Los invisibles

"Con bomberos paracaidistas no habría ocurrido la tragedia de Guadalajara"

  • La empresa que fundó con su socio francés ha firmado un contrato para pintar los aviones A400M hasta el año 2028. Médico de carrera, su vida es un crisol de oficios y aventuras.

MENOS astronauta, que lo intentó, Sebastián Román (Sevilla, 1955) ha sido de todo. Lleva cuarenta años saltando en paracaídas. Ayer se inauguró el hangar de pintura de Airbus Military que fundó con un socio de Toulouse.

-¿Qué pintores le gustan?

-Renoir. Van Gogh.

-¿Su socio lo aficionó al impresionismo?

-Lo bueno de tener un socio francés es que de vez en cuando te invita a comer en la torre Eiffel. En el restaurante Jules Verne.

-Su historia es de Julio Verne...

-Es muy lunática, es verdad. Un negocio me lo planteo más como proyecto que como negocio. No lo hago como técnico financiero, que no lo soy, aunque sé que uno más uno casi siempre son dos. Me planteo proyectos ilusionantes, que tengan un valor añadido. No me dedicaría a vender jabones, y quien dice jabones, dice jamones o coches. No porque lo considere indecoroso o inmoral, sino porque no me ilusiona. Sí vendería aviones o naves espaciales.

-Lo suyo es volar...

-Me presenté a la segunda de las tres pruebas que se han hecho en España para astronauta europeo. Me echaron fuera cuando quedábamos treinta. Y se presentaron cerca de seiscientos. Fue cuando eligieron a Pedro Duque.

-¿Dejó la Medicina?

-Pedí la excedencia. Tengo mi plaza en propiedad. He sido médico de pueblo con destinos en Tocina-Los Rosales, La Gomera, Ceuta, Utrera, Cazalla de la Sierra y finalmente en la Escuela de Seguridad Pública de Andalucía de Aznalcázar. Allí impartía a bomberos y policías locales seminarios sobre medicina de catástrofes y les enseñaba cómo se hace una resucitación cardiopulmonar, algo que debería saber hacer todo el mundo. También hicimos salvamento en nieve, agua y montaña. Tengo licencia de armas y he hecho prácticas de tiro, submarinismo y rapel.

-El Equipo A en Andalucía...

-Pedí permiso en la Escuela de Aznalcázar para ir a Estados Unidos y contactar con el cuerpo de bomberos paracaidistas. Existe desde hace casi noventa años con un solo accidente mortal. Combaten el fuego con aviones, no con helicópteros, porque se actúa con más rapidez. Allí no habría pasado la tragedia de Guadalajara. ¿Sabes lo que hacen? Se entierran. Hacen un agujero en el suelo, se tapan con una manta térmica y respiran con una botella de oxígeno. Dejan que les pase el fuego por encima y actúan.

-¿Cuándo saltó en paracaídas por primera vez?

-Tenía 15 años. En la Escuela de Vuelo sin Motor de Ocaña. Llevo unos dos mil quinientos saltos. Mi equipo, el Indalo, ha sido campeón de España. Fuimos a varios mundiales: en 1977 a Gaton, en Brisbane, la zona de Australia que está ahora inundada, y diez años después a Yugoslavia. Saltábamos desde heicópteros rusos sobre aguas del Adriático. Allí me di cuenta del odio que existía entre serbios, croatas y musulmanes. Hablaban pestes unos de otros.

-¿Cómo llega a la pintura de aviones?

-Hace siete años, en Le Bourget, en un expositor de Extenda, conocí a un francés de Toulouse, Christophe Cador, que tenía una empresa de pintura aeronáutica. Usaba una pistola aerostática, una aerosol que mezcla el aire con la pintura. Vino a hacer unas pruebas a Construcciones Aeronáuticas y fundamos STSA, Sociedad de Tratamiento de Superficies Aeronáuticas. Tiene más de cien trabajadores y ganamos los concursos para pintar los aviones de Airbus Military y de la A400M con un contrato hasta 2028.

-¿Pintura artística o de brocha gorda?

-Muy fina y precisa para proteger el material del avión de los cambios bruscos de temperatura que se producen en el aire.

-¿Qué nivel de producción?

-En Construcciones se pintan 25 aviones anuales. En ocho años, doscientos. Y los cuatro prototipos del A400M que ya vuelan.

-Toda pinacoteca necesita un mecenas. ¿Cuál fue el suyo?

-Contamos con una subvención de la Junta de Andalucía y créditos blandos del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial del Ministerio de Industria. El proyecto contó con la financiación de Cajasur. Tiene un valor sentimental, porque mi padre era cordobés de Montoro. Me reuní mucho con Santiago Gómez Sierra, pasamos una Feria juntos...

-Los curas de cielo entienden bastante...

-La experiencia fue impresionante. La profesionalidad y el dinamismo que mostraron desde el primer momento. Su interés, sus ganas de conocer la fábrica. Ellos querían diversificar, eran conscientes de los problemas que tenían con el ladrillo. Mira lo que les pasó después. Era la oportunidad de apostar por un sector emergente. Fue enriquecedor el diálogo con los diáconos. Estaban interesados en las instalaciones fotovoltaicas de una nueva línea de negocio de energías renovables, pero el ladrillo lo paró todo.

-¿Qué paleta de colores se manejan a esas alturas?

-Al ser aviones militares, priman colores como el azul cielo, verde oliva, azul mar. En Construcciones Aeronáuticas se trabajaba con procedimientos muy artesanales y no conseguían el verde mar, el azul verdoso de la Marina irlandesa, que es el estándar en este mercado. Un color que le gusta mucho al cliente.

-¿Tiene morriña de la medicina?

-Los anglosajones tienen muy claro lo de las fases de la vida, que es como un cohete. Aquí no estamos muy por la labor. Un trabajo es para siempre. Yo disfruté de médico, pero siempre he mantenido esa versatilidad. En su época hice piragüismo en el Labradores. Y golf, que lleva mucho tiempo.

-¿Qué adorna su currículum?

-Soy cazador paracaidista honorífico de las fuerzas especiales. Cazador de cazar a los malos, aunque me gustan las monterías.

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