Deportes

Un predicador en el desierto

  • Orestes Palacios Espejo, cicloturista inscrito a la prueba Nissan Titán Desert

Más tarde, Orestes Palacios Espejo incidiría en la escasa tradición ciclista en Sevilla -"tienes que irte a Granada para correr más en serio"-, en la inevitable cuestión del dopaje -"al final se convierte en una cuestión de ética, como en todas las profesiones"- y en el poco apoyo familiar a los niños ciclistas -"temen a los accidentes en la carretera y no dejan a los chavales salir a montar en bici"-.

Orestes, como se encargaría de reincidir más tarde, es un ciclista que practica el apostolado de la bicicleta. Pero antes, a la hora prevista, Orestes había llegado puntual a la cita, con la precisión de un motor. Mientras el ciclista desmonta su motocicleta, parece disculparse: "Mi bicicleta ya está de viaje", apunta con una sonrisa. El destino, África, más concretamente, Ouarzazate (Marruecos), donde tendrá lugar la cuarta edición de la Nissan Titán Desert a partir del 27 del corriente. Orestes tiene su aquel de titán. Se pide un zumo de naranja, lo paga de inmediato, y pasa a formar parte del adorno mobiliario urbano que conforman los clientes de una cafetería de Heliópolis en pleno Jueves Santo.

Aunque asegura que ahora el ciclismo le reporta el equilibrio debido a su vida, Orestes pudo haber sido un ciclista de altura. Pero sólo encontró chinitas por el camino. "O la selectividad o el ciclismo", le espetó un director reacio a las letras. Y como la bicicleta con carretera entra, prefirió seguir el camino de una diplomatura en Magisterio. En Educación Física, como no podía ser menos en un deportista nato como Orestes.

Y visto que los padres de familia prefieren ver a sus hijos pateando la pelota, en vez de verlos esforzándose en la ruta del asfalto, Orestes tiene claro a quién dirigir su proselitismo. "Me gustaría crear una escuela de ciclismo para chavales. Pero es la gente mayor la que más afición muestra. Quizá sean más conscientes de las virtudes del ciclismo: la constancia, el contacto con naturaleza, la solidaridad con el compañero, potenciar las relaciones sociales -es el único deporte en el que se puede charlar amigablemente con los rivales-, la posibilidad de viajar y la no existencia de lesiones de importancia". Orestes vuelve a dejar caer su buena nueva: "Al contrario que el deporte de alto nivel, la actividad física es saludable".

Orestes es empresario y ejerce como tal. Al cabo, el sedentarismo se adueña del ciudadano de a pie, y, más aún, del empresario de a teléfono. La salud exige ciertas renuncias. "El ciclismo es mi válvula de escape. Me sirve para huir de la cotidianidad. Pero me pasa lo siguiente: se me hace imposible entrenar por el simple hecho de entrenar. Necesito una meta, algo a lo que aspirar". Viniendo de Orestes, algo a lo que aspirar se convierte en todo un Titán Desert, una especie de París-Dakar con el único motor de unas piernas, pero con los mismos cachivaches para la orientación: brújula, plano, GPS y sálvese quien pueda.

"Vi la prueba por Internet y de inmediato me inscribí, sin pensarlo". Orestes se vio delante del ordenador: "¿está seguro de que se quiere inscribir?" Ventana. Sí. Ventana. Que sí, leche. Y se vio envuelto en una aventura ciclista por las dunas saharianas. "Mi objetivo es acabarlo", confiesa Orestes, al que se le aparece su espíritu combativo. "Tengo confianza en mi físico y en mi fuerza mental. La clave estará en recuperar de un día para otro y en vencer a los miedos. ¿Cuáles? El viento y... quedarme perdido y solo".

En las piedras y las dunas del Sáhara marroquí estarán también ex ciclistas como Olano, Beltrán, Mauri o Peio Ruiz Cabestany. "Es una delicia correr con estos astros", comentario que precede a una reflexión sobre la parquetematización de algunas actividades deportivas. Como los paseos lunares para millonarios. "Es un circo. Hacen vivir a la gente de la calle como si fueran profesionales. Yo mismo llevo la bicicleta de Contador, que me ha costado un pico". Y antes de despedirse, Orestes invita con entusiasmo a este reportero a compartir las buenas costumbres. "¿Te vendrás un día a correr con nosotros?" Ahora le queda el desierto.

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