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Lo único bueno, que sigue ahí

  • Tapia no supo ni dar un trazo definido a un equipo hecho sin pies ni cabeza que sólo se sostiene por su respuesta en casa

¿Cuántas estrellas hay en el universo? ¿Dónde está Bin Laden? ¿Qué estilo de juego ha mostrado el Betis de Tapia? La tercera cuestión no resultaría tan difícil de contestar si el Betis fuera hoy lo que debiera ser, uno de los clubes señeros de Primera. Pero como resulta que el equipo verdiblanco no es más que un espejo que refleja el caos institucional que define a la histórica entidad sevillana, nos encontramos con la cruda realidad: el filial del Villarreal le enseña la matrícula.

El triste semblante con el que el Betis ha cruzado el ecuador de la Liga Adelante se veía venir. No debe sorprender ni al propio Tapia, que tres días después de ser presentado como nuevo técnico vio cómo 60.000 béticos se echaban a las calles de Sevilla para pedir a Lopera que se fuera de una vez. El cordobés sabía que le quedaba un durísimo trabajo para recomponer al equipo, inmunizarlo para que la ponzoña de los despachos no llegara al vestuario. No lo ha logrado. Tampoco ha mostrado mucho énfasis en ello, al menos de puertas para fuera. Ha dispuesto a un equipo plano y sin alma jornada tras jornada y apenas ha sacudido el árbol, apenas ha variado para que la dinámica fuera otra.

Ya el primer renglón de Tapia salió muy torcido: Carlos García, Sunny y Nacho, que llegaron bajo su consejo, poco están ayudando a encofrar un Betis sólido, con maneras de aspirante. Goitia e Iriney, los dos refuerzos que sí están ejerciendo como tales, ya estaban comprometidos antes de que llegara el entrenador que ayer se despidió. Pero un portero sobrio y un centrocampista honrado que aporta cierta solidez no es suficiente para una plantilla con tantos agujeros.

¿Es normal que haya más porteros o laterales derechos que delanteros? En cualquier club que no sea este Betis de la hora, no. Jugadores como Nano u Óscar López, sanos como peras, serían la envidia del inovidable Miguel Muñoz, para el que el fútbol era perfecto si no existieran los domingos. Ambos tienen ficha, pero se limitan a entrenar y ya está. A Rivas le pasaba más o menos lo mismo hasta que empezó a contar y entrar en convocatorias. Sunny ha recorrido el camino inverso: de asiduo a defenestrado. Dani, que no jugaba un partido desde febrero de 2009 en el Elche, ha sido inscrito como solución desesperada.

Y luego está el juego, lo que el Betis da sobre la hierba. Empezó ilusionando en casa, con un 3-0 engañoso ante el Córdoba y otros dos triunfos más convincentes ante Recre (3-0) y Albacete (1-3). Luego, cantó la gallina y el Betis se ha mostrado como un equipo sin definición. Y sin capacidad para hacerse con el centro del campo, llevar la iniciativa y desequilibrar los partidos con esa pretendida calidad.

Sobre todo fuera de casa, el equipo ha pagado su inconsistencia, clara en la medular y manifiesta en la defensa. En once salidas, dos victorias, dos empates y siete derrotas. Menos mal que en casa, el Betis permanece invicto y es el tercer mejor equipo de la categoría.

Precisamente el tercer mejor equipo en puntos, el Cartagena, está a solo cuatro puntos de los béticos. Es el gran asidero para esa esperanza, verde esperanza: el ascenso, después de tantos desmanes, está a un naranjazo.

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