Girona-betis

Poco o mucho, basta (1-3)

  • Rubén Castro, más al centro, pone los goles de un Betis liderado por Matilla. El Girona, uno más, dicta el paupérrimo nivel de la categoría.

El Betis escapó de su crisis. O, al menos, podría colegirse que la aparcó hasta ver qué ocurre en próximas citas. Despachó en Montilivi un partido con cimas y simas, aireando una vez más sus vergüenzas pero, a la par, sabiendo sacar a relucir sus armas, que son más, y, por momentos, hasta enseñándole los dientes a un adversario que pretendió acogotarlo en los albores de la segunda mitad con un fútbol intenso rayano incluso en lo agresivo.

Es un partido que aguanta cualquier análisis, desde el optimista hasta el pesimista, porque el líquido se ve en la botella por su ecuador y, en esos casos, tan justo es quien la ve medio llena como quien juzga que en realidad está medio vacía.

Eso sí, la principal conclusión que puede extraerse sin temor a engaño es que al Betis le da con esto para lograr el ascenso de categoría. El Girona no es ese equipo sobrio y firme que asustaba por su viceliderato y sus diez puntos. Es ni más ni menos que uno más de Segunda, justo en lo que se había convertido el Betis en sus dos últimas comparecencias aunque, en su caso, por motivos lejanos a la baja calidad de su plantilla.

Los verdiblancos tienen en sus filas al mejor delantero de la categoría; al que es, sin duda, el futbolista más desequilibrante de la misma porque ya era de los mejores en Primera. Y el entrenador del Betis está obligado a que todo lo bueno de Rubén Castro flote en su equipo un domingo sí y otro también. Es así de fácil. O de difícil, según lo vea Velázquez.

Ayer tuvo un ataque de sabio. Y rectificó. Cambio el sistema, en el futuro se verá si por las ausencias de N'Diaye y Reyes, por convencimiento o porque algo tenía que hacer para espabilar al equipo. Y el 4-4-2 le vino al Betis y, por supuesto, al canario como una mijita de sal a la yema de un huevo frito.

Lo ayudó su colega. Pablo Machín respetó al Betis pese a la superioridad en la tabla de su equipo y a lo que había mostrado aquél en El Toralín o ante el Albacete. Prescindió de un punta, Mata, e incrustó otro centrocampista, Cristian Gómez. Su 5-3-2 mutó a un 5-4-1 con el que nunca logró el control pretendido.

Se adelantó en el marcador, eso sí, porque la zaga del Betis, en este caso Jordi, sigue alobada y porque Xavi Torres perdió un balón inadmisible ante Pere Pons, un perdigón disparado hacia la portería desde que lo robó.

Pero ya entonces, y apenas se llevaban doce minutos, la iniciativa era verdiblanca. Matilla no se dejó ganar terreno en esa zona pese a la inferioridad en número. Y mientras más balón cogió, más a gusto se halló el toledano, quien se agigantó con los minutos y se despidió del partido con un derechazo en el minuto 87 que desvió Becerra y que mereció ser el 1-4 como homenaje a su fútbol.

Los metros que perdió con el nuevo dibujo le sentaron de maravilla. Rubén Castro, al que sirvió con precisión los dos balones de sus goles, también lo agradeció. La conexión está cantada y arropar a Matilla para que éste cree y dé pases de lujo es otra de las tareas del entrenador. Para ello está en el Betis. Para buscarle acomodo a los once mejores aunque ello suponga, en ese camino, probar a Kadir en la izquierda o tocar la tecla de Rennella, que debió dar confianza al francés y espolear a Jorge Molina, inane hasta la fecha.

Pero el partido arroja dos lecturas más, una en el haber del equipo y otra en el debe, para no contradecir a ésos que ven la botella de una manera u otra. Porque el Betis demostró en Montilivi que posee más carácter del mostrado hasta entonces. Nunca se arrugó ante un rival encrespado. Y con idénticas y aviesas intenciones lo van a tratar de intimidar toda esa caterva de equipos que hallará en su larga singladura. En el debe habría que anotar la falta de concentración en acciones defensivas: cualquier disparo fallido, rebote, falta sacada con rapidez... coge a más de uno con el dedito en la nariz. Esto va mucho en el individuo, pero también se puede atenuar con entrenamiento. Velázquez tiene trabajo para que la botella se vaya llenando en vez de vaciarse.

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