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A calibrar las aspiraciones

  • El Sevilla visita al fuerte Villarreal de Marcelino, en una envidiable posición en la tabla, amparado en el regreso de Rakitic y en su patente mejoría a domicilio.

El Villarreal de Marcelino, el hombre que tuvo que abandonar la nave sevillista entre elogios de los que lo ficharon por verse doblegado por la autoexigencia de un club que ya vivía por encima de sus posibilidades, calibrará esta tarde, bien temprano, a qué aspira el Sevilla. Es el antepenúltimo partido de la primera vuelta, el último del aciago año 2013, y quizá sea pronto para definir qué destino deparará 2014 a este Sevilla de Unai Emery que aún está en proceso de crecimiento, o de lo que sea. Pero no cabe duda de que este fuerte equipo que ha construido el técnico asturiano y que no pudo concretar en Nervión por muchos factores internos y externos ofrece una buena vara de medir cuando se llega al ecuador de la competición.

A estas alturas del torneo liguero, el Villarreal es el quinto clasificado y aspira a volver al cuarto que le ha arrebatado el Athletic tras su exitoso regreso a Primera. Suma 28 puntos después de dieciséis partidos, cinco más que el Sevilla, que ha alcanzado el séptimo puesto, pese al empate último ante los vascos, gracias a su mejoría a domicilio, con esas dos victorias en Cornellà-El Prat y Los Cármenes. Y precisamente a esa nueva versión de incómodo visitante se debe agarrar hoy, a partir de las cuatro de la tarde, el conjunto de Emery para intentar subir otro escaloncito o, al menos, tratar de impedir que el Villarreal se acomode en su posición de privilegio y cobre distancia.

El caso de Marcelino en el Sevilla sirve para dar algo de luz sobre los bandazos que en los últimos años está dando el club de Nervión, desde su cúpula hasta su entorno más cercano pasando por la afición de base. El asturiano empezó construyendo el equipo por los cimientos y tuvo un buen comienzo, con victorias caseras y empates foráneos, incluido aquel heroico en el Camp Nou, si bien su etapa estaba minada desde el fracaso europeo con el Hannover 95. Pero a Marcelino se le afeaba que no le sacase más jugo a una plantilla que ya era de transición, que no construyese un juego más estético y menos práctico. No bastaba con la media inglesa y la presión pudo con su idea de juego. Parecía obligatorio que Kanoute y Negredo jugasen juntos, algo que fue letal en la eliminatoria europea. Cedió a la presión, traicionó su filosofía y el Sevilla perdió el carácter que le había imbuido y hubo de ser destituido por Míchel... para quedar noveno, como sucedería un año después con Unai Emery.

Con el técnico vasco, esta temporada, ha pasado justamente lo contrario. Con un plantel prácticamente nuevo tras el verano de la revolución, ha querido empezar construyendo la casa por el tejado y se le discutió de forma unánime su obcecación por situar a Rakitic como medio centro para sacar la pelota jugada desde atrás, desde el mismo portero. Su tozudez casi le cuesta el puesto y sólo cuando se vio con el agua al cuello reaccionó, cambió el sistema y ganó en Cornellà, con un fútbol más feo, más pragmático, con dos medios centro de corte menos creativo, pero más efectivo. Ahora, el de Fuenterrabía anda buscando el equilibrio entre una y otra idea, porque la pragmática, sin Rakitic, no funciona en casa, como se pudo comprobar ante el Athletic, cuando al menos empató, y sobre todo el Racing, con la sonrojante derrota que ha dejado al equipo sin Copa y con un mes de enero sin competición intersemanal, para lo malo... y también para lo bueno.

Cuando menos es curiosa la comparación entre ambas etapas y debería servir para que el sevillismo entero reflexionase sobre su forma de exigir y de presionar al equipo dependiendo de las circunstancias que lo rodean, o sin tener en cuenta el contexto de cada momento. Al margen de esta reflexión, hoy vuelve Rakitic al equipo tras un obligado descanso que le ha podido venir muy bien para recargar las pilas, aunque ha estado con fiebre. Y, curiosamente, las circunstancias pueden impeler a Emery a retrasar de nuevo al líder del equipo al mediocampo por la baja de M'Bia y por la fe que tiene en Carriço como pareja en el eje de la defensa junto a Fazio.

Si el Sevilla presenta una ausencia que puede condicionar el once, el Villarreal debe paliar otra no menos importante, la de Cani, que no llega a tiempo a la cita por unas molestias. Pero, aun sin esta pieza clave en su centro del campo, Marcelino ha construido un equipo sólido, coordinado en la presión y que cuenta con Giovani, al que tanto añoró en el Sevilla, como un arma peligrosa por su movilidad y profundidad. Será una dura prueba, un buen calibre para ver a qué aspira el Sevilla de Emery.

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