La crónica

Argumentos para dudar (0-0)

  • El Betis se muestra incapaz de meterle una marcha más al juego para desordenar al Deportivo. Los verdiblancos cedieron un empate a nada en el estreno con un juego discreto.

No hay ni un solo bético que no dude en estos momentos sobre el proyecto planteado por Miguel Torrecilla y patroneado por Gustavo Poyet bajo los auspicios de Ángel Haro y José Miguel López Catalán. Tal vez ni siquiera los cuatro ideólogos de la plantilla que se vistió de largo anoche en el Benito Villamarín se libren de esa sensación de incredulidad después de ver el rendimiento ofrecido por el Betis durante 98 minutos de partido contra un Deportivo aparentemente inofensivo también. El fútbol exige demostrar más cosas para ganar un partido y los anfitriones, aunque tuvieran alguna ocasión de gol, pusieron muy poco de su parte para mandar al olvido el sinsabor de la primera jornada contra el Barcelona.

¿Quiere esto decir que el análisis de la situación deba ser tremendista desde el punto de vista del seguidor verdiblanco, tal y como se pudiera colegir de los pitos que se oyeron al final de esos 98 minutos? Pues tampoco es así, la verdad. El planteamiento de Poyet, en su primera presencia en el banquillo del recinto heliopolitano, fue correcto, con cuatro defensas atrás, tres centrocampistas ocupándose de las zonas interiores y tres delanteros con Joaquín a la derecha y Rubén Castro y Sanabria permutando sus posiciones entre la izquierda y el eje. Todo era académico, muy ortodoxo incluso, pero quizás ahí pudiera radicar el error, que rara vez se soltaba el Betis en ataque para sorprender por zonas que no fueran las previsibles a un Deportivo igual de bien puesto en lo referente a las posiciones de sus hombres en el campo.

El fútbol exige improvisación, chispa, saltarse las líneas, olvidarse de las tareas más defensivas... Y todo eso fue lo que le faltó a un Betis demasiado inseguro a la hora de mirar a sus espaldas. Por ello, por ejemplo, tanto Piccini como Durmisi, dos laterales teóricamente con vocación muy ofensiva, casi nunca se iban a proyectar en ataque durante la primera mitad. Esto no era un buen síntoma y el danés se encargó de demostrarlo la primera vez que se atrevió a tirar hacia arriba cuando ya se habían consumido 58 minutos del encuentro. Fue la ocasión más clara del Betis hasta entonces y una de las más diáfanas en el cómputo global.

Pero tal vez las diferentes patologías evidenciadas en la visita al Camp Nou seis días antes invitaran a Poyet a apostar por la mesura, a pedirle a los suyos que no se desprotegieran jamás atrás y que mantuvieran en la mayoría de las ocasiones esa línea de cuatro zagueros. También hay que tener en cuenta en ese sentido que el Deportivo tocaba con demasiada facilidad en el centro del campo, que la pelota la tenían los gallegos y casi nunca era recuperada en zonas que pudieran después propiciar contras peligrosas para Lux.

Los minutos transcurrían y aquello no se alteraba para nada. Después del primer susto visitante en una falta lateral que se cerró para que tuviera que salvar Fabián de manera providencial, se entró en una fase en la que ninguno de los dos equipos era capaz de saltarse ese guion tan inocuo. Algunas llegadas deportivistas, sin excesiva maldad tampoco, y sólo al final de ese primer periodo un cabezazo en solitario de Mandi en uno de los numerosos saques de esquina que tuvo el Betis. Poco, muy poco, y al descanso se llegaba ya con cierto malestar por parte de unos aficionados que igual esperaban mucho más de los suyos en este nuevo proyecto balompédico.

Restaba, sin embargo, un tiempo entero por delante y, sobre todo, la opción de mover el árbol para ver si la fruta caía de una vez por todas. Pero tampoco iba a variar en exceso el rumbo de los acontecimientos pese a las variaciones que fue introduciendo Poyet en el posicionamiento de sus hombres. Primero apeló a la velocidad de Musonda en detrimento de Fabián, lo que conllevaba un planteamiento con 1-4-1-3-2; después metió a Cejudo por Felipe Gutiérrez para tratar de doblar las bandas y, por último, colocó a Ceballos por Piccini, retrasó a Cejudo y le dio rienda suelta al equipo en busca de algún balón interior. Pero el rédito fue escaso, un rebote que le cayó a Rubén Castro con un remate precipitado y muy poquito más.

Sí, una llegada de Musonda en la que debió rematar y eligió centrar a Sanabria. Pero el Deportivo tampoco sufrió para llevarse un punto y hasta también tuvo alguna, en singular, para dar un susto. El Betis necesita ofrecer muchísimo más para renovar la fe de los suyos en el proyecto y partidos como el de ayer sólo sirven para multiplicar exponencialmente las dudas, incluso de quienes lo han pergeñado.

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