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"Sevilla es más manzanillera que de Jerez"

  • Coincidencia. La fase final de la VI Copa Jerez de armonías gastronómicas coincide con el congreso sobre Alfonso X el Sabio.

DOS delegaciones viajaron ayer de Sevilla a Jerez. Una, con el arabista Rafael Valencia a la cabeza, para participar en el congreso que la Fundación Caballero Bonald dedica a la literatura en tiempos de Alfonso X. La otra atravesó en un microbús la glorieta José Manuel Caballero Bonald y allende la avenida Voltaire llegaba a la Escuela de Hostelería. La conferencia inaugural del congreso literario, El mundo de las traducciones, podía servir también para titular este envite gastronómico, el pulso entre tres restaurantes por colarse en la sexta edición de la Copa Jerez superando un obstáculo: proponer la mejor combinación, traducir en cierta forma, entre tres platos, dos entrantes y el postre, con diferentes vinos de Jerez.

"Sólo los técnicos y los borrachos beben el vino solo". Lo dice María Isabel Mijares, enóloga, una de las cuatro componentes de un jurado que escrutaba los méritos de tres concursantes que suman cuatro estrellas Michelín, ese Praxiteles de los neumáticos que es abanderado a la entrada de Jerez. Mijares dirigió hace unos cuantos años en el hospital de los Venerables una cata en la que participó Camilo José Cela.

Alberto Montes Pereira no pudo tener ayer mejor regalo de cumpleaños. Es el chef de Atrio, restaurante de Cáceres al que sus socios fundadores, que se conocieron haciendo la mili, le pusieron el nombre de uno de los caballos de Ben-Hur. Lo abrieron en 1986, el mismo año que nació José López-Montenegro, sumiller. Es el restaurante elegido para representar a España en la Copa Jerez con cocineros de siete países.

Carlos e Ignacio Echapresto, rionajos de Daroca, el Rioja en Jerez, estela del bodeguero Marcos Equizábal cuando era presidente del Logroñés, estuvieron muy cerca de la gloria. Son clientes en Sevilla de Abantal y Modesto. Uno de ellos le cogió el testigo a una jornada tan literaria hablando de "mar íntima", mestizaje del vino en el plato.

El postre de 41º Experience, de Barcelona, tenía nombre de ciclista, pero Purito no llegaba. Fue una de las sorpresas de la mañana. Lo diseñó Oliver Peña, barcelonés de Rubí que trabajó en la Hacienda Benazuza, en Sanlúcar la Mayor. Sus vinos los defendió Cristina Losada, asturiana de Piedras Blancas, que estudió somelier en Barcelona. Son amigos de Benjumea, dueño de Barajas 20, el bar de tapas de la calle conde de Barajas en la que se supone que nació Bécquer.

El cocinero de Cáceres lleva tatuado el número 85, cifra de su cumpleaños, en el brazo. Fue una premonición. La apuesta la ganó Antonio Barbadillo. Sanluqueño de Jerez, como Caballero Bonald, creía en el triunfo de Atrio porque en su entrante llevan una manzanilla Sacristía que representa Barbadillo y que a título particular trae en la Feria de abril a algunas casetas.

El jurado lo completan Beltrán Domecq, presidente del Consejo Regulador de Vinos de Jerez y Manzanilla; Fernando Córdoba, chef de El Faro de El Puerto; y Paz Ivison, periodista especializada en vinos. "Sevilla es más manzanillera, no entiende de vinos de Jerez", dice esta jerezana de ascendencia noruega.

La jornada acabó en las Bodegas Tradición, donde además de los vinos hay cuadros del Greco, Murillo, Velázquez, Zurbarán, Goya, Picasso y una Lolita Astolfi de Romero de Torres.

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