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Sevilla

El frío y la contaminación cubren Sevilla con una 'boina'

  • Las bajas temperaturas provocan que la polución se concentre en las capas bajas de la atmósfera · Este fenómeno es habitual en invierno y en periodos de sequía

Algunos creían que era efecto de las gafas de sol o el humo de un incendio, pero pocos acertaron a pensar que lo que ayer por la mañana cubría el cielo de la capital de Andalucía y parte de su área metropolitana era un efecto atmosférico que se origina cuando la contaminación y el frío se dan la mano. En meteorología se le conoce como boina, ya que el aspecto que presenta el cielo es similar a esta prenda de vestir al formarse una capa negra en los estratos inferiores de la atmósfera que reduce de forma considerable la visibilidad. No en vano, según apuntaron desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en el aeropuerto de San Pablo durante algunos minutos de la mañana el campo de visión no abarcaba más de tres kilómetros.

El delegado territorial de la Aemet, Luis Fernando López Cotín, explica que este efecto es consecuencia de una "inversión térmica" originada por el enfriamiento del suelo y la ausencia de movimiento de aire vertical. "De esta forma, si hay polución, las partículas se quedan atrapadas a escasa latitud, lo que reduce la visibilidad", explica este meteorólogo, quien apostilla que dicho fenómeno suele producirse en días despejados y con mucho frío. La boina que ayer cubrió Sevilla lo hizo, sobre todo, en el noroeste de la ciudad y a primera hora de la mañana. Comenzó a disiparse a partir de las 10:00, conforme el mercurio empezó a subir.

Para comprender este efecto hay que tener en cuenta que el aire de las capas bajas es más caliente que el de las más altas, lo que permite la circulación vertical para renovarlo. Sin embargo, cuando se produce una inversión térmica el resultado es distinto: la temperatura del aire aumenta conforme más altas sean las capas de la atmósfera. Esto ocurre normalmente en invierno, sobre todo, tras una noche despejada cuando el suelo se enfría rápidamente y pierde calor por radiación. Al entrar en contacto con el aire, éste se enfría más que el que se encuentra inmediatamente arriba, que queda atrapado entre dos capas de aire frío sin poder circular, ya que la que se encuentra cerca del suelo le da gran estabilidad. Este aire pesa más, no asciende y no se mezcla con los de las capas inferior y superior.

Esta circunstancia es propicia para que las partículas contaminantes se concentren, debido a que su difusión se produce de manera muy lenta al no existir corrientes de aire suficientes que contribuyan a elevarlas a las capas más altas de la atmósfera. El aire, por tanto, sólo se renueva en el estrato más inferior y la polución queda atrapada en la segunda capa, que es en la que se produce la denominada boina, cuyos efectos son bastante nocivos para los ciudadanos, especialmente aquéllos que padezcan algún tipo de alergía o sean asmáticos.

López Cotín asegura que este fenómeno es poco usual en Sevilla, ya que no suelen registrarse temperaturas tan bajas como las de estos días. La boina atmosférica, por el contrario, sí es más propia de ciudades como Madrid, donde el año pasado varias asociaciones de ecologistas advirtieron de la excesiva contaminación que padecía la capital española, a consecuencia, principalmente, del tráfico. La aparición de este efecto en la ciudad hispalense también está motivada por la falta de precipitaciones, ya que la provincia está padeciendo uno de los inviernos más secos de los últimos años, lo que impide que se limpie la atmósfera y la polución se condense en el aire.

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