la realidad era una sola, que Osasuna ya se iba a meter con todos atrás y la cuestión era sorprenderlo. El arranque del segundo acto, sin embargo, deparaba a un Sevilla que monopolizaba el balón, pero que tenía mil problemas para provocarle inquietud al equipo pamplonica.

La pelota iba de un lado para otro, pero a la hora de la verdad los cuatro delanteros se mostraban muy estáticos, tal vez porque se pisaban unos a otros los terrenos y eso impedía cualquier desmarque de ruptura. Acumulación de elementos es igual a menos espacios, está claro. Y eso quedó aún más en evidencia cuando a M'Bia le bastó con levantar la cabeza, dejar un balón colgado para que Rakitic, viniendo desde muy atrás, tuviera tiempo para llegar y empalmar con precisión a la red.

Lo más complicado se había cumplido. Después de eso el Sevilla sufrió más de lo preciso a veces, pero ya estaba claro que la victoria era suya. Y más aún cuando Jairo fue capaz de acertar en otro pase de M'Bia. El tanto final de Oriol Riera se iba a quedar casi en una anécdota, los sevillistas no estuvieron para tirar cohetes de felicidad, pero sí habían sido superiores. A partir de ahí que cada cual dé su punto de vista sobre el planteamiento tan ofensivo de Emery. Quien esto suscribe siempre es partidario de un mayor equilibrio, pero cuando se acaba con los tres puntos en el bolsillo todo vale.

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