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Cultura

Almodóvar sí gusta en Cannes

  • 'Los abrazos rotos' entusiasma en el festival y se alza como posible candidata a alguno de sus grandes galardones · También destacó el veterano realizador italiano Marco Bellochio, que presentó 'Vincere'

La competición del Festival de Cannes 2009 ya comienza a coquetear con el espectador dando lo mejor de sí misma. Ayer Almodóvar y Bellocchio, hoy Tarantino. El Grand Théâtre Lumière mostraba a gran escala los ojos negros de nuestra actriz, tan homenajeada, Penélope Cruz (algo febril en estos días según ha contado, pero igualmente bella), mientras que la alfombra dejaba el rojo para teñirse de grana al paso de todo el elenco de Los abrazos rotos, acompañado, cómo no, de su aclamado director Pedro Almodóvar, quien anunció que barrunta una película sobre la guerra civil española basada en las memorias del poeta salmantino Marcos Ana. Como sucede siempre que nuestro cineasta presenta una película que se aleja de la comedia delirante, la crítica no ha mostrado uniformidad: los comentarios que se han oído iban desde la fascinación y el sobrecogimiento, hasta la incertidumbre (por no haber visto lo que de él se esperaba). No obstante, con algo de vergüenza, hemos de reconocer que ha sido mejor comprendida en la villa francesa que en su propia tierra.

Pensamos que a estas alturas por fin hablamos de uno de los grandes: Almodóvar siempre se ha caracterizado por la mixtura perfecta que consigue entre su propia esencia y el homenaje claro y honesto a los cineastas a los que admira, forjando, así, un estilo tan particular como su propia huella digital. Como DePalma, el manchego se encuentra prisionero de una serie de imágenes fílmicas que tiene que integrar en ficciones. A su manera, como Tarantino, Godard y el propio Brian, es un gran crítico de cine. Ya la hemos visto en España hace más de un mes. Los abrazos rotos narra una historia truncada de amor, llena de entresijos. Como hilo conductor es apasionante, pero se puede vislumbrar un segundo hilo, más bien cordón umbilical, que alimenta todo el trayecto con su propia filmografía, revisada con un sutil toque irónico. El colorido, mucho más oscuro, casi negro, y la luz decadente (incluso dentro de la misma secuencia se va atenuando) transmiten cierta serenidad. En esta película, Almodóvar supera la estética y la actitud kitsch para pasar a una sobriedad, recargada, pero oscura, muy capaz de sonreírse al mirar atrás. Inevitablemente nos lleva a pensar en una especie de Barroco cinematográfico, por sus sinuosos vericuetos y por su capacidad de piedad sobria, castellana, como una talla de madera de Gregorio Fernández.

Ya hemos hablado, en otra ocasión, de las redes invisibles que marcan cierta tendencia en la generalidad de las películas y de los directores. Así como el género negro ha predominado en las obras, en cuanto a los directores, Almodóvar no es el único que muestra una madurez fílmica oscura, casi deforme.

Marco Bellochio, después de la extraordinaria Il regista de matrimoni, regresa con Vincere, que junto con Los abrazos rotos se erige como la otra gran película del concurso hasta la fecha. La historia que narra se entrelaza con el relato de los suburbios que esconde el poder fascista de Mussolini, capaz de negar y enterrar a su primera familia. Pero el auténtico carácter barroco viene de la mano de la forma y de la esencia de la trama. La forma llena de ideas bulliciosas (la oscuridad de fondos irreales que parecen escenarios de un teatro, la incrustación de imágenes de archivo mezclándose con el formato de la filmación, los rótulos propagandísticos, elipsis temporales como saltos mortales en el vacío…) consigue crear una angustia tan densa que roza lo grotesco. En cuanto a la trama, los elementos aledaños toman especial importancia: la desmitificación del Futurismo, expuesto como motor de los jóvenes fascistas, ridiculiza el grueso de la sociedad que describe; su efecto es la sonrisa congelada en el espectador, pero más bien como una mueca grotesca.

A modo de posdata, merece la pena regresar al pequeño paraíso de la prensa especializada durante el festival: la Quincena de Realizadores. Allí ha estado el maestro coreano Hong Sangsoo presentando su último film. No es fácil, en estos tiempos, encontrarnos con un título tan revelador; el original es Jal algido motamyunseo, que tras su paso por el inglés, se podría traducir Como si te acordaras de todo. Con esta frase (improvisada para la ocasión) Sangsoo narra las aventuras y desventuras de un joven director de cine que es invitado como jurado a varios festivales. Haciendo muy poco por evitarlo, alguna noche acaba con una melopea de padre y muy señor mío. Las consecuencias de estas noches son nefastas, pero el espectador, como le sucede al protagonista, desconoce el motivo exacto que les llevó (a ambos) a esa situación. El zoom de detalles insignificantes, que pasan a aclararse cuando se ve la escena completa, crea un ritmo muy particular, paralelo a las vivencias del protagonista, lleno de sutilezas y recomendaciones para la vida del aspirante a Casanova más torpe.

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