Copa del rey· la crónica

Bacca aparece en el último hálito (3-1)

  • Un gol del colombiano permite al Sevilla quedarse con alguna opción con vistas a la próxima semana ante el Espanyol. De mentira, sin orden, con fallos, con cambios precipitados..., pésimo partido de los sevillistas.

Bacca apareció para rescatar al moribundo cuando había exhalado incluso su último hálito. El Sevilla estaba en la lona en su visita al Espanyol por la sencilla razón de que disputó su peor partido de los últimos tiempos y también, por qué no decirlo, porque fue gestionado de manera pésima tanto desde su banquillo como por quienes estaban dentro del campo a la hora de tomar las decisiones. Tres a cero y el Everest por delante para escalarlo si quería meterse en las semifinales de la Copa del Rey, pero en ese instante final, cuando ya incluso los suyos habían dejado de creer, una jugada que debió entrar en varias ocasiones acababa con el certero remate de Bacca a las redes de Pau López. ¿Quiere esto decir que las cosas ahora están bien para el Sevilla? Ni muchísimo menos, la ventaja espanyolista sigue situada en dos goles y eso es mucho, pero al menos sí existe una posibilidad de gesta.

Vaya por delante que el Sevilla ni siquiera se mereció tener esa opción de vivir una proeza junto a los suyos el próximo jueves. Desde Unai Emery hasta la mayor parte de los 14 futbolistas que utilizó el técnico vasco estuvieron desconocidos, incapaces de darle al partido lo que éste demandaba y con un empeño especial en complicarse la existencia. No se trata tanto de la alineación elegida por el piropeado técnico que está llevando a cotas impensables a este Sevilla, al fin y al cabo los futbolistas le habían respondido en los partidos precedentes, fue más una cuestión de actitud a la hora de afrontar el encuentro. Porque el mensaje que transmitieron esos ocho cambios respecto al equipo que afrontó inicialmente el choque contra el Málaga fue pernicioso. A la hora de la verdad, el Sevilla afrontó de mentira un litigio que exigía justo lo contrario.

No había más que ver la actitud de Reyes, Vitolo y Denis Suárez en la mediapunta para colegir que aquello se le podía complicar, y bastante, al Sevilla. Pérdidas de balón innecesarias, faltas peligrosas puestas en juego de manera laxa, córners en los que el balón también llegaba blandito al remate, ausencia total de ayudas en las coberturas a sus compañeros más retrasados... Era un cúmulo de circunstancias y todas ellas negativas que ya anunciaban negros nubarrones incluso cuando el marcador estaba en cero a cero y la posesión del esférico pertenecía mayoritariamente a los discípulos de Emery.

Cierto también que el experimento de Coke en el medio centro estaba vez no funcionaba, tampoco el de Aleix Vidal en el lateral derecho y entonces todo lo que hasta ahora parecía bueno da lugar a la interpretación de un galimatías de difícil comprensión. Un extremo de lateral, un lateral de medio centro y algún que otro futbolista de dudoso nivel para estar a la altura en la que habitualmente se mueve este Sevilla. Dicho lo dicho, hay que pararse en que el Espanyol consigue un verdadero golazo en la primera llegada a puerta por mucho que ésta viniera propiciada por una cadena de futbolistas desordenados. Pero lo que sí no admite objeto de debate es el fútbol de mentira de Reyes, particularmente Reyes, Denis Suárez y Vitolo, algo que evita cualquier intento de conexión con Gameiro.

El Sevilla se va por debajo en el marcador al intermedio y entonces le entran las prisas a Emery, que no valoró en exceso el hecho de que aquello era una eliminatoria a 180 minutos y no un partido a ganar o empatar por la vía de urgencia. No está mal que ingrese en el campo Bacca, incluso que se vaya de él un Reyes absolutamente desenchufado, el problema, para el Sevilla, fue que se quedó sin centro del campo. El Espanyol se sentía a gusto parapetándose atrás y saliendo en unas contras cada vez más peligrosas desde el mismo momento en el que siempre había más futbolistas de blanquiazul que rojo protegiendo a Sergio Rico.

El factor de riesgo se incrementaría con el ingreso de Deulofeu por Vitolo, pieza por pieza en la teoría pero no en la práctica, sobre todo cuando era el centro del campo el que pedía a gritos algún refuerzo. En esa fase de riesgos que cada vez incrementaba aún más Emery, la primera la salvaron entre Sergio Rico y Pareja, pero en la segunda Arribas se desubicó y después tocó el balón con la mano con una ingenuidad impropia de un futbolista profesional. Dos a cero para el Espanyol a través del penalti y hasta debe dar las gracias el Sevilla de no quedarse con un hombre menos por la segunda amarilla.

Los agujeros defensivos de los sevillistas se convertían desde entonces en verdaderos socavones por la sencilla razón de que Iborra y Coke se veían sobrepasados por la cantidad de rapiditos que pasaban por allí. Y encima Arribas evidenciaba sus carencias para tapar las llegadas en velocidad del rival. Tres a cero para Lucas Vázquez en un excepcional pase de Sergio García en un momento en el que le pudieron caer al Sevilla unos pocos.

Poco antes de ese tercer tanto que ya parecía definitivo para la eliminatoria sí había acertado Emery al meter a Iago Aspas por un cansado Gameiro. El Sevilla estaba absolutamente noqueado, tirado en la lona incluso, pero en esas ocasiones, cuando está a punto de perecer, saca el orgullo. Iborra debió marcar el 3-1 con un cabezazo con todo a favor en una jugada a balón parado, aunque la realidad es que parecía más cerca la humillación que ese descuento en el marcador. El Sevilla estaba fuera de sitio, pero los suyos tiraron de la casta que le otorga su himno para perseguir un gol que abriera la espita de la esperanza. Lo hicieron hasta el final y ya era increíble que no se produjera antes en la jugada en la que Bacca apareció cuando los suyos exhalaban el último hálito. Y, lo que es el fútbol, hasta Denis Suárez debió hacer el 3-2... Hubiera sido demasiado, ahora quedan 90 minutos en el Sánchez-Pizjuán y fútbol es fútbol, sobre todo cuando el Sevilla estuvo casi sin vida.

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