El Fiscal

El secreto de Antonio Burgos en la Semana Santa de 2008

Antonio Burgos en el Pregón de la Semana Santa de 2008.

Antonio Burgos en el Pregón de la Semana Santa de 2008. / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Fue el año de su pregón. Acabó su intervención en el Teatro de la Maestranza aquel Domingo de Pasión de 2008 y se marchó con toda celeridad en un taxi que tenia concertado. No quería vivir la ceremonia de la ojana en los pasillos y camerinos. Lo anunció y lo cumplió. Antonio Burgos era así. Y así había que quererlo y respetarlo. El personal se quedó planchado cuando acudió a los parabienes y se encontró con las autoridades y... sin pregonero. Burgos se fue directo a cambiarse para asistir, ya sin tiros largos, al almuerzo del Real Alcázar, donde estuvo también el tiempo justo y preciso. Todavía conservamos los correos electrónicos de aquella tarde, día de elecciones autonómicas en Andalucía en las que el PP pasó de 37 a 47 escaños, una cifra insuficiente para gobernar. "Las elecciones me van a dejar sin portada, seré de los pocos pregoneros que no tienen portada para él solo", se reía con sarcasmo en los días previos. 

A Burgos se le echaron muchos encima en cuanto acabó el Pregón en aquellos primeros foros de internet, verdaderas fosas sépticas, porque realizó una rotunda defensa de la vida. Se pronunció radicalmente en contra del aborto. El pregonero se enfadó, estuvo un tiempo largo sin escribir de cofradías ni de cofrades. El enojo llegó hasta tal punto que se marcho a la playa esa Semana Santa. El Domingo de Ramos se sentó en la terraza El Rey de la Gamba de la plaza principal de Matalascañas, la urbanización a la que siempre fue fiel pese a a que hacía tiempo que había perdido el esplendor de los años en que fue construida por los suizos. Hoy le hubieran hecho fotos y vídeos, pero entonces la fiebre de los móviles no era tan intensa. Se hartó de recibir felicitaciones por el Pregón de un público que lo reconocía y se quedaba extrañado de verlo por aquellos lares en aquellos días. Algunos lo llamamos, pero era imposible hacerle venir a Sevilla. El Domingo de Ramos nos cruzamos varios mensajes. "No diga usted nada, se lo ruego". Necesitaba estar tranquilo. "Guárdeme el secreto. Y ya cuando la palme escribe usted sobre mi biografía, que para eso conoce de ella más que nadie". No se olvide que el Pregón comenzó con el grito de un merluzo al que don Antonio respondió de forma ejemplar desde el escenario: "Ese no es de Sevilla". Fue ovacionado. 

Joaquín Moeckel se presentó el Martes Santo en Matalascañas con su hijo pequeño vestido de monaguillo de Los Estudiantes. "Si usted no va a la Semana Santa, la Semana Santa viene a usted". Tomaron un aperitivo en Casa Matías, el restaurante ubicado a la entrada de la urbanización almonteña. Arrancó de Burgos y su mujer, Isabel Herce, el compromiso de ir a Sevilla al día siguiente para contemplar el Baratillo, pero el día amaneció terrible de lluvia. No salió ninguna cofradía. El pregonero se pasó de esa forma su Semana Santa fuera de Sevilla todos los días. Sólo vio aquel monaguillo. 

"Ahora a decir verdades en un Pregón le llaman mitin". El Pregón fue bellísimo. Puro Burgos. Ocurre que a muchos le sonaban los fragmentos porque leían a diario a su autor. El principal competidor de don Antonio era él mismo. Lo animamos a pronunciarlo, se lo debían ofrecer y debía darlo. Fueron meses de preparativos intensos, hermosos y únicos. No quiso estrenar chaqué. "Mi chaqué será el que me cortó mi padre". No quiso recoger las pastas del Pregón. "Eso suena a pastas... Gallo". No quiso entrevistas previas. No quiso bajar imágenes sagradas. "Yo quiero seguir creyendo en los reyes magos, usted me entiende...". Le regaló el tocho de los folios del Pregón a Joaquín Moeckel, que conserva enmarcada la bolsa del Mercadona en la que iban guardados a falta de pastas repujadas. En su despacho se celebró un ensayo con el atril original del Consejo y un posterior pescao frito. En la mesa de la sala de juntas está todavía la mancha de aceite que la fritura dejó como hermosa huella. 

Pero aquella Semana Santa, ay, se fue a la playa. Necesitaba distancia para volver a enamorarse de Sevilla. La extrema sensibilidad tiene esos efectos. Los grandes personajes son aliados de los picos de sierra. Su única línea uniforme fue siempre Isabel. Nunca tuvo miedo a la muerte, a la que se refería como la Canina. Lógico, no le tuvo miedo a algo peor: estar fuera de Sevilla en Semana Santa. "No sabe usted cómo está la parrillada de marisco del Rey de la Gamba". Su casa de la playa estaba en el edificio de apartamentos La Prensa. En aquel piso compuso las letras de las Habaneras de Cádiz con Carlos Cano. Y allí se fue para poner tierra de por medio con la Semana Santa de Sevilla el año de su Pregón.